Hijo de don Carlos Benítez y doña María Endara. Nace en época de un Otavalo reconstruido (Otavalo, 1872). La furia de la naturaleza había arrasado con la mayoría de las poblaciones asentadas en las faldas del Imbabura, cuyo terremoto (1868) es uno de los más devastadores. Su vena artística le viene por vía materna. Su madre era una virtuosa del arpa. Se cuenta que la producción musical de don Ulpiano fue extensa y variada, pero de ella queda poco. Casi con exclusividad música grabada y no partituras.
Don Ulpiano Benítez es el señor del Yaraví. Música que es un cordón umbilical de la tierra con el hombre. De la raíz con el destino. Del territorio con la sangre. Música con versos angelicales o igníferos.
Para confirmar esta aseveración allí están sus yaravíes: Puñales, Nunca me olvido y sobre todo Despedida:
De esta tierra yo me voy,
a esta tierra he de volver,
porque llevo la esperanza,
de volver si vivo estoy. (1)
Gonzalo Benítez, su hijo, rememora a su padre en la obra publicada por FONSAL en el año 2006:
Mi padre se llamó Ulpiano Benítez Endara. Tocaba la música solo o con sus hijos. Era comerciante y le gustaba la agricultura, por eso se compró una hectárea en el centro de Otavalo, a dos cuadras del parque Bolívar.
En eso se entretenía. Tenía muy buenas relaciones y le querían mucho. Porque yo no soy ni la sombra de papá: un hombre muy culto, muy simpático, que tenía a la gente entretenida conversando los pasajes y las anécdotas que había en ese tiempo. Hasta se había dedicado a escribir cartas de amores ajenos que le venían a encargar. (2)
Fuente 1: Jaramillo Cisneros, Hernán (Compilador). “Por las calles de Otavalo. -De arriba abajo-” Revista Sarance -Serie Monografías- No. 1. Instituto Otavaleño de Antropología y Universidad de Otavalo, 2006. Web. 31 de octubre de 2016.
Fuente 2: De la Torre, Adrián y Guerrero Gutiérrez, Pablo. “Gonzalo Benítez: Tras una cortina de años.” Fonsal. Quito 2006.