Escrito por Marcelo Valdospinos Rubio
Este es un homenaje que nace del corazón. Del afecto. De la admiración. De la amistad. A un Gustavo Alfredo Jácome que es el poeta mayor de la otavalenidad. Y resalto lo de poeta, por sobre sus otras sabidurías, porque como verdadero poeta alumbró el pasado y vislumbró el futuro, más allá de lo que científicamente hacen los antropólogos, los historiadores. Y, además, por su compromiso con sus raíces y su identidad terrígena: Vengo por cauces pretéritos,/ desde ignotos meridianos./ Inmigrantes pulsaciones/son el ritmo de mis años./ Siento el jadear de unos hombres/ en mi pecho y en mis brazos/y su trajín trashumante/ yo prosigo, paso a paso./ Rebusco mi yo en la arcilla/ de cántaros enterrados./ Y en una astilla de luz/ de un lucero milenario./ Ciertamente un canto a la andinidad otavaleña.
La poesía, la buena poesía, es alimento del espíritu de los pueblos. Bien dice Diego FaIlón, poeta tolimense, al referirse a los andes enlutados de distancias, que son ‘cenizas de mundos ya juzgados’. Reflexión de una eternidad andina.
Jácome nació en esta tierra multiplicada de montañas, lagos y maizales. Y entretejida de etnias diversas, que miraban el destino con esperanza. La textura de nuestro paisaje es verde, como diría el poeta ‘un verde de todos los colores’. O amarillo. Amarillo de grano maduro, agostado por el sol, que es como una polifonía de sonoridades ancestrales, rondadores, pingullos y colibríes. Sus sonidos se adueñan del paisaje. Es el verde y el amarillo que se anidó en el alma de Jácome y él los reinventó en versos prístinos y atávicos.
Gustavo A. Jácome, por su grandeza, se torna en patrimonio y espejo de esta colectividad andina. Jácome es el predilecto hijo de Otavalo. Otavalo que siempre estuvo presente e invariable en su retina. Enamorado, Ileno de ausencias, le canta: Yo retornaba a tu lado después de cada trimestre estudiantil./ Y te encontraba aquí y allá como siempre, salpicada de lagunas./ Otras veces aromada de musgos navideños, frutecida de maizales, /morena de montes, valles y praderas tendidas al sol.
El lírico nariñense Aurelio Arturo, al referirse a Colombia, su Colombia, lo define como las colombias, así en plural. Parodiándolo diría los ecuadores. Sí, los ecuadores diversos y mestizos: el Ecuador andino, el Ecuador tropical y marino, el Ecuador selvático y mítico. Y bajo este contexto Otavalo fue y es país testimonio, donde surgen mestizajes laboriosos y protagónicos. Bien sentencia José María Arguedas ‘siempre se es mestizo de alguien’. O, William Ospina ‘el mestizaje es el rostro del futuro’. El Otavalo mestizo, que no excluye a nadie, a quien con ternura y pasión, lo exulta Jácome: ¡Ah, Otavalo! ¡Otavalo!/Te grabaré así, aquí adentro,/ donde siempre te he llevado, /en las raicillas del alma, /en mi pleno meridiano./Y me abriré todo el pecho/ y mi lírico costado, la que todo el mundo lea/ tu solo nombre, Otavalo.
Para hablar de Gustavo Alfredo Jácome hemos invitado a uno de los más notables ecuatorianos contemporáneos, hombre teñido de inteligencia, respetabilidad y ética, a Marco Antonio Rodríguez, quien enarbola la palabra hasta identificarla con la claridad de las estrellas. Amigo abierto y leal con las causas de Imbabura. Expresidente de la Casa de la Cultura Ecuatoriana, Benjamín Carrión, entidad que exhibía como blasón mayor su autonomía, hoy sepultada bajo redes burocráticas y reglamentarias. Exprofesor de la Universidad Central. Miembro de Número de la Academia Ecuatoriana de la Lengua. Y escritor brillante. Cada vez que recurrimos a Marco Antonio, deja todo de lado, y acude voluntarioso a nuestro llamado.
Muy contento de que el Núcleo y el 24 de Mayo hayan formalizado un convenio de asistencia recíproca, sin lugar a dudas que esta asociación permitirá romper silencios y proyectar las letras y las artes, en beneficio de Otavalo. Agradezco y felicito al dilecto amigo Luis Fernando Revelo, por su solidaridad cultural con Otavalo, Presidente quien dirige con tanto acierto el Núcleo. Y a Patricio Galarza, talentoso conductor del 24 de Mayo por esta iniciativa. Este Memorial es ejemplo de tareas compartidas.
Agradecer a ustedes que permanentemente nos acompañan en estas jornadas de la otavaleñidad profunda. Y del rescate de los imaginarios socio-culturales de la ciudad de Bolívar. Y en esta vez para estar junto al recuerdo del notable y granado Gustavo Alfredo Jácome, que después de una agonía larga y silenciosa muere a los 105 años de vida. Fallece el espíritu cristalino y luminoso de la otavaleñidad.
Estuve muy ligado al maestro y amigo Gustavo Alfredo Jácome, cuando él presidió el Comité Sesquicentenario de Otavalo. Fui parte de él. Sesiones que fueron viajes a la memoria y al redescubrimiento de un pueblo que vivió de pie, con sencillez, con hombría de bien y valerosamente.
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Fuente: Valdospinos Rubio, Marcelo.