Presentamos a don Marcelo Tabango, un otavaleño que se radicó tempranamente en Quito. Comparte algunas de las historias de su familia: la de su tío Luis “Avicinio” Paredes, seleccionado nacional del Ecuador y, la de su padre, don Salomón Tabango. Realizó una tarea formidable para rastrear el árbol genealógico de su familia.
Marcelo Salomón Tabango Suárez nació en Otavalo en y sus padres fueron don Angel Salomón Tabango Chávez y doña María Luisa Suárez Paredes. La casa de su familia estaba ubicada en las calles Mejía y Roca. Los vecinos del barrio eran las familias de Aníbal Buitrón, Echeverría, Pinto Murillo, Narváez Albuja, familia de Manuel Romero, Albuja Muñoz, Jácome Pinto, Endara Bolaños, Jaramillo Valdospinos, Pareja Cisneros, Vinueza Gómez, Males, Vargas, Miño, Dávila, Orbe, Carrillo, Escobar Vargas, Viñachi, familia de Germán Mejía, Jaramillo Miño, sus tías Isabel y María Paredes Proaño. El padre de Marcelo Tabango tenía una pequeña tienda en el barrio, su mamá tenía una pequeña panadería.
Escuela
La escuela Católica Ulpiano Pérez Quiñones fue donde hizo la educación primaria. Recuerda los nombres de todos sus compañeros: Aguilar Iván, Armas Miguel, Barahona César, Barragán Guido, Brazales Antonio, Benalcázar Fabián, Cerón Antonio, Cisneros Francisco, Cruz Fabián, Chávez Bolívar, Chicaiza Adrián, Faz Roberto, Flores Julio, Flores Lautaro, Flores Marco, Flores Miguel, Gualsaquí Luis, Guerra Alejandro, Guerra Byron, Guerra Marco, Hinojosa Marco, Jaramillo Manuel, Maldonado Rubén, Mejía José A., Mora Luis, Moran Mario, Muriel Guido, Nicolalde Adrián, Núñez Edgar, Oyagata José M., Pazmiño Fredy, Pazmiño Joaquín, Pérez Pablo, Proaño Jorge Remigio, Puente Carlos, Salas Marco, Salas Segundo M., Salazar Segundo, Salvador Raúl, Sánchez Gerardo, Sánchez Jaime, Sánchez Marco, Sosa Marco T., Vaca Mario R., Villa Octavio y Villalva Oswaldo. 47 compañeros, año 1962 al 1963.
Colegio Otavalo
Estudió en el Colegio Nacional Otavalo cuando éste funcionaba detrás de la Sociedad Artística. En su segundo año, se decidió trasladar el colegio al antiguo local de la “Colonia Santa Rosa”. Algunos estudiantes de los primeros cursos ayudaron en el traslado de los muebles, de las piezas del museo arqueológico y de la biblioteca. Los estudiantes de los cursos superiores ayudaron en el transporte de los distintos aparatos de los laboratorios de física y química.
Los profesores de su época colegial fueron:
doctor Villacis, Rector del Colegio,
señor Gabriel Rojas “Pajui”, Inspector,
señor Carrillo, (papa del “Cuqui”), Inspector,
señor Vicente Larrea, Inspector General,
señor Mancheno, profesor de Matemáticas,
señor Alfredo Males, profesor de Matemáticas y Geometría,
señor Gustavo Chauvin, profesor de Física,
Señor Cabascango, Química Básica,
señor Francisco “Paco” Páez, profesor de Educación Física,
señor Max Corella, profesor de Educación Física,
señora Alicia Jarrín, profesora de Historia,
señor Galo Echeverría, profesor de Geografía Universal,
señor Luis Vargas, profesor de Geografía Universal,
doctor Rubio, profesor de Geografía,
señor Samaniego, profesor de Inglés,
señor Aníbal Bonilla, profesor de Inglés,
señor Carlos Alulema, profesor de Lógica y Ética,
señora Marina Larrea, profesora de Etica y Moral,
señorita Rosa Piedra, profesora de Castellano,
señor Germán Proaño, profesor de Educación Musical,
señor Guillermo Cobos, profesor de Educación Músical,
señor Jorge Barahona, señor Acosta, señor Nicolás Sarzosa,
señor Cabascango, profesor de Herrería,
señor Guillermo Castro, enseñaba Encuadernación,
señor Beltrán, Colector.
Los porteros eran los señores Narváez y Quilumba.
“Cuando cursaba el tercer año, se cerró el colegio Fisco-Misional Vicente Solano, y la mayoría de los estudiantes pasaron al Colegio Otavalo, en donde nuevamente me reencontré con muchos de mis compañeros de la escuela: Agustín Rodríguez, Rommel Sánchez, y otros más. Recuerdo que ante el incremento de alumnos, se asignaron más aulas y paralelos, por lo que se requirió más profesores de planta. Recuerdo que había estudiantes mujeres, una señorita Sánchez, hermana del “Gato” Sánchez, de Monserrat, la señorita Castro, hija de don Guillermo Castro, la señorita Espín, hija del señor que vendía las máquinas de coser Singer. Recuerdo que los años en la escuela y los primeros del colegio fueron de horario presencial por la mañana y por la tarde, después vino la jornada única a nivel nacional en todos los centros de educación”.
El coche de madera
Había las carreras de coches de madera en la cuesta de Imbaya que tenían mucha acogida entre la gente. A la entrada al cementerio había una mecánica del señor Pastor, valiéndose de esta amistad y de la cercanía al taller de carpintería del señor Pedro Pareja, Marcelo y sus amigos armaron un coche de madera con la novedad que para las llantas usaron rulimanes de acero, lo que le proporcionaba más rapidez en comparación con los otros coches.
Con el coche listo, el único problema era subir la cuesta de Imbaya hasta la hacienda del señor Agucho Rodríguez. Allí cerca estaban las haciendas de la familia Estrada y de la familia Benítez. Desde ahí bajaban los bólidos con la intención de llegar en una sola pieza hasta el cementerio. Los amigos se ofrecían a ayudar a subir el coche con la condición de que les dejara manejar.
Marcelo, que era llamado “Salo” por sus amigos, guardaba celosamente el coche en casa. Un día llegaron sus amigos a buscarle pero Marcelo no estaba en casa y abrió la puerta la mamá.
-A quién buscan?
-Al “Salo”.
La mamá, desde la puerta , grita hacia adentro:
-“Salo”, te buscan!
Pero salió don Salomón, quien también era llamado “Salo”.
-Venimos a buscar al “Salo” para irnos a Imbabuela con el coche de madera.
La mamá preguntó curiosa:
-Cuál coche de madera?
Y se descubrió el secreto. El coche que estaba bien pintado y listo para las competencias fue hallado junto al gallinero de la casa enseguida fue destinado a ser leña del horno de pan. Debido a esta circunstancia, los sueños de Marcelo de ser un piloto de Fórmula 1 quedaron reducidos a cenizas, literalmente.
El club de básquet Olimpics
“Adrián y Mauro Carrillo, Waldo y Hugo Andrade, Miguel y Néstor ‘Cabezon’ Valdospinos, Luis y Gonzalo Nicolalde, Carlos Tapia, Luis Albuja, Patricio Sotomayor, Carlos y Marcelo Bucheli, Fernando Rueda, Edgar Rodríguez, Jacinto Loza, Ramón Barahona, Báyron Guerra y Guido Hernández, que fueron compañeros y amigos del colegio con quienes conformamos un equipo de basket, Los Olimpics, que compitió en los campeonatos de clubs y además, fueron parte de la selección del colegio Nacional Otavalo de esa época”.
El Mundial de Inglaterra
Ecuador aún no tenía suficiente cobertura para la emisión de programas de televisión. En el volcán Chiles, en la frontera de Colombia y Ecuador, había una antena repetidora de un canal de televisión de Colombia. Gracias a esta circunstancia geográfica, los partidos del mundial de fútbol se los podía ver desde Quichinche. Entonces los buses de la Cooperativa 8 de Septiembre, en vez de anunciar: “A Quichinche, a Quichinche!”, anunciaban, “Al mundial, al mundial!”.
“Aprovechando las circunstancias, Marco Moreno, hijo del dueño de la ferretería del señor H. Moreno, que vendía las televisiones y las antenas, nos propone hacer un negocito a nosotros los amigos, Rommel Ruiz, Edmundo Donoso, Marcelo Orozco y yo. Armábamos las antenas e instalábamos técnicamente los televisores y antenas para que sintonicen el canal que retransmitía el mundial de Inglaterra, en todas las casas de la parroquia de Quichinche”.
Diversión
“En los días de vacaciones y las tardes después de clases, había algunos sitios de diversión: jugar el futbolín, por ejemplo. Frente a la entrada del Colegio República del Ecuador, en las calles calle Modesto Jaramillo y Juan Montalvo, el dueño era un señor Vallesteros quien vendía las fichas para activar el juego de 5 bolas. También alquilaba revistas de Supermán, Batman, Halcón Negro, Gene Autry, Hermelinda Linda, lucha libre, “El Santo”, “Blue Demon”.
“Otra diversión era jugar ping pong en el Centro Ecuatoriano-Norteamericano, en el segundo piso de la casa del doctor Brazales, en la calle Modesto Jaramillo y Piedrahita. Tambié, en la residencia del padre capellán de la iglesia de San Francisco, Padre Polibio Andrade, en la calle Simón Bolívar y Piedrahita, había un cuarto que tenía una mesa de ping pong, que los sobrinos del Padre Andrade, Jaime y Guillermo Cevallos, nos permitían practicar ese deporte”.
“Estaba la peluquería del señor Jorge Jácome, sitio de reunión de una gran cantidad de amigos de todas las edades, para los nuevos diseños de cortes de cabello y la guarida para una buena perfumada previo a una cita con alguna enamorada”.
“En la esquina del parque estaba la famosa papelería de don Hugo Jácome. En el Parque Bolívar, frente de la iglesia de San Luis, en la calle Simón Bolívar, estaba el almacén de abastos de don Humberto Andrade que también vendía unos ricos helados y una variedad de dulces y bebidas”.
“Hacia el sur, entre las calles García Moreno y Bolívar, había “La Vendimia”, una dulcería de pasteles, bizcochos, sanduches de pernil y un rico café, de propiedad de la señora Rengífo. Desde ahí, diagonal y en la vereda del frente, estaba el “Camba Huasy”, del seños Héctor Paredes y después del señor Yánez. Ahí vendían unos hot dogs con mostaza, unas picaditas, un vino caliente con una rajita de limón”.
“Luego, los hervidos del “Bambi”, en la calle Juan Montalvo y Sucre de don Pedro Echeverría, a su lado la casa del profesor Luis Nicolalde, padre de mis grandes amigos Gonzalo, Marcelo y Mechita Nicolalde, en la misma casa la familia Ruiz, mis amigos Edmundo y Blanquita Ruiz, al frente el almacén de abastos de don Pedro Rueda, su hijo, un gran amigo, Fernando Rueda”.
“En la calle García Moreno entre Bolívar y Sucre, había una casa en donde tenía su sede el club México, se podía jugar parchis, barajas, billar a tres bandas, pero solo para mayores de 18 años. La amistad con el administrador, don Cobita, nos permitía ver los juegos de los mayores. Mi atracción era el billar, allí jugaban, César Orbe, el admirable don Segundo Plazas, (manco) ”quien jugaba con un solo brazo”, Carlos Maya, Raúl Rosales, Pedro Morales, Ramiro Coba y tantos más, muchos jugaban apostando dinero, los aprendices apostábamos el sánduche, la cola y el pago del tiempo de juego”.
Las vacaciones de Semana Santa eran aprovechadas para hacer caminatas a Mojanda, al Imbabura o al Cotacachi. Nos cuenta una historia única sucedida en uno de esos paseos.
El rayo
En el año 1967, cuando tenía 17 años, Rommel Ruiz los había invitado a una excursión de tres días. Los que se anotaron fueron Byron Guerra, Efrén Hidrobo, Jorge “Santuario” Donoso, Rommel Ruiz, Gonzalo Nicolalde y Marcelo Tabango. Eran jóvenes y para ellos nada era imposible. Tomaron un bus hasta Achupallas y desde ahí se internaron en la montaña bajo la dirección de Rommel. El primer día era el ascenso por el lado occidental del volcán, el más asequible. Mientras subían, el aire se enrareció, vino una neblina que anunciaba lluvia
Iban protegidos con los ponchos de agua y en un momento alguien hizo esperar pues deseaba orinar. Molestos, el resto de miembros decidió hacer lo mismo…entonces, ocurrió una experiencia que los hizo valorar la fragilidad de la vida humana: un rayo cayó a unos metros delante de ellos. Sintieron las ondas eléctricas pasar bajo sus pies. La luz desapareció instantáneamente al igual que el estruendo sonoro. Si en vez de descansar hubiesen caminado, el rayo habría caído directamente sobre ellos y los habría fulminado.
Les tomó algunos minutos entender lo que había pasado y “después de esto continuamos la caminata y llegamos a la cueva de las piedras lastras, un refugio que usaban los excursionistas antiguos, estábamos muy cerca de la nieve del volcán, se prendió una fogata, calentamos una caldera de agua con hierbas de sunfo, endulzamos con panela y un rico pan de casa que llevé yo, una noche de recuperación y secado de ropa en la fogata. El segundo día, muy por la mañana, comimos un rico café con pan y alfeñique y nos dedicamos a lo que habíamos venido: a jugar con la nieve. Con un poncho de lana que llevé, lo utilizamos como trineo, subíamos unos 30 metros por la nieve con gran esfuerzo y una resbalada rápida. Fue una formidable experiencia para todos. Para el almuerzo tuvimos atún enlatado y unas papitas ahumadas e iniciamos la caminata hacia la laguna de Cuicocha”.
“Mientras bajábamos nos cubrió una neblina tan densa que nos desviamos del camino de regreso, y escuchamos de Rommel decir: ‘Creo que estamos perdidos…”. Con los rostros preocupados y la oscuridad que se acercaba, un sonido del motor de un vehículo nos puso en alerta y dirigiéndons hacia allá descubrimos que estábamos cerca de la carretera y nos encaminamos al embarcadero de la laguna de Cuicocha. Acampamos ahí y tuvimos de merienda fritada con tostado que llevó uno de nosotros”.
“El tercer día muy por la mañana, nos embarcamos en un bote y fuimos al islote que tenía cabañas, recorrimos los senderos y por la tarde regresamos al embarcadero, tomamos una camioneta que nos dejó finalmente en Otavalo”.
Las bicicletas del señor Viñachi
“Vale recordar como aprendí a manejar la bicicleta, como un buen vecino del señor Viñachi, que tenía un taller de reparación y arrendaba bicicletas, se alquilaba por tiempo determinado y a divertirse con grandes caídas y las típicas magulladuras en piernas y brazos, hasta llegar a dominar el equilibrio y velocidad sobre la bicicleta, las practicas lo hacíamos en la plaza Sarance, porque las calles de Otavalo en esa época eran empedradas y las caídas dolían mucho”.
“Recuerdo que tener una bicicleta de distinto modelo y de marca famosa costaba mucho, cuando cursaba el colegio, se dio el auge de las bicicletas y la mayoría de profesores en el colegio Otavalo compraron, era un medio de transporte económico, por cuanto el colegio se trasladó a la famosa Colonia Santa Rosa que quedaba junto al estadio y camino del barrio San Juan, me fue difícil tener una bicicleta propia para mis aventuras, ante la pérdida del coche de madera que le incineró mi madre en el horno de la panadería, tuve que buscar otra táctica para realizar mis aventuras juveniles, la cual era pedirle prestado a un muchacho colombiano de nombre Antonio Chunchir, que vivía en mi casa y ayudaba a mi madre en la panadería. Fue mi gran amigo que me permitió con su linda y completa bicicleta hacer grandes viajes a Cotacachi, Atuntaqui, San Pablo, Quichínche, Ilumán, hasta por las noches, porque tenía un sistema eléctrico de dinamo y una poderoso lampara que alumbraba el camino de los buenos amigos de aventura en bicicletas, Waldo Andrade, Luis Albuja, Carlos Bucheli, Patricio Sotomayor”.
“Tengo un grato recuerdo del maestro Viñachi, que cuando llegaba el fin de año, confeccionaba sus originales años viejos, eran con movimiento, usando su inteligencia como mecánico y en base a los pedales, cadenas y piñones de las bicicletas, para darles movilidad a sus originales trabajos, un verdadero artista que recuerdo”.
Ecuavoley
“Para hacer deporte sin necesidad de tantas personas, se armaba un partido de ecuavoley en las dos canchas que había en la Sociedad Artística, una invitación para ver y animar a buenos jugadores como el “Rufo” de la primera línea, Rojas de El Empedrado, el profesor Carlos Vallesteros y otros jugadores, con buenas apuestas económicas. Las canchas las administraba el señor Paredes, que vendía los caldos de gallina en la avenida 31 de octubre, diagonal a la gallera municipal. En estas canchas también se realizaban eventos de box pagados”.
“Otro sitio para un buen partido de voley, era un patio en el patio del edificio palacio municipal, en donde guardaban los materiales de la empresa eléctrica de Otavalo. Había buenos partidos con apuesta de dinero, el grupo hacia vaca para las apuestas, mis amigos Mauro Carrillo, Waldo y Hugo Andrade, una gran tripleta, enfrentando a los duros como el señor Picón y Santacruz”.
Indor fútbol
“Los grandes partidos de indor futbol, muy cerca de mi casa estaba la plaza Sarance, en las calles Mejía y Atahualpa, diagonal al camal y con limite la parte occidental la propiedad donde nació y vivió mi pariente Luis Paredes Sanchez (Avicinio). La cancha era compartida por los barrios San Blas y el Empedrado, cuna de muchos jugadores para los distintos equipos de la ciudad: Gustavo Pareja, Edison Jaramillo, Hugo Jácome, los hermanos Marcelo, Marco, Raúl Orbe, su primo Rodrigo Orbe, Sixto Carrillo, Edwin Alvarado, hermanos Adrián y Mauro Carrillo, los hermanos Días, cuyo papá vendía helados de cono en una carretita, el gran arquero Manuel Pinto, los amigos del barrio El Empedrado, los hermanos Melo (hijos del Pacho Melo), el hermano mayor de Patricio Proaño, los hermanos Rojas, los hermanos Salas, los de la talabartería Milton Echeverria, Melchor Ayala, los del barrio de Punyaro, Rommel Sánchez, Marco Pazmiño y otros amigos y vecinos”.
Ayudante
“Como buen vecino, los días sábados ayudaba en el bus de Marco Buitrón, hermano de Aníbal Buitrón. A las cinco de la mañana, salíamos al Lago San Pablo, al sector del desaguadero en la comuna de Camuendo, en donde embarcábamos los bultos de ropa manufacturada por los indígenas y la llevábamos a la Plaza de los Ponchos en donde los descargábamos. Los viajes con carga y pasajeros finalizaba a las ocho de la mañana y quedábamos libres hasta la tarde cuando nuevamente cargábamos los bultos de retorno. En medio de estos viajes, como compensación del trabajo, recibía un rico refrigerio de cosas finas en el mercado 24 de mayo con un rico ponche del señor Meneses y un vaso de jugo en el quiosco de la señora Rosita Vásquez”.
Natación
“No faltaba un sábado una buena práctica de natación, acompañado de buenos amigos en la piscina de Las Lagartijas, con un buen cucayo de cosas finas comprado en el mercado 24 de mayo. No puedo olvidarme de la piscina de agua amarilla, localizada al inicio de la cuesta del camino a Quichinche, allí aprendí a nadar a los 9 años; para nadar en la gran piscina el Neptuno, uno debía ser un gran nadador, allí se entrenaban los grandes nadadores como: Darío Acosta, Byron Buitrón, Luis Salazar, los hermanos Quilumba, Isauro Puente, Marcelo Orozco, Fernando Pazmiño, Rommel Ruiz”.
“El profesor Paco Páez calificaba a los alumnos del Colegio Otavalo quienes debían saber nadar para aprobar el examen final. Lanzarse desde la tabla equivalía a 15 puntos, si no podía, perdía el año. Como buenos amigos y compañeros, pactábamos para que se lancen desde la tabla y nosotros les socorríamos sacándoles del fondo de la piscina y así pasaban el año. Es increíble pero hasta la graduación había compañeros que nunca aprendieron a nadar. Recuerdo a Washington ‘Katio’ Méndez, quien se lanzaba de cabeza desde el florero hacia la parte profunda de la piscina”.
Los Teatros Bolívar y Apolo
“Los teatros Bolívar y Apolo en mi época, tenían una variedad muy grande de películas. En el Teatro Bolívar se proyectaban películas de tipo americano, italiano y mundial, con sus respectivas restricciones de censura de edad, con el inconveniente de la traducción en la parte inferior de la película. Recuerdo que vi la película Ben Hur, de duración más de 4 horas y muchas otras, el estreno se iniciaba los días viernes y toda la semana doble con otras películas, el precio de la entrada era un poco más alto, había tres opciones de sitios, luneta, intermedio y la famosa galería”.
“En el Teatro Apolo había dos opciones: luneta y galería. El estreno era una película mexicana de mariachis, la vida de famosos jinetes y aventureros en las haciendas populares y revolucionarios de México, de Mario Moreno “Cantinflas”, la vida de cantantes mujeres y hombres de la farándula del momento, las películas de los famosos luchadores como el santo, bludèmon y otros, que fueron muy famosos y que cambiaron e influenciaron hasta la presente en la vestimenta de nuestros indígenas en las fiestas de San Juan, los estrenos eran los días viernes con un doblete de algún otra película taquillera del momento, recuerdo tanto unos terribles amontonamientos para comprar las entradas a galería, la mayoría indígenas, los famosos ciudadanos Inteños, comerciantes que venían de la zona occidental de la provincia de Imbabura la zona cálida de Intag, trayendo sus productos de la costa, para vender en el mercado 24 de mayo y divertirse un buen momento en la ciudad, y demás ciudadanos, las funciones se iniciaban a las 9:00 en punto de la noche hasta la media noche, el negocio más rentables de la ciudad y todos felices con un inicio de fin de semana activo. Recuerdo de la película más taquillera de terror El conde Drácula con el actor Christofer Lee, con traducción en la pantalla y las típicas de terror al estilo mejicano”.
“En las puertas de entrada de los teatros estaban unos vendedores de caramelos y cigarrillos, sánduches de dulce de leche e higos, unas fundas de habas calientes, para entretenerse la noche en el teatro”.
“Todo el tiempo de conformidad a la época las películas eran religiosas, navideñas, vacaciones, farándula y otras, recuerdo que el señor Segundo Paredes, era un gran empresario y le gustaba traer a grupos musicales famosos, un año trajo a Los Graduados de Colombia, con el cantante Gustavo Quinteros, fue una función formidable y toda la gente no quería bailar y solo escuchar y ver actuar a los famosos músicos colombianos, trajo muchas veces a Don Medardo y sus Players, Eduardo Zurita y así a varios artista de renombre de la época, en las salas de diversión de clubs deportivos y patios de colegios de la ciudad”.
Fiesta de Inocentes
“En la fiesta de Los Inocentes grupos de amigos, salían a la calle vestidos con atuendos típicos, remedando a personajes tradicionales y políticos de la ciudad, era una fiesta burlesca de los actores de que se representaba, al final de esta fiesta había un gran baile de los grupos de disfrazados de los barrios, que llegaban hasta el parque Simón Bolívar, bailando al ritmo de la música entonada por los integrantes de la Banda Municipal”.
Semana Santa
“Otra de las manifestaciones religiosas, que hasta la presente no me puedo olvidar es la de la Semana Santa, toda la semana se preparaba en las iglesias las visitas al Santísimo. La tradicional preparación de la fanesca, era todo un proceso culinario tradicional en familia, se preparaba con gran entusiasmo y alegría durante toda la semana, lo tradicional de mi familia era enviar a los más allegados, las porciones de fanesca, el famoso molo de papa y el postre un rico dulce de mora en almíbar. La parte más grata y jocosa, recuerdo que cuando dejaba la encomienda de entregar la sabrosa fanesca, que en los mismos recipientes bien lavados, el familiar en gran aprecio enviaba su preparada fanesca, en verdad se degustaba los distintos sabores alimenticios en esa semana. La ciudad se preparaba con un acto religioso muy importante, el Viernes Santo, en cada esquina principal de un barrio, se armaba un cuadro vivo de una de las 14 estaciones del Calvario de Jesucristo y su cruxificción, con una procesión multitudinaria el Viernes Santo”.
El Rosario de la Aurora
“En el mes de abril de todos los años que recuerdo, en la iglesia de San Francisco, se realizaba el Rosario de la Aurora, a las cinco de la mañana, que pasaba por un barrio cada día en Otavalo, en honor a la Santísima Virgen de la Dolorosa del Colegio. Cada barrio y en cada casa se preparaba, con la presentación de un cuadro de la Virgen con sus adornos de luces y ramos de flores, el padre capellán de la Iglesia de San Francisco, dando inicio junto a los feligreses con cánticos y rezos, acompañados por la banda de músicos del Municipio”.
Las Fiestas del Yamor
“Recuerdo las fiestas del Yamor, “la fiesta más alegre en la ciudad más amable del país”. Todos los barrios se organizaban y adornaban su vecindario, para que los turistas sean bienvenidos a saborear los platos típicos y la chicha del Yamor, con una calidez de una ciudad que aprecia las costumbres de nuestro terruño”.
Las llamadas telefónicas
“Había las comunicaciones vía telégrafo y las llamadas telefónicas en esa época las tenía la Empresa de Ferrocarriles del Estado, funcionaba en la esquina de la calle García Moreno y Bolívar, en la casa de la familia Cisneros, había dos cabinas telefónicas. Para comunicarse se debía hacer una citación e ir a llamar a la persona de se requería comunicarse, dando un tiempo prudencial de la llegada del citado, recuerdo que la persona que administraba este servicio era un señor Buitrón (hermano de Aníbal Buitrón) quien además controlaba la estación del ferrocarril, creo que allí trabajaba la señora Beatriz Buitrón, madre del doctor Fernando Pazmiño, parientes de Aníbal Buitrón”.
“Por el año de 1958 ante la necesidad de una mejor comunicación nacional, se crea la Empresa de Comunicaciones del Estado a nivel nacional, se da inicio a la instalación del sistema telefónico en la ciudad de Otavalo, pero solo para las empresas y familias adineradas con un cupo muy restringido. La oficina principal estaba ubicada en el ingreso principal del palacio municipal a mano izquierda, con los servicios de telegrafía y telefonía, mejores a las de la Empresa de ferrocarriles del estado, porque ya era a nivel nacional e internacional. Recuerdo tenían cuatro cabinas y las personas que atendían los servicios de telegrafía, eran el señor Néstor Valdospínos (padre de Felipe, Marcelo Miguel, Néstor……) , un señor de bigote pequeño de apellido Villalba,(padre de Rosita y Carmen), que eran telegrafistas, la señorita Rivadeneira (hermana de Edwin Rivadeneira) que atendía el servicio de telefonía y quien enviaba las citas a domicilio. Los encargados de las citaciones eran un señor Luna y un señor Montalvo”.
“Son muchos años de gratos recuerdos, conforme pasábamos los años en el colegio, a partir de cuarto curso se dio inició a la migración a la ciudad de Quito, una gran cantidad de amigos de la ciudad y algunos de las parroquias rurales fueron a la capital para seguir la profesión de maestros en el colegio Normal Juan Montalvo y Carlos Zambrano, en Uyumbícho. Otros para cursar la carrera militar en el Colegio Militar Eloy Alfaro, otros para ingresar a la Escuela de Oficiales de la Policía Nacional. Varios compañeros cuyos padres tenían posibilidades económicas, iban a los colegios de la capital”.
“Hay tantas historias que contar, una gran cantidad de anécdotas con tantos amigos, vecinos, parientes, que faltaría tiempo para contar, en verdad han pasado los años y en mi mente se mantiene los recuerdos más gratos de mi vida”. En julio de 2021, la promoción de graduados Colegio Otavalo en el año 1971, celebraron el quinquagésimo aniversario de la graduación y lo hicieron virtualmente.
En Quito
Después de graduarse del Colegio Otavalo, Marcelo Tabango estudió Economía en la Universidad Central. Como estudiante, venía a Otavalo los sábados y regresaba a Quito los domingos en la tarde. Recuerda que el viaje en bus duraba cinco horas y media de viaje por la carretera empedrada.
Ingresó a trabajar en la Secretaria Nacional de Información en 1975 y laboró ahí hasta 1994. Está jubilado, vive en Quito, tiene tres hijos.
Arbol geneálogico de la familia
Don Marcelo Tabango emprendió la tarea de organizar la familia que data tres generaciones atrás. Ponemos un esquema. Donde falta el nombre significa que no hay rastro de la persona.
El nos cuenta cómo ocurrió la elaboración de este diagrama. No fue fácil, implicó muchas llamadas a familiares y en el transcurso de investigación, descubrió familiares de quienes no conocía su existencia.
La gran aventura de buscar los nombres de las familias ancestrales, que se unieron dando inicio a grupos étnicos que hicieron historia en la ciudad de Otavalo.
Esta historia inicia con el nacimiento de mi querida madre María Luisa Suárez Paredes, hija de Alejandro Suárez Méndez 1895, de la parroquia de Eugenio Espejo (Calpaqui), con parientes director como Antonio Méndez Suárez, familia Suárez Obando, familias Jaramillo Suárez, familias Puente Jaramillo, familias Silva y otras familias más, que conforman hasta la presente un grupo familiar muy grande de la parroquia de Eugenio Espejo.
El matrimonio fue con mi abuelita María Teresa Paredes, que conformaban una familia de hermanas como María Juana, Rosa María, María Isabel y un hermano José Antonio Paredes Proaño, vecinos de las calles Mejía y Roca del barrio San Blas en Otavalo.
De muy pequeño inicié la búsqueda de información de los ancestros de mi familia, tanto de mi padre como el de mi madre, mi madre me supo informar que mi abuelo materno Alejandro Suárez Méndez, había fallecido cuando ella tenía solo tres años de nacida y allí se terminó los lazos de familiaridad con los parientes de Eugenio Espejo y mi abuelita Teresa Paredes se quedó viuda.
Cuando estaba estudiando en la escuela, un día pasaba por la calle don Leonardo Suárez, casado con la señora Piedad Paredes, que vivían en la calle Mejía y Bolívar vecino del barrio, saludó muy atentamente con mi madre y me supo informar que don Leonardo era primo propio de mi madre, porque era parte de la familia en la parroquia de Eugenio Espejo, en mi época de estudiante del colegio Nacional Otavalo, fui compañero de Ramiro Suárez Obando, Romeo Puente Jaramillo, Carlos Jaramillo, Manuel Jaramillo Pastor, Marco Méndez Pazmiño, Edison Jaramillo Miño, además conocí a Piedad Suárez Obando familia directa y gran amiga de mi hermana Martha, conocía a Rodrigo Jaramillo Suárez, Segundo y Hernán Puente que tenían una gran amistad con mi padre Salomón Tabango Chávez, que fue Teniente Político de Eugenio Espejo y conoció a todas las familias allegadas y parientes de mi abuelo materno. Pero no pude hablar con ellos de mi parentesco familiar.
Debo informar que de esta investigación de las raíces familiares ya me había olvidado, porque ya han pasado como 50 años de vida, la mayoría de familiares ya son fallecidos y fue difícil recabar información, con el encierro obligado por la pandemia del covid19, salto la idea de investigar en forma más profunda las raíces familiares.
Con la nueva tecnología de las comunicaciones vía celular, inicié contactos con buenos amigos de la infancia y del colegio, un contacto crucial fue con un gran amigo Manuel Jaramillo Pastor, que vive en Barcelona España, amigo del barrio, compañero de la Escuela Ulpiano Pérez Quiñones y compañero en el Colegio Nacional Otavalo, las reuniones y conversaciones me dieron muchas pautas de las amistades que tanto Manuel y mis familias en Eugenio Espejo tenía, las conversaciones y los nuevos contactos, como mi gran amigo de colegio Edwin Romeo Puente Jaramillo, que a los más de 50 años me pude comunicar, fue una ayuda muy provechosa, con datos e información, por cuanto Romeo vive en Eugenio Espejo y conoce a todas las familias antiguas y actuales, en verdad es una enciclopedia en recordar los grupos familiares que unen a la familia de mi abuelo. Por contactos con buenos amigos y amigas y vecinas del barrio, pude tener conversación con Piedad Suárez Obando, hija de don Luis Suárez y doña Marianita Obando, familiares directos de mi abuelo.
Como el mejor recuerdo de esta linda historia como un otavaleño de pura cepa, pongo la mejor nota de mi vida, el recuerdo de mi padre Angel Salomón Tabango Chávez, un gran ser y caballero que le quería a su ciudad con toda el alma, un trabajador incansable, miembro y representante de los barrios en la liga barrial deportiva, político y gran amigo de don Víctor Alejandro Jaramillo, Senador de la República por la provincia de Imbabura, fue teniente político de la parroquia rural de Eugenio Espejo, organizador de las fiestas tradicionales y las fiestas del Yamor, impulsador de organizaciones de beneficios en los barrios, co-fundador del grupo de trabajadores del Centro Paz y Trabajo, funcionario responsable en el Municipio de Otavalo, amigo de una gran cantidad de personas de su época y otras generaciones más jóvenes, con gran orgullo: quién no le conocía a don Salomón Tabango Chávez en la ciudad de Otavalo?
Fuente: Tabango, Marcelo. Comunicación personal, 6 de septiembre de 2021.