César Pavón Sánchez

Los maestros, no pueden simplemente dar órdenes a los oyentes y esperar que hagan lo que ellos esperan. Ellos, necesariamente, deben ganarse la cooperación de las personas. Y hay dos formas principales de hacerlo: motivando e inspirando. Aunque las dos palabras a menudo se usan indistintamente, la motivación consiste en hacer que las personas actúen de una manera tal para lograr un objetivo inmediato. Inspirar tiene un alcance más duradero.

Nos complace presentar la reseña del licenciado César Pavón, una persona que poseía el don de la motivación para mover voluntades y, que es la inspiración constante para quienes lo conocieron de cerca.

César Darío Pavón Sánchez, nació en Otavalo el 10 de Noviembre de 1938. Recibió la educación primaria en la escuela Católica Ulpiano Pérez Quiñones; la educación secundaria en el colegio Nacional Otavalo, destacándose siempre como el mejor alumno en toda su vida estudiantil. Obtuvo el título de Licenciado en  Psicología en la Universidad Central del Ecuador, en Quito.

Foto © Mauricio Pavón.
Retrato del licenciado César Pavón hecho por su hermano, el maestro Germán Pavón. El cuadro, pintado en 1994, fue el regalo de bodas para Mauricio Pavón, hoy Coronel en el Ejército del Ecuador.

Creció en el barrio El Batán, destacó desde muy niño en los deportes, practicó basquet pero también jugó fútbol en el club “31 de Octubre” donde algunos de sus compañeros fueron: César «Gordo» Andrade, Fausto Orbe, Aníbal “Andarín” Paredes, César Chávez, Aníbal Bonilla.

Formó parte del club «Stalingrado» (luego denominado «Imbabura»). Algunos miembros fueron: Leonardo Suárez, Fabián Guerra, Héctor Viñachi, Antonio «Negro» Borja, Francisco Gómez, Pedro Pareja, Tobías Suárez, Francisco Cevallos, Hernán Baquero, Armando Guerra, Juan Jaramillo, “Pocolo” Bolaños, Octavio Paredes, Lautaro Reinoso, Tarquino Saltos, Leonardo Suárez, “Tucho” Méndez, Alfredo Avilés, Gabriel Sánchez, Nelson Echeverría, Eduardo Andrade, Fausto Orbe, José “De la leche” Morales, César Flores, Miguel Guarderas, César Pavón, Bolívar Andrade, Jorge Escobar, Raúl Maya, Francisco Páez, Fausto Orbe.

En los campeonatos barriales jugó por el barrio “El Batán”, en ese equipo tuvo como compañeros a Luis Encalada, Armando Guerra, Carlos y Bolívar Chávez, Cesar Andrade, Jorge Montalvo, Luis Chicaiza.

Foto © Elena Pavón.

Su vida profesional inició en el Colegio Nacional de Señoritas República del Ecuador. Después de unos años como profesor, fue nombrado Vicerrector del Plantel. En 1969, con algunos profesores amigos del Club Stalingrado, decidieron establecer un colegio nocturno (fundado el 13 de febrero de 1969), para dar oportunidad a la gente que no podía asistir al colegio en la mañana por asuntos de trabajo. Lo bautizaron como «Jacinto Collahuazo», para honrar la memoria del primer indígena intelectual, nacido en Otavalo, quien fue condenado a muerte por escribir la Elegía a la Muerte de Atahualpa y su hermano Átoco, conocido como Huáscar Inca.

Foto © Elena Pavón.

El licenciado César Pavón prestó sus servicios en el Instituto Normal Superior “Alfredo Pérez Guerrero”. Se acogió a la jubilación como Rector del Instituto de Artes Plásticas “Daniel Reyes”, de la ciudad de San Antonio de Ibarra.

Siempre estuvo comprometido en el bienestar de la ciudad de Otavalo. Fue elegido Concejal del Ilustre Municipio de Otavalo en varias períodos. También fue designado Vice Presidente del Concejo Municipal. Además, fue miembro activo del Comité Ejecutivo de las Fiestas del Yamor.

Foto © Mauricio Pavón.

Colaboró con muchas instituciones: Liga Deportiva Cantonal Otavalo, Sindicato de Choferes de Otavalo, Federación de Barrios, Gremio de Artesanos, Sociedad Artística, Asociación de Jubilados de Otavalo, Club México, Asociación Acción Otavaleña, Club San Sebastián. 

Foto © Elena Pavón.

Son recordados siempre sus discursos emotivos dados a la selección de Otavalo antes de los encuentros. Aquella vez que la Selección de Otavalo obtuvo el Tri-Campeonato cantonal de la Provincia de Imbabura: en un ambiente hostil en la ciudad de Ibarra, los jugadores y directivos eran provocados desde los graderíos. Primero fueron insultos y luego comenzaron a lanzar piedras. Una de ellas dio en la cara del licenciado Pavón y le provocó un sangrado. Pero con un pañuelo blanco, trató de contener la sangre mientras proseguía con el discurso para alentar a los jugadores de Otavalo. A pesar de las circunstancia adversas, la selección de Otavalo jugó para ganar 1-0 y salió triunfante del estadio de Ibarra. La felicidad del licenciado Pavón era indescriptible en la celebración, sin importar la hinchazón en la cara.

Su labor educativa fue reconocida por muchas instituciones. En 2019, en la Sesión Solemne para celebrar los 110 años de la Sociedad Artística, el licenciado César Pavón fue homenajeado junto a su hermano, doctor Raúl Pavón por sus relevantes servicios a la institución. El Ilustre Municipio de Otavalo le otorgó la Medalla Curiñan al Mérito Educativo, el 31 de octubre del 2020.

Foto © Elena Pavón.

 Recordamos en particular su insuperable apego a la ciudad que la vio nacer. Solía decir que:

el mejor trabajo fue servir a Otavalo y el mejor reconocimiento es el afecto, el cariño, el saludo del pueblo otavaleño

César Pavón.

Estuvo casado con doña Marianita Haro con quien procreó tres hijos: Elena, Mauricio e Iván. Falleció en Otavalo a los 82 años, el 1 de Mayo de 2021.

Arriba, siempre arriba
Su hijo Mauricio, Coronel de las Fuerzas Armadas del Ecuador, recuerda la inspiración obtenida de su padre:

«La más hermosa anécdota que tuve con mi padre y que podría afirmar se convirtió en el eje que guiaría mi vida en todos los campos, sean estos personal o profesional, fue cuando muy chico, a una corta edad, quizá habría cumplido unos 8 años, en una de mis traviesas visitas a su biblioteca, que dicho sea de paso, era su espacio preferido, lleno de obras literarias, donde se deleitaba leyendo por horas. Posiblemente para un niño eso realmente resultaba algo aburrido, sin embargo, con el paso del tiempo esas visitas avivaron igual mi gusto por la lectura.
Mientras curioseaba en su montaña de libros, me sentó apoyado en su regazo y conversamos por largo rato sobre lo que me gustaría hacer en el futuro.

Obviamente, con indecisión mencionaba algunas opciones, a lo que claramente a pesar de los años recuerdo que me dijo: “mijo, cualquier cosa que desee hacer en la vida, sea lo que sea, siempre debe de ser el mejor”. Curiosamente, puso un respetable ejemplo, “así se decida por ser cocinero, en eso tiene que ser el mejor”.
Y mientras lo escuchaba me hizo escribir una frase muy garabateada en un pedazo de papel que hasta hoy lo conservo, la misma frase que obviamente él ya la había plasmado anteriormente y me aconsejó seguirla por siempre, cabe aclarar que así lo he hecho y ésta ha sido mi motivación durante toda mi vida, y no solo para mi sino para mi familia entera:

Arriba, siempre más arriba. Apunta siempre al ideal que ambicionas, y si tu cielo se encapota, haz que arda con más fulgor la estrella de tu fé. Arriba, siempre más arriba.

César Pavón.

Esta frase me ha permitido tener la capacidad de visualizar y ser visionario, eliminar los prejuicios, crear propósitos, una meta a alcanzar con sus ventajas, compartir el tiempo con los compañeros que creen en estos reflejos positivos de voluntad, divertirme por el agradable aporte positivo a los compromisos del trabajo, a generar ideas nuevas para ponerlas en práctica; en fin, en algo a tratar de continuar con su legado.

Hoy por hoy, tal vez llegué a ser lo que creo, en su interior, él deseaba a qué me incline, he logrado sentir durante todo este tiempo su desbordante e inmenso orgullo cada vez que se obtenía un logro profesional, notoria alegría que se complementó con el seguimiento de mis pasos en la misma profesión por mi hijo Stéfano, hoy Teniente del Glorioso y victorioso Ejército de los ecuatorianos.

Su ausencia solo es física y temporal, sé que en algún momento nos reencontraremos para revivir ésta que considero mi mejor experiencia anecdótica con mi querido y amado Padre».

La conscripción cívica, hijiticos del alma…
Mucha gente que lo conoció recuerda anécdotas del licenciado César Pavón. Aquí ponemos una, compartida por uno de sus amigos. La transcribimos textualmente para conservar el espíritu de la ocasión.

«Para el año 2002, Otavalo estaba en la celebración de las bodas de ORO de la Fiesta del Yamor. Diversos actos previos se realizaban con miras a que esta edición sea relevante. Con antelación se había llamado a magnas asambleas para conformar el comité ejecutivo del Yamor de Oro que había recaído en la persona del Alcalde don Mario Conejo y el de Sub-director en el licenciado Patricio Guerra quien tuvo la durísima tarea de operar el Yamor 2002. 

Fue importante la convocatoria realizada a los señores ex-directores para conformar un comité de apoyo que no pasó de ser un cúmulo de buenas intenciones porque unos asistieron, otros se excusaron y otro envió por escrito su posición y sus aportes.

Tengo claro a los más visibles entusiastas miembros y colaboradores del comité de fiesta, pero quienes más se quedan en mi memoria son a los que tienen esa suerte de ser soldados y militantes devotos de la Fiesta del Yamor. Infaltables mis amigos: Alberto Bolaños, Steffko Kraljevich (que tomó en sus hombros la elección de reina del Yamor de Oro con ese gran productor quiteño el maestro Claudio Jácome Harb), Cesítar Chicaiza Corrales (+), el Dr. Luis Chalán (+), Mercedes Nicolalde (la Michita), Marcelo Campos Encalada, Andrés Chalán Endara, Patricio Villarruel, entre otros y por supuesto, no podía faltar el licenciado Cesítar Pavón Sánchez.

Cesítar Pavón, a quien guardo un gran respeto e inmenso cariño, fue parte importante de este comité. Él era como esa guía para que el Yamor sea brillante, para que la fiesta siempre tenga esa carga simbólica de amor a la tierra… “Cuidado, vea, Galo,
cuidado, vea, Alberto,
la fiesta es, hijiticos del alma, esencia mismo de la otavaleñidad,
cuidado si fallamos, no, no, no, óiganme bien…
la tierrita, hijo, ¡la tierrita!”.

Siempre presto para enseñar y respaldar con conceptos a las acciones. El licenciado Pavón y el licenciado Patricio Guerra eran las voces autorizadas para encaminar a los guambras noveleros por el camino correcto de la celebración.

El comité había decidido solicitar al General del Ejército, Luis Aguas, Comandante General de las Fuerzas Armadas, que sea el “PADRINO DEL YAMOR DE ORO”, pues su padrinazgo, con sobra de méritos, también garantizaba un apoyo logístico impresionante y nunca antes visto en Otavalo hasta ese año: las tarimas y graderíos, la movilización de casi todas las bandas musicales de las tres ramas de las FFAA, el apoyo en la seguridad con patrullas de vigilancia y muchas otras cosas más. (O sea como en todo, no hay amor sin interés)

El pedido debía realizarse en el domicilio del General en la ciudad de Quito y para ello se preparaba con antelación la numerosa comitiva presidida por el Alcalde, los concejales y el pleno del comité, más los curiosos y metidos que, entusiasmados partieron en un convoy de vehículos oficiales y no oficiales a cumplir con la misión encomendada.

El señor alcalde había tenido que cumplir en la mañana de ese mismo día, conjuntamente con el licenciado Patricio Guerra, varias gestiones inherentes a la administración y otras relacionadas con la fiesta, por lo que el encuentro en Quito estaba planificado para horas de la noche. Para acudir estaba lista la banda, volatería y mediano para el General Aguas que había confirmado recibirnos acompañado de su familia.

Recuerdo que cuando ya viajábamos, Alberto recibe la llamada del Alcalde y le pide que por favor coordine la comisión porque, junto con el licenciado Patricio Guerra se habían complicado en los tiempos y no iban a alcanzar a llegar al compromiso. 

-¡Imposible! 
-¿Cómo íbamos a ir sin Alcalde y sin el licenciado Guerra? 
-¿Quién podía hablar en representación del Comité y de Otavalo? 
-Le va a tocar, vea Galo. Nooo, mejor usted, Alberto, 
-¿Yoooo? Qué va! 
-¡Usted Marcelo, (Campos) usted ya está entrenado en echar lengua, 
-¡No, yo soy el maestro de ceremonia, el Licenciado Chalán pues! 
-No, no, yo para eso, no. 

Nadie quería asumir tremenda responsabilidad… el Alberto me regresa a ver, así como como cuando uno sabe que está a punto de ganarse algo, alzando las cejas y apuntando con la lengua dentro de la mejilla al licenciado Cesítar Pavón para luego y casi gritando decir: 

-¡Cesítar! ¡Licenciadito, usted es el hombre!
-¡Y todos, ¡claro, usted pues, licenciado! 

El licenciado Pavón con una tranquilidad pasmosa y con la sapiencia y seguridad que le caracteriza responde,
-No hay problema. Yo, pues, hijiticos del alma, Yo siempre preparado para las batallas cívicas por la tierrita, hijito. Si hacer la fiesta –ca- no es novelería, hijo. Es una cons-crip-cion cí-vi-ca; óigame bien, Galo, cons-crip-cion cí-vi-ca.

Tranquilos ya todos, llegamos al domicilio de nuestro homenajeado y empezó la alegría de la chagritud orgullosa de ser de Otavalo (no chagreria). 
-¡Viva Otavalo! 
-¡Viva el Yamor! 
-¡Viva nuestro Padrino! 
-¡Viva el Achitayta! 

La banda toca “No hay Como Otavalo”, se sueltan voladores, ¡chis pun chis pum! Andrés Chalán y Patricio Villarruel listos con la jarra de chicha para repartir a los anfitriones, el Dr. Luis Chalán con el piquete ya un poco adelantado tanto repartir en el viaje. Aparece nuestro Padrino con su familia en la puerta y Marcelo Campos empieza con la solemnidad tan normal en él a ejercer su papel de maestro de ceremonia; saluda y le presenta al licenciado Cesítar Pavón que trae el mensaje de Otavalo y el pedido oficial para que sea padrino del Yamor de Oro. Aplausos, vivas y el silencio total para prestar atención a la alocución del licenciado Cesítar Pavón. La misión: PEDIRLE QUE ACEPTE SER PADRINO DE LA FIESTA DEL YAMOR EN SUS 50 AÑOS.

Visiblemente emocionado empieza con tono de experimentado orador el vocativo:
-Distinguidísimo Señor General Luis Aguas, Comandante General del Ejército ecuatoriano, Comandante de las Gloriosas Fuerzas Armadas… Gladiador de grandes batallas que registrará la historia… Patricio de los héroes… Descendiente de los libertadores… Ejemplo de juventudes… Señora digna esposa de este insigne soldado de la patria… ¡Héroe del Cenepa!… (guarda un emotivo silencio y culmina el largo vocativo con un) … ¡MUCHAS GRACIAS!” y se acabó el discurso…

Nosotros esperando que haga el pedido, pero nada más. En la emoción del vocativo no dijo nada más. Solo atinamos a aplaudir y el General comprendió que, con tan largo y exultante halago en el vocativo, el discurso ya estaba por demás y era imposible negarse el padrinazgo, aunque oficialmente no haya escuchado una sola palabra sobre el tema.

El General nos agradeció y nos entregó una botella de un fino whisky. De darle trámite ipso facto se encargó el Dr. Luis Chalán Proaño.

Ya de regreso en el bus el Licenciado Pavón nos pregunta. 
-¿Qué tal estuve? 

Nosotros le respondimos, 
-“genial, licen, usted es un crack”. 

A lo que el Cesítar Pavón nos volvió a recordar. 
-Siempre hay que estar preparados para el llamado de la tierra. Óigame bien,  Galo; óigame bien, Alberto; la conscripción cívica, hijiticos del alma. Nunca se sabe cuándo la tierra nos va a requerir y hay que estar preparados siempre. (1)

En su larga trayectoria como educador en varios planteles, motivó a muchos estudiantes. En la vida local, su porte afable era sinónimo de amenas conversaciones y efusivas charlas que son atesoradas por sus conocidos. Su vida, centrada en el quehacer otavaleño, es la inspiración para la generación contemporánea que tiene a Otavalo como su propósito mayor. Hay personas cuya memoria merece ser recordada siempre; el licenciado César Pavón es una de ellas.


Fuente: Pavón, Elena y Pavón, Mauricio. Comunicación personal. 23 de junio de 2021. (1) La anécdota es contada por Galo Santillán en: https://otavaleando.wixsite.com/otavaleando/.