Manos de totora

Foto © 2017 Totora Hogar San Rafael de la Laguna.

En las faldas del lago San Pablo y el imponente volcán Imbabura, se encuentran las comunidades indígenas Otavalos y Kayambis que pertenecen a las parroquias de Gonzáles Suárez y San Rafael en el cantón Otavalo, provincia de Imbabura. San Rafael es más conocida como “Rafael de la laguna”, este nombre peculiar se debe a que la mayoría de las comunidades indígenas se encuentran a las orillas del lago, y se dedican a la elaboración de artesanías a base de totora, la misma que crece sobre el lago.

Sin duda, la provincia de Imbabura es conocida por poseer lugares turísticos y folklóricos; sin embargo, existen varias comunidades que carecen de recursos económicos y por ello se han visto obligados a buscar nuevas formas de subsistencia, tal es el caso de la parroquia mencionada.

José Caiza, tiene 42 años de edad y trabaja en la fabricación de artículos artesanales desde hace 8 años atrás. La vocación lo heredó de su madre, Martina Chicaiza, quien fue la primera mujer indígena del pueblo Otavalo en dedicarse a esta labor. Martina falleció a causa de una neumonía, pero su legado quedó en su hijo y en la gente con la que logró formar la organización comunitaria “Manos de totora”.

A partir del 2013, “Manos de totora” se fortaleció, ya que los directivos realizaron las debidas gestiones para oficializar legalmente a la organización comunitaria. De esta forma varias comunidades como; Huaycopungo, Pijal, Caluqui, Gualacata, comenzaron a integrarse para aprender a realizar artículos de totora y comercializarlos.

Actualmente «Manos de totora» se ha convertido en una alternativa de trabajo para las comunidades indígenas, debido a que 45 familias han sido beneficiadas, y a diario deben llevar un promedio de 2 a 3 bultos de totora, para luego ser procesada.

…..yo como hombre indígena Otavalo, valoro lo que hago, y quiero ver a mi familia salir adelante, y también quiero ver progresar a la organización. José Caiza.

Esta planta mide de dos a tres metros aproximadamente, su color es verde, de forma cilíndrica, de textura lisa, en su interior posee una especie de algodón de color blanco, el cual también sirve para la elaboración de almohadas y sillones. Es un trabajo laborioso, pues para obtener un producto ya elaborado, exige una serie de procedimientos.

Primero hay que seleccionar las plantas que sirven, es decir aquellas que han alcanzado su madurez, cuyas características se evidencian por la presencia de flores de color café en su punto terminal, luego, con la ayuda de una hoz o un machete se procede a cortar suavemente al asiento (10 cm sobre su raíz), teniendo precaución en no lastimarse los dedos. Una vez ya cortadas, se hacen bultos y se trasladan mediante una camioneta, hasta el lugar de almacenamiento.

Antes de la elaboración, es necesario dejar secar las fibras de totora al sol durante una semana, de esa manera alcanza su rigidez, y facilita su tejido. Para una mejor presentación, la totora es tinturada de uno o varios colores, acorde al gusto del elaborador. Finalmente se procede a dar forma a distintos artículos como: esteras, juego de sala, abanico, adornos para el hogar, entre otros.

Hoy en día, estos productos artesanales a base de totora han causado impacto en la sociedad y por ende su comercialización genera gran demanda. El precio varía, de acuerdo al artículo, al tamaño y al tinturado, por ejemplo, un juego puede costar entre $1000 a $1500; las esteras $10-$12; abanicos $5.

La unión de varias comunidades indígenas de la parroquia de San Rafael y González Suárez han desarrollado esta iniciativa de emprendimiento, logrando consigo una riqueza cultural invaluable, obteniendo un legado histórico que se fortalecerá con el pasar de los años.

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Fuente: «Manos de totora». indi.ups.edu.ec. Infinito Digital, 2021. Web. 30 de diciembre de 2022.

Esteras de totora

© 20221 cidap.gob.ec.

En la parroquia de San Rafael de la Laguna se encuentra la comunidad de Huayco Pungo, donde las mujeres kichwas se dedican a elaborar esteras de totora, actividad que la heredaron de sus padres y abuelos. Muchas de estas artesanías se exponen junto a la Panamericana, en espera de que los viajeros detengan su auto para adquirir este producto hecho con sus manos.

La fabricación de las esteras, utilizando la totora, es un proceso cuya materia prima se la consigue en las riveras del Lago San Pablo. La cosecha se hace en cierta época del año, en la cual la totora es recolectada, para luego ser secada al sol y posteriormente ser utilizada en este producto.

El costo de la estera va desde los 3 hasta los 7 dólares, dependiendo el tamaño de la misma. La práctica en la fabricación de esteras de la gente kichwa viene desde hace muchos años y se mantiene en la actualidad.

Margarita Espinoza es una mujer que desde hace 35 años se dedica a hacer esteras en esta comunidad. “Para elaborar las esteras se requiere de un proceso de limpieza, en el que se quita la mala yerba, para luego cortarle y llevar a la casa. Allí se clasifica las que están en mejor estado para iniciar el trabajo”, menciona Espinoza.

Una vez recogida la totora de la laguna, se continúa con los siguientes pasos. Para hacer una estera se escoge la totora de tallos gruesos. Luego, se ubica en el suelo en forma vertical los tallos, dependiendo del tamaño del objeto que se vaya a realizar, siempre utilizando una regla. Posteriormente, se va pisando la totora para que vaya quedando del mismo largo y poder ir acomodand.

En la parroquia de San Rafael existe una asociación de 20 mujeres, quienes se dedican a cultivar y cosechar la totora para fabricar diferentes artesanías. Después se procede a tejer y aplastar con una piedra para que sea resistente y de forma de una estera. Espinoza manifiesta que esta labor es dura. “En mi caso, me levanto a la 01:00 a preparar el material, en cada estera me demoro una hora y media, por lo que fabrico de 3 a 4 esteras en el día. Nuestro puesto de trabajo es en la casa y aquí ofertamos al público, porque no tenemos ningún puesto en el mercado”, afirma.

Los artesanos del lugar cuentan que utilizar una estera para dormir en el piso tiene sus beneficios. Los antepasados, especialmente la gente kichwa, nunca se enfermaban de los riñones, esto se debe a que el material de este producto es fresco y ayuda a no tener problemas de espalda.

En la actualidad, la mayoría de hogares, sobre todo en las comunidades, mantienen esta costumbre de descansar en esteras.

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Fuente: «Elaborar esteras, una arte y costumbre que se mantiene en Otavalo». lahora.com.ec. Diario La HORA, 30 de octubre de 2018. Web. 30 de diciembre de 2022.

La totora da vida a San Rafael

Por los polvorientos caminos que comunican a las ocho comunas de la parroquia San Rafael de la Laguna, en Otavalo, transitan pocas personas y carros.   Durante las mañanas, las actividades se concentran en el interior de las casas con paredes de bloque y techos de teja. Los vecinos de la parroquia manufacturan a diario más de 1 500 esteras, aventadores, canastas…

Carmela Burga es una de las 3 000 personas que se dedican a trenzar los tallos cilíndricos de la totora, que se cortan en los lagos San Pablo, Yahuarcocha y Cusín. Sentada en su taller, la mujer aplasta los tallos contra el suelo. Utiliza una piedra negra, redonda y brillante. Luego los teje con una habilidad sorprendente.  

En Guayco Pungo, Cachiviro, Tocagón, Mushucñan, Cuatro Esquinas, San Miguel Alto, San Miguel Bajo y Cachimuel, este oficio tiene mucha tradición. Las esteras amarradas en rollos se guardan en una bodega, ubicada a un costado de la Panamericana Sur, frente al monumento de El Coraza. Allí se venden al por mayor. “Una estera de dos plazas, en los talleres, cuesta USD 3”,  dice Burga, vecina de la comuna Cachiviro. En promedio, una mujer de San Rafael de la Laguna se demora tres horas en hacer una estera de dos plazas. 

En los últimos años, los comuneros comprendieron que deben innovar para mejorar las ventas y mantenerse en el mercado artesanal. En 2004 se formó la empresa comunitaria Totora Sisa y empezó un proceso de capacitación en Bolivia, Perú, Colombia y Chile.  Juan Aguilar es el gerente. Él asegura que uno de los logros es la diversificación de la oferta. Ahora, aparte de las esteras, elaboran muebles de sala y comedor. También figuras como llamingos, tortugas, pescados y objetos decorativos como lámparas, tortugas,  rodapiés, individuales, canastas, paneras, sombreros y otros. Un juego de muebles cuesta entre USD 700 y  900. Los principales compradores son los dueños de haciendas, hosterías, casas campestres y los  extranjeros.

Mike Smith es de California. Llegó a Otavalo el fin de semana pasado, para  visitar la Plaza de los Ponchos. A este estadounidense le gustaron los objetos de totora. “Me agradan los llamingos pequeños y las esteras cortas con colores diversos. Su precio es muy cómodo”, dijo, con una sonrisa. Cerca de las 16:00, Burga suspende el trabajo y amarra las esteras para sacarlas a la venta. En la comunidad Tocagón, los talleres se adecuaron en la parte posterior de las casas. Rafael Quishpe extiende los tallos en el patio y deja que el sol los seque durante una semana. “Así se hacen más consistentes, y el adorno queda más estable”, comentó. Su especialidad es manufacturar abanicos. Cada uno cuesta entre USD 2,50 y  3. Cada semana vende un promedio de 20 abanicos, en la feria de Otavalo. “Los extranjeros son mis principales clientes, se llevan para adornar sus casas”. 

Carmen Ulcuango ya sabe teñir las esteras. Conoce la mezcla de químicos que debe aplicar para darle las tonalidades verdes y rojizas, simulando a los granos de maíz. La técnica la aprendió en un taller que dictaron artesanos de Perú y Bolivia. Ella vende las esteras en Ambato, Quito y Guayaquil. Se ubica en el ingreso a las hosterías y hoteles cinco estrellas. En esos lugares consigue clientes que llegan de otros países. Esa es la rutina de los artesanos de San Rafael de la Laguna, quienes han hecho de la artesanía en totora su principal sustento. Los precios La totora de Cusín es la más apreciada por su duración. En esa zona, todo lo que produce de totora un lote de 10 metros cuadrados cuesta USD 100. 220 tallos de totora se utilizan para manufacturar una estera de dos plazas. Para elaborar un llamingo de 15 cm de alto por 9 cm de largo se emplean tres tallos y cuesta USD 2.

Los vecinos de San Rafael también se dedican a la manufactura de las balsas o caballitos de totora, para ofrecer paseos por la laguna San Pablo.


Fuente: «La totora da vida a San Rafael». Diario EL COMERCIO, 26 de septiembre de 2009. elcomercio.com. Web 21 de abril de 2012.