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Epílogo del Reencuentro

Posted on 2025-09-242025-09-24 by L. Hdez

EPÍLOGO DEL REENCUENTRO

Escrito por Jaime Núñez Garcés

Ocurrió durante una tarde soleada, cuando el octavo mes del año 2018 empezaba a encanecer. La acostumbrada lectura de sobremesa, cedió el paso a una tenue somnolencia, mis párpados, claudicaron ante la abstracta presencia de Morfeo mientras mi memoria empezó a deshilvanar imágenes recónditas, coloreadas de dulce añoranza. 

Este trance, hizo que minutos más tarde empuñara la pluma (herramienta recurrente), portando una buena dosis de inspiración, ésta, empezó a deslizarse hasta plasmar sobre el papel los párrafos evocadores:

A LOS OTAVALEÑOS AUSENTES

“Porque la tierra nunca está lejos” especifica el slogan de la caminata “Mojanda arriba”, principio que en los otavaleños querendones del terruño, tiene cumplimiento cabal. Hoy que los vientos veraniegos hacen presencia, reviviendo en la memoria instantes que ya forman parte de nuestra historia íntima, donde destacan las vacaciones largas, las excursiones a Rey Loma y demás vericuetos de ensueño, el rodar inagotable de bicicletas andariegas, los encuentros futbolísticos para patear balones Zambrano, Soria o canillas contrarias ya sea en el Vicente Solano o en el campín de Monserrate y así, tantas vivencias juveniles siempre presentes; pero sobre todo, la fiesta más alegre en la ciudad más amable… la del yamor.
No es errado afirmar que ha ido perdiendo identidad, quizá porque el “desarrollo” hace que muchos valores y lindas tradiciones vayan extinguiéndose. Fuimos protagonistas de la mejor época, en aquel entonces, el entusiasmo ciudadano constituía la tarea común, beber el vino ocre y degustar un exquisito y eternamente inigualable plato típico donde mama Tránsito Guerra, una exigencia del paladar; mover cadenciosamente la juvenil humanidad en los bailes barriales al ritmo de la Costa Azul, los Dandys, la Son Clave de oro o la Lira Otavaleña una necesidad inaplazable… en fin.
Habrán caído en cuenta estimados coterráneos que otrora, el yamor era motivo de un reencuentro de amigos y de familias, de a poco, va perdiendo vigencia tanto que la concurrencia de los otavaleños residentes en otras geografías ha disminuido notoriamente, de allí que me permito participarles esta inquietud ¿por qué no reeditar un reencuentro? Conforme mi apreciación y posiblemente vuestro parecer, el proyecto puede ser viable.
La propuesta formal. El domingo 2 de septiembre a partir de las 11h00, vayamos todos juntos al parque Bolívar, sarances residentes y ausentes: Grupo de Amigos, Celtas, Atabalibas, La jorga, Junior, Olimpic, etc. Una “inmigración” que constituya “la vuelta del chagra”, sin abanderamientos políticos de ninguna clase, porque tan solo enarbolaríamos el estandarte de la otavaleñidad. Será muy grato volvernos a encontrar, saludar después de haber transcurrido innumerables lunas, poblar el parque de amor filial, ofrendado al suelo que nos vio nacer, dejarnos cubrir con la “grande manta que cobija a todos”, volver a mirarnos en el espejo de nuestra propia identidad y más allá, de nuestras raíces.
El objetivo, incurrir en la tentativa de rescatar e institucionalizar un “Reencuentro de los Otavaleños Ausentes”, evento que a futuro podríamos reforzarlo. Como una posible alternativa para lograr la concurrencia anhelada, propongo viralizar esta cartita a través de las redes sociales con el ánimo de motivar a los amigos, compañeros, la familia y más paisanos que partieron en busca de mejores días.
Con un poco de suerte, hasta podríamos arrancarle una sonrisa al Rumiñahui con su expresión de roca milenaria.

Con un cálido abrazo y sincero de coterráneo
Jaime Núñez Garcés

Abriéndose paso entre las redes, el mensaje llegó a conocimiento de Patricio Proaño y más aún, a sus fibras íntimas, en grado tal que unas lágrimas habían acudido a los ojos de mi dilecto amigo, quien tuvo la gentileza de invitarme a una tertulia en su programa radial. Constituyó el punto de partida, innegable y prometedor, pues, las felicitaciones, los mensajes de texto y las propuestas, no se dejaron esperar, es decir ¡total aceptación! 

Conviene esclarecer que, al plantear mi proposición, no pretendía descubrir el agua tibia, no, de ninguna manera, porque anteriormente hubo dos eventos con características similares. En 1967 la fiesta “salió a la calle” y el primer número del programa general fue el “Recibimiento a los otavaleños ausentes” así llamado, tan emotivo como novedoso, consistente en la cariñosa bienvenida ofrendada a la caravana motorizada que, a eso de las veinte horas, ingresaba para dar una vuelta al parque entre saludos y agitar de pañuelos, con antelación, nuestros paisanos encolumnaban sus vehículos en el ingreso sur. Por iniciativa de Juan F. Ruales, nombrado director ejecutivo en 1980, tuvo cabida “La vuelta a la tierra”, al terruño o algo parecido, de allí que he utilizado el interrogante ¿por qué no REEDITAR un reencuentro” en la carta que prácticamente dio origen a un tercer capítulo: l. q. q. d.

Como es lógico, a una reunión donde iba a predominar la confraternidad característica entre los otavaleños, había que vestirla de frac, dotándole de esa esencia sintetizada únicamente en el saludo emocionado, el apretón de manos, el palmoteo en la espalda, el abrazo, la conversación amena, manifestaciones derivadas en lágrimas (como sucedió en más de un caso), los recuerdos emergiendo a flote para navegar con viento favorable, surcando sobre oleadas de otavaleñidad auténtica y sana diversión, ruta que con mano firme sobre el timón, supimos mantenerla durante siete maravillosas e inolvidables jornadas.

Aunque menores, las vicisitudes estuvieron siempre presentes, siendo la principal, el trámite engorroso tendiente a obtener tan solo la autorización para ocupar el parque Bolívar tanto que (en la anterior administración) estuvo a punto de ser negada porque a esa misma hora, tendría lugar “un concurso de perretón”. Alcanzado el acuerdo anhelado, cuatro o cinco perros cursientos que ni ladrar bien podían, estuvieron en la partida mientras frente al Rumiñahui, un manojito de rostros entrañables, grabados a cincel en nuestro interior, empezaba a congregarse. El insospechado aditamento de los últimos años ocurrió en más de una ocasión, la solicitud desaparecía, sea por traspapeleo o por obra y gracia de algún espíritu chocarrero. No así, cuando solicitamos el concurso de la Banda Municipal de Cotacachi, al día siguiente, el documento exhibía la sumilla “atender lo solicitado” ¿marcada diferencia verdad? Da que pensar… da que pensar.

No nos desanimó una antojadiza predicción de que “iban a asistir cuatro pelagatos” ¡oh sorpresa! Concurrieron muchos, muchísimos más y no precisamente del género predicho. El éxito aquel, motivó a que salten a la palestra los espontáneos voluntariosos, cuando el toro ya había embestido de buena forma, siendo recibido “al alimón” (suerte en la que dos toreros sujetan el mismo capote) o desde otra instancia, pretendan subirse a la camioneta.

La sana intención de alguna manera “oxigenar” el reencuentro, nos motivó a establecer un priostazgo o apadrinamiento de carácter anual, solicitando al Club Riverton (institución de larga e importante trayectoria), hacerse cargo de la organización, conservando el formato establecido: ERRARE HUMANUN EST, “a la hora del té”, se trastocó el verdadero significado, la esencia misma, dando cabida a que el Dios Baco sea la figura protagónica.

Para quien estos párrafos escribe, complace sobremanera y provoca una inmensa satisfacción, el haber sido el suscitador de una tercera etapa del abrazo filial de los “apagavelas” ausentes a su lar entrañable y fecundo, de no haberme nacido hace ocho años tal inquietud, el resto de reencuentros revanchistas y desenfocados no existirían… simple y llanamente.

Llegada la hora de arriar las velas de esta nave, al tocar puerto y desembarcar, quiero extender el agradecimiento a todos quienes contribuyeron, fijando un rumbo de apego a nuestro otavalito de siempre. Añadiendo un abrazo sincero a mis hermanas y familia en general, mi reconocimiento también al Club 24 de Mayo y a la UTN; Ramiro Velasco nos colaboró todos los años con el sustancioso vino ocre, las sabrosas empanaditas nos brindaba el negrito Hinojosa, cómo olvidar los detalles significativos de Luis Salazar y en su momento, por la Dra. Alexandra Bucheli y el Dr. Reinaldo Páez, pudimos disfrutar de la actuación de un grupo musical. Al inicio, una gestión del Cnel. Javier Coral, posibilitó la presencia de la Banda de la FAE y, sobre todo, gracias de todo corazón a mis coterráneos ausentes, vuestra presencia engalanó con creces una sana intención cual fue, la de tornar a ser protagonistas (al menos por unos instantes maravillosos) del añorado ambiente que antaño caracterizaba a nuestra fiesta ¡VIVA OTAVALO!

Un video conmemorativo puede ser visto aquí:

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Fuente: Núñez Garcés, Jaime. Comunicación personal, 23 de septiembre de 2025. Fotos © 2025 Jaime Núñez Garcés.

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