Uno de los otavaleños más grandes que ha dado esta tierra es Hugo Cifuentes Navarro. Nació en 1923 en el seno de una familia humilde, desde niño demostró su afición por el arte y a temprana edad se destacó en la escuela como un extraordinario dibujante que plasmaba con singular profundidad los paisajes y personajes de su Otavalo natal.
Gracias a la influencia de los indígenas que llegaban cada semana al negocio de su madre, se embebió de los arpegios del sanjuanito, del cachullapi y del albazo de fuerte raigambre territorial. Debe haber sido esta misma cercanía la que influyó en su ideología, ya que fue uno de los más lúcidos intelectuales de izquierda del país, y se convirtió durante los años setenta en el ideólogo del Frente Cultural del Ecuador y del Movimiento Cultural Noviembre 15, en cuyas filas militaban los más destacados escritores, dramaturgos, pintores y poetas revolucionarios del país.
Durante la primera fase de su vida artística se le conoció como un insigne pintor que dominaba las técnicas de la témpera y la acuarela, aunque sus aguatintas de gran contenido filosófico y social le hicieron ser reconocido en la plástica internacional como uno de los mayores pintores latinoamericanos de esa tendencia. Paralelamente, se dedicó a la fotografía artística y utilitaria, y se convirtió en uno de los primeros fotógrafos del país, cuya fama lo llevó a retratar a varios presidentes de nuestro continente. Hugo Cifuentes logró lo que pocos fotógrafos latinoamericanos: el Premio Internacional Casa de las Américas en 1983 por su serie Huañurca, realizada conjuntamente con su hijo Francisco Cifuentes, en la que con fotografías en blanco y negro, se relata la ceremonia fúnebre a un niño indio, su velorio, su traslado y su entierro. Este trabajo revela la cotidianidad, la tradición, el misterio y las costumbres de las comunidades ecuatorianas. El arte en sus manos Fue conocido por ser el padre de la fotografía contemporánea y un personaje polifacético. Se destacó como pintor, compositor, dibujante y sobre todo fotógrafo.
Mostró la cultura andina, la danza, la fiesta, la música y la religiosidad de los pueblos y comunidades del norte del país. Aunque no fue un músico de carrera, Cifuentes dejó varios temas inmortales como Yumbos, Toro barroso, ‘Ñaupador y La Canción de los Yangas, composiciones que mostraron la tradición ancestral del Ecuador.
Su estudio fotográfico, primero en la calle Guayaquil y luego en la Amazonas, fue el taller del pensamiento más vanguardista de esos años, en la capital de Ecuador. De sábado en sábado se reunía con amigos para estudiar a José Carlos Mariátegui, a Adolfo Sánchez Vásquez, a Georg Lukács, clásicos del marxismo en materia estética. Hugo oficiaba del guía más preclaro en esos laboratorios de lectura y en los largos y profundos conversatorios en donde de mantenía, tratando en descifrar las claves de la filosofía marxista y de construir los paradigmas estéticos de lo que debía ser el arte revolucionario en el Ecuador y en América Latina. Eso quedó registrado en la revista literaria Procontra.
Reuniones con el escritor Juan Andrade Heymann, los poetas Raúl Arias, Iván Carvajal, Rafael Larrea, Ulises Estrella, Alfonso Murriagui, el pintor Guillermo Muriel, Alejandro Moreano, Reghina Katz, Rocío y Enrique Madriñán, Javier Ponce y algunos otros coidearios formaron una especie de ariete intelectual de los movimientos de izquierda, varios de ellos provenientes de los tzántzicos. Mientras en otras vecindades intelectuales hacían lo mismo escritores como Raúl Pérez Torres, Iván Égüez, Pancho Proaño, Humberto Vinueza con quienes mantenía lazos de amistad, y algunas normales diferencias, más políticas que ideológicas.
Cuando en 1984 ganó las elecciones León Febres Cordero, tuve que volver a Otavalo en una especie de fuga política precipitada. Hugo y varios otros amigos venían periódicamente a visitarme. Hugo más, pues su amor por Otavalo era entrañable, aunque sentía vergüenza ajena de sus administraciones municipales mediocres y varias de ellas corruptas; lo que le enervaba sobremanera, pues era un intelectual marxista incorruptible.
Una larga enfermedad fue minando su salud, hasta que en 2000 dejó de existir, a la edad de 76 años. Dejando un legado cultural a Ecuador y a Otavalo que hasta ahora no ha sido valorado en su total dimensión.
Hugo Cifuentes es uno de los otavaleños y ecuatorianos más importantes de nuestra historia cultural y su obra merece ser recordada por todas las generaciones. Solo la canción ‘Toro Barroso’, ya es digna de un homenaje imperecedero que le debe su ciudad a uno de sus más preclaros hijos.
Fuente: Ruales, Juan F. “La obra fotográfica de Cifuentes continúa vigente”. eltelegrafo.com.ec , 25 de junio de 2016. Web. 20 de julio, 2016.