Miguel y el mercadillo

Esta mañana me he despertado temprano para ir al famoso mercadillo de Otavalo. Ahí he conocido a Miguel, un ecuatoriano que vendía ponchos y diversa mantelería con el que he estado hablando largo rato. Su hija y su hijo viven en España, en Sevilla y Valencia respectivamente. Pero él está enamorado de Ecuador.

Cuando he llegado al mercadillo me ha venido a la cabeza el Paharganj de Nueva Delhi. El último bazar que vi en mi viaje recorriendo el continente asiático. El lugar estaba lleno de nativos vendiendo sus productos típicos, desde pinturas hasta comida pasando por todo tipo de telas, mandas y ponchos, todo elaborado artesanalmente por los indios otavalos.

Ahí he conocido a Miguel, un hombre cortés y feliz. Me ha contado que no hace mucho vinieron sus hijos, que viven en España. Él no quiso dejar Ecuardor, aquí está su hogar, el sitio donde le gusta vivir.

Miguel instala cada día sus productos a primera hora de la mañana y no se va hasta la tarde. Me dice que fuera de aquí, todo va demasiado deprisa.

Me quedo pensando un buen rato sobre lo que me comenta. Es cierto, hay lugares en los que se detiene el tiempo, y sobre todo, hay gente que no quiere vivir con prisas.

Tras un paseo veo que no está solo. Hablo con varios vendedores y todos me dicen lo mismo, que les gusta lo que hacen y la mayoría tienen a alguien en España. En cierto modo creo que los españoles estamos unidos a los ecuatorianos. Hace cientos de años vinimos nosotros y ahora son ellos los que van a España.

Me sorprende de este viaje que no he visto hambre. No se parece en nada a ningún lugar al que haya viajado con anterioridad. Interesante. ¡Estos cuatro meses van a dar para mucho!


Fuente: Castresana, Juan Carlos. «Miguel y el mercadillo de Otavalo». elmundo.es. 22 de noviembre de 2010.Web. 27 de febrero de 2020.

Maestra del trazo único

En su ensayo Sobre el estilo tardío, Edward Said se fijaba en el trabajo contra corriente de algunos artistas al alcanzar su madurez. En vez de obras armoniosas, sosegadas y con los “secretos del oficio”, las entregaban problemáticas, descompensadas, más jóvenes que las de los jóvenes de edad. El paradigma sería el Beethoven de los últimos cuartetos.

Los hispanohablantes tenemos la suerte de percibir el mismo proceso en la argentina Hebe Uhart  (Moreno, 1936). Después de una magistral obra de ficción (los cuentos de Guiando la hiedra o la novela Camilo asciende), cuando apareció su primer libro de crónicas, Viajera crónica (2011), Uhart no se cansó de responder en las entrevistas: se me agotó la ficción y salí a mirar el mundo, no quería repetirme. Es una manera humilde de decirlo: la fortuna de que un estilo tan particular como el suyo pueda reinventarse en un género expansivo como la crónica es una alegría para el futuro de la literatura, como demuestra De aquí para allá, cuarto libro de crónicas de Uhart, y primero con una temática común. Uhart reúne 10 crónicas sobre comunidades indígenas de América del Sur, desde Carmen de Patagones, en la frontera de la Patagonia, hasta la costa que une Colombia y Venezuela, pasando por Tucumán, El Chaco Salteño, las comunidades de Otavalo en Ecuador o de Iquitos en Perú. Una pluralidad de formas de vida en movimiento, de comunidades mixtas y orígenes mapuches, guaraníes, toba, quom, wayuu, etcétera.

La fórmula de Uhart es similar en casi cada crónica: pertrechada de conocimientos precisos de la historia escrita y oral de la comunidad que visita, Uhart se sienta con mujeres y hombres y los observa y escucha, especialmente atenta a los detalles significativos y las modulaciones del habla (Visto y oído fue el título de otro de sus libros de crónicas). También le gusta que el azar modifique su plan previo de trabajo y la ayude a disimular cualquier voluntad sistemática: parece que ella ha llegado ahí casi de milagro, como excusa para que alguien hable. No obstante, el resultado es más ambicioso de lo que parece: la recuperación de relatos y resistencias silenciados por la historia oficial conforma casi una historia secreta del continente. Pero si algo desmonta De aquí para allá, además de los mitos del origen, es la propia estabilidad del concepto de historia, su “sentido”; y si hay algo común a estos pueblos indios es su distancia respecto a una concepción de la forma estática y fija: su “esencia” es la transformación.

Varios temas obsesionan tanto a la cronista como a los entrevistados: las fronteras y la relación con la tierra, el nomadismo forzoso, el desarraigo entre dos mundos, las relaciones traumáticas con el nombre propio (que a veces otorga la empresa poseedora de la tierra), la organización estratificada tanto fuera como dentro de la comunidad, las relaciones con la Iglesia (normalmente evangélica), la presencia nutricia del monte, los ritos de la primera menstruación y, por supuesto, la relación con la propia lengua y con la memoria. Para estas vidas “nudas”, a veces despojadas de papeles y atributos oficiales, el silencio es un patrimonio: “Nosotros nos callamos porque con eso nos defendemos, si no nos destruirían mucho más”.

La de Uhart es un prodigio de escritura lacónica, rápida, de un solo trazo pero flexible por su ironía. Uno se pregunta qué debería suceder para que una de las grandes de nuestro idioma sea más conocida internacionalmente o, por no pasarme de enfático, publicada íntegramente en España.


Fuente: «Maestra del trazo único». elpais.com. 24 de octubre de 2020. Web. 27 de febrero de 2020.

Estelina Quinatoa

Es domingo y los otavalo pasean las calles de Peguche, en el norte de la sierra de Ecuador, luciendo orgullosos los vestidos, tocados, colas de cabello adornadas y trenzas que los distinguen como miembros de uno de los pueblos originarios que forman la nacionalidad kichwa. Tuvo fama de pueblo fiero y resistente y fue uno de los obstáculos para el crecimiento del Imperio Inca hacia el norte, que a cambio los llevó al borde de la aniquilación. Poco después acabaron sometidos por los castellanos. Se perpetuó desde entonces una historia de dominio, cuando no de esclavitud, que todavía tiene consecuencias. Alejandro Quinatoa, el artista textil que ilustró los tejidos y los ponchos de esta parte de la sierra y acabó mostrando su trabajo en exposiciones y museos, fue el primer otavalo al que se le permitió aprender a leer y escribir, bien empezado el siglo XX.

Me lo cuenta su hija Estelina, sentada en un rincón de la vieja cocina que concentraba la vida familiar al calor de la lumbre, mientras prepara un guiso ritual llamado uchujakuapi (colada de fiesta), basado en el maíz amarillo de la zona. Estelina Quinatoa es la responsable del patrimonio cultural del Ecuador; tal vez sea la indígena que ocupa un lugar más destacado en la administración del país. El guiso es realmente elaborado y se basa en un caldo en el que se han cocido tres pollos de campo, los retiraron cuando estaban tiernos, apartaron una parte del caldo para dejarlo enfriar y disolver en él unos buenos cucharones de uchujacu, una molienda de maíz amarillo seco que puede contener una decena de granos diferentes. Antes de molerlo se ha tostado en un tiesto con cebada, arvejas, habas secas, achiote y comino. Resulta una harina finísima, especial para una preparación de rango. Es un guiso de fiesta y exige refinamiento y abundancia; comerán asistentes, vecinos y cualquiera que pase por allí.

El maíz disuelto acaba sobre el caldo hirviendo y Estelina lo mueve con un gran cucharón de madera hasta que espesa. Me lo da a probar y es de una finura y suavidad que no esperaba. Está claro que no es una receta humilde; entraña una sofisticación que hace pensar. Lo mantiene al fuego mientras hablamos de lo que ha rodeado su vida y la de su pueblo, antes de empezar a servirlo, añadiendo en la escudilla dos papas cocidas y una presa de pollo. La delicadeza del guiso, el punto de cocción del pollo y la selección de las materias primas hablan de una de esas preparaciones que trascienden a la pelea diaria por la supervivencia. Es una falta de respeto dejar algo, pero no hace falta que te fuercen.

Nunca hubo mesa en las tradiciones otavalas. Cada quien tenía su escudilla y comía sentado en el poyete que recorre la pared de la cocina. Hoy tenemos mesa y el uchujakuapi la comparte con un maíz tostado al fuego en un tiesto de barro, llamado uchufakamlla, algunos platos de mote casado —mote mezclado con frijoles rojos— que me deja fascinado y un ají amable y cotidiano: rocoto, sal, y tomate pasados por el mortero, y un añadido de cebolla de tallo picada.

Hablamos de cocina y empiezo a ver detalles saltando del plato. La presencia de arvejas, habas, cebada y comino acompañando el maíz en la molienda es el primero, el gusto por la manteca de cerdo como grasa esencial en su cocina es definitivo. Son algunos de los ingredientes que distinguían las cocinas impuestas por los castellanos, los primeros ligados a la despensa heredada de siglos de convivencia con árabes y judíos, mientras el segundo expone los hábitos nacidos con la cristianización: el cerdo como muestra de fidelidad a la fe.

Empiezo a ver la cocina de Estelina con una mirada diferente. Encarna mucho más que la reivindicación de la identidad, los orígenes y las raíces del pueblo otavalo. También son los guardianes de la cocina del mestizaje nacida con la llegada de los castellanos. Casi cada plato muestra un apasionante viaje de ida y vuelta en el tiempo y la distancia. Representa una despensa impuesta que con el tiempo sería abandonada por sus promotores, y tuvo que ser la generosidad de las cocinas sometidas la que la mantuviera viva.


Medina, Ignacio. «El uchujakuapi de Estelina Quinatoa». elpais.com. 20 de enero de 2020. Web. 27 de febrero de 2020.

Para revitalizar el kichwa

En Otavalo y Cotacachi se hará un diagnóstico sobre el uso del idioma kichwa en estos dos cantones de Imbabura. La investigación sociolingüística se desarrollará tras lograr un convenio de cooperación técnica entre los municipios locales, Kichwashun y la Asociación Garabide del País Vasco (España). El acuerdo se suscribió en el marco del Día Internacional de las Lenguas Maternas, que se conmemora cada 21 de febrero.

El objetivo es hacer una planificación lingüística para revitalizar el kichwa. Según el alcalde Mario Conejo, hay una generación de kichwas otavalo urbanos que apuesta por transformar la ciudad. Sin embargo, ante los diferentes conocimientos que han heredado de sus ancestros se han olvidado del idioma.

“Soy parte de una generación en que los padres criaron a los hijos sin hablar kichwa. Recién cuando fui adulto empecé a practicar la lengua”. Se estima que siete de cada 10 padres no transmiten en el seno familiar el idioma nativo. Esta lengua está en peligro de perderse, advierte Julen Larrañaga, representante de Garabide para Ecuador. Esta organización no gubernamental, creada hace 15 años en el País Vasco, ofrece formación y capacitación para la recuperación del kichwa. Tiene presencia en Ecuador hace alrededor de una década.

Sus integrantes han compartido el proceso para normalizar y revitalizar el euskera o lengua vasca, en el que llevan 60 años, con otras 15 comunidades lingüísticas del mundo. “Siempre resaltamos que tenemos una experiencia que contar, pero no es un modelo único. Cada pueblo tiene que hacer el suyo” dice Larrañaga.

En Imbabura, un equipo integrado por técnicos de las cuatro entidades elaborará el estudio, que se prevé presentar en septiembre próximo. Los datos que arroje el análisis serán utilizados para elaborar un documento marco, que posibilite realizar una planificación lingüística y su aplicación en los primeros años.

Para implementar esas directrices se creará una comisión conformada por los cabildos, Kichwashun y Garabide. Para Patxi Baztarrika, técnico del ayuntamiento de Andoain, que colabora con la asociación vasca, la planificación permitirá definir un objetivo para frenar lo más rápido posible esa pérdida de transmisión familiar y fomentar el uso normalizado del kichwa. Para lograr esa meta, se necesitan varios estamentos.

El técnico en planificación lingüística considera que es clave la voluntad de la población de cada jurisdicción. La organización internacional también acompañará la creación de una política lingüística municipal, durante los primeros años. Los cabildos tienen el compromiso de asignar técnicos y recursos económicos permanentes para cumplir la propuesta, a partir del 2021.

En Otavalo y Cotacachi se han realizado varias actividades para recuperar el kichwa, pero no se han obtenido resultados duraderos. Auki Tituaña, alcalde del segundo cantón, cree que es necesario iniciar este proceso de largo plazo. En la capital imbabureña, unos 40 activistas participan en el primer curso internacional de Estrategias de Revitalización del Kichwa. Se trata de una iniciativa impulsada por la organización Karanki Sisary y Garabide. La finalidad del nuevo proceso es formar a representantes de comunas y organizaciones para que trabajan en proyectos de recuperación del idioma.


Fuente: Rosales, José Luis. «Otavalo y Cotacachi se unen para revitalizar el kichwa». elcomercio.com. 26 de febrero de 2020. Web. 26 de febrero de 2020.