Recordamos a “la señorita Judith”, la maestra inolvidable del Jardín de Infantes “31 de Octubre”. Su hija Sofía es la autora de esta reseña, la cual compartimos con mucho gusto.
La primera hija del matrimonio de César Cáceres e Isabel Rueda, nació el 1 de enero de 1928, en la ciudad de Otavalo. Desde muy niña aprendió el oficio de sus padres, la sastrería, y tenía gran habilidad para coser, bordar, ayudaba meticulosamente en las tareas de lavado y planchado de ropa.
Con dedicación, amor y esfuerzo, colaboraba con sus padres en la tarea de la crianza y educación de sus seis hermanos: Jorge, Zoilita, Fernando, Susanita, César y Gustavo. Para sus hermanos fue el referente de abnegación, trabajo, sacrificio y constancia, por ello se ganó el respeto y el inmenso cariño con el que siempre le recuerdan.
La educación primaria cursó en la escuela “La Inmaculada” en Otavalo, nos conversaba que acudía a la escuela con mucha alegría, madrugaba a la misa de 6:00 de la mañana, durante el mes de mayo consagrado a la Santísima Virgen María, llegaba a prender las velas, el incienso; se sentía cerca de la Virgen Inmaculada, situación que constituía una gran oportunidad, para pedir las bendiciones en su diario vivir y el de toda su familia.
Primeros estudiantes del Colegio Nacional Otavalo
La instrucción secundaria la inició en el recién creado Colegio “Otavalo”, integró el primer grupo de estudiantes, a quienes les denominaron “Los Fundadores”, aquí estuvo hasta el tercer curso de bachillerato. El Colegio Otavalo, era mixto, un grupo selecto de jóvenes otavaleños ávidos de conocimientos, de grandes capacidades, sobre todo de leal compañerismo; lo que permitió cultivar verdaderas amistades. Con el pasar de los años, en la etapa de jubilados este grupo de compañeros se volvieron a encontrar; se convocaban para compartir periódicamente reuniones, celebrar cumpleaños, pases del Niño; era la mejor ocasión para cantar, recitar, compartir las habilidades musicales, cada encuentro era de mágico recordatorio. También tenían como objetivos cumplir con ayuda social a familias de escasos recursos.
Inició el cuarto curso en el Normal Manuela Cañizares, en Quito, donde obtuvo el título de Maestra Normalista. Una etapa estudiantil difícil, se trasladó a Quito a vivir en casa de sus diferentes tíos maternos. Cuando cursaba el sexto curso le otorgaron una beca y alojamiento en el internado del Colegio, propuesta efectuada por las autoridades del plantel al tratarse de una brillante estudiante, y en consideración a su situación económica y familiar.
Título de maestra
En junio de 1949 recibió de manos de la insigne maestra otavaleña y Rectora del Normal, doña María Angélica Idrovo, su título que le acreditaba para ejercer la docencia en forma profesional.
Lo primero que pensó al recibir su título de Maestra fue, en regresar a su tierra natal, su querido Otavalo. La Dirección Provincial de Educación de Imbabura le había asignado el cargo vacante y ella lo aceptó, independiente del lugar que fuese.
En agosto de 1949 inició sus labores de Maestra, en la escuela Rosa Zarate de Pimampiro. Asumió como obligación compartir su estadía e ingresos con su familia, por lo que se trasladaron a vivir en Pimampiro con su madre y todos sus hermanos. Siempre recordaba que fue merecedora de la generosidad de los dueños de casa, vecinos, padres de familia quienes le compartían alimentos y productos de la zona; sus compañeras y la directora le brindaron una cálida acogida y la mejor predisposición en el quehacer como docente. El inicio de su experiencia profesional, fue de grata recordación, puso todo su empeño, en transmitir sus conocimientos a sus queridos alumnos.
En una reunión de capacitación para docentes celebrada en Pimampiro, conoció al señor Germán Terán, quien quedó impresionado por la belleza y capacidad de la señorita Judith Cáceres. En los siguientes días el señor Terán realizó todos los trámites para conseguir que la Dirección Provincial de Educación aceptara el cambio de lugar de trabajo de la señorita Judith Cáceres a la ciudad de Atuntaqui, ciudad natal del señor Terán y donde ejercía la docencia.
En abril de 1950 comenzó su trabajo en la escuela fiscal Policarpa Salavarrieta de la ciudad de Atuntaqui; impartiendo el conocimiento y la cultura a las niñas con la efervescencia y dinamismo propio de una maestra joven.
Aunque su trabajo estaba en Atuntaqui, regresó a vivir en Otavalo con toda su familia, después de haber permanecido solo ocho meses en Pimampiro.
El señor Germán Terán no la perdió de vista y el 2 de agosto de 1950 contrajeron matrimonio, cuando tenía ella tenía 22 años de edad; continuó trabajando en Atuntaqui en la escuela Policarpa Salavarrieta por más de tres años.
Labor docente en Otavalo
En 1954 la señora Judith Cáceres regresa a laborar en su querido Otavalo, siendo designada a la escuela Isaac J. Barrera, escuela recientemente fundada, así cumplió sus anhelos de servir a su ciudad, en este establecimiento educativo, trabajo por el lapso de tres años. Posteriormente pasó a ser docente en la escuela Gabriela Mistral por el lapso de cuatro años.
El Jardín de Infantes “31 de Octubre“
Al ganar el concurso de oposición y méritos es nombrada profesora y Directora del Jardín de Infantes 31 de Octubre, anexo al Normal Experimental Alfredo Pérez Guerrero, es decir también fue maestra y orientadora de las prácticas de la futuras docentes. Su labor lo cumplió por el lapso de 24 años, hasta completar 35 años de servicio en el magisterio y luego acogerse a la jubilación; dejando un plantel organizado, el mobiliario indispensable, el edificio bien mantenido y las gestiones de legalización de una nueva propiedad adjunta para ampliar el espacio físico que ya resultaba estrecho en esa época para el incremento del número alumnos.
Como maestra de educación primaria fue impecable en su profesión, le gustaba y disfrutaba de sus labores, no tenía descanso, en la casa preparaba el material didáctico con recursos propios, exigía dedicación y mística de trabajo a sus colaboradores, su entrega fue total, con inmenso cariño, tesón y paciencia cultivó en los niños sus primeras destrezas, habilidades, guiando el desarrollo intelectual, al compartirles: cuentos, fábulas, poemas, recitaciones y juegos infantiles, motivándoles a ser independientes, extrovertidos, seguros de sí mismo; su mayor felicidad era ver el crecimiento y el pronto aprendizaje de sus alumnos, que con dulzura e inocencia llenaban el corazón de la “señorita Judith”.
La institución “Jardín de Infantes 31 de Octubre”, era considerado como algo suyo, con mucho entusiasmo llegaba hasta las autoridades para solicitar mejoras, tales como: ampliación de aulas, adecentamiento de las instalaciones, nuevo mobiliario, con ímpetu gestionaba todo cuanto hacía falta, ante los Subsecretarios de los Ministerios de Educación y Finanzas, incluso llegó al despacho del Sr. Presidente de la República Dr. José María Velasco Ibarra, quien le atendió en los requerimientos solicitados: con una llamada telefónica ordenó a la Dirección de Construcciones escolares la dotación de nuevas aulas para el Jardín de Infantes 31 de Octubre en Otavalo. En los días subsiguientes se cumplió a cabalidad la orden del Sr. Presidente de la República.
Con los padres de familia siempre mantuvo buenas relaciones de forma sencilla y amable, se caracterizaron por ser colaboradores en la participación de los niños en varios eventos, así como también en auspiciar mejoras para la institución.
Con el propósito de obtener fondos para el agasajo navideño de los niños, conjuntamente con el Comité de Padres de Familia realizaban diferentes actividades: rifas, bingos, presentaciones artísticas, todo en las instalaciones del plantel, la respuesta de los padres de familia siempre fue positiva y gracias al esfuerzo de todo el personal docente se lograba entregar por las fiestas navideñas, juguetes, fundas de caramelos y los tradicionales tamales.
Anécdota
Dentro de las múltiples actividades para lograr los recursos económicos para el agasajo navideño la Sra. Directora del Jardín, consiguió la colaboración del Grupo de Paracaidistas del Ejército Nacional, para que realicen una presentación en el Estadio de la ciudad de Otavalo. Una vez fijado el día para esta participación sin precedentes, realizaron mucha publicidad, a fin de lograr una buena asistencia de padres de familia y público en general. Llegó el día esperado, en los graderíos del Estadio comenzó a llenarse de gente, la Banda Municipal alegraba a los asistentes, las luces de bengala comenzaban a esparcirse dando señales al helicóptero que sobre volaba la zona del Estadio en donde debían efectuar sus acrobacias.
Los soldados paracaidistas se lanzaron al espacio, había mucha algarabía, pero ocurrió lo inesperado el momento de hacer sus acrobacias, todos fueron cayendo fuera del Estadio, aduciendo que el fuerte viento reinante los desplazó a terrenos aledaños e incluso cayeron en la quebrada cercana. Esto produjo un gran desorden, pánico y preocupación por el estado de los paracaidistas, la gente salió del estadio para ver curiosamente a estos personajes.
La Directora del Jardín de Infantes y todo el personal docente participaban en el desfile cívico del 31 de Octubre, era un acto de respeto y veneración a la ciudad de Otavalo, formaban parte de la comitiva de las autoridades que encabezaban el desfile.
En una ocasión a la entrada sur de la ciudad, lugar habitual de la concentración previo al inicio del desfile tuvo la oportunidad de ser la primera persona en dar la bienvenida al General Guillermo Rodríguez Lara, Presidente de la República del Ecuador.
Su profesionalismo como educadora en las instituciones antes mencionadas que lo ejerció con mucha responsabilidad y en cumplimiento leal a los nobles postulados de la educación, motivó muchos reconocimientos, a lo largo de sus funciones, perennizando el mensaje de admiración y gratitud mediante pergaminos, acuerdos, medallas; pero se destaca la condecoración con la Medalla al Mérito Educativo otorgada a nombre de Otavalo por el Ilustre Municipio, el 31 de octubre de 1983.
No obstante, el mayor reconocimiento, como ella decía, era el saludo atento y cariñoso que le brindaban sus ex–alumnos o padres de familia, en cualquier lugar que le encontraban, le saludaban: “Buenos días o, buenas tardes, señorita Judith”.
En su vida de jubilada se empeñó en organizar y conformar la Asociación de Maestros Jubilados de Otavalo, realizando periódicamente reuniones, actos especiales por el día de la madre, día del padre, día del maestro; logrando fraternizar con este grupo de maestros jubilados. También inició el proceso para que esta Asociación sea reconocida por parte del IESS y el Ministerio de Inclusión Social.
Con Germán Terán, procrearon cinco hijos: Germán, Washington, Norma, Sofía y René, nos decía: “mis hijos son como los dedos de mi mano todos diferentes, pero todos necesarios”. Como madre, con sacrificios y desvelos jamás descuido la crianza y educación de sus cinco hijos. Sus semillas fueron fecundas, sus anhelos se fueron cumpliendo y cada uno de sus hijos obtuvimos el título profesional: médico, ingeniero civil, economista, ingeniera eléctrica y un profesional del volante.
Con su esposo Germán Terán, también docente, mantuvieron un hogar lleno de paz y armonía, venciendo dificultades lograron compartir entre alegrías y necesidades un hogar feliz por más de 65 años de casados, unidos hasta la muerte de su esposo.
A mi mamá la definimos como:
una madre de infinito amor, afectuosa, de carácter fuerte, valiente, muy honesta, luchadora, decidida; animándonos en nuestras épocas estudiantiles y luego de profesionales, con ese consejo tan motivador: “usted puede”, “usted es capaz”, “no se deje vencer”….; siempre defensora de lo que quería ante quien fuese.
La muerte trágica de su último hijo René en un accidente de tránsito, quien falleció a temprana edad, dejó un gran vacío en el corazón de todos nosotros, más aún en el de ella que marcó una enorme tristeza, solo con el transcurso de los años pudo mitigar su dolor y superar ese vacío.
A sus nietos los llenó de inmenso cariño y dejo grabado en sus mentes sabias enseñanzas, cada uno de ellos guardan recuerdos de su abuelita como su maestra, como su confidente y su refugio.
Mi mamá tuvo muchas cualidades: entre las más relevantes era su extrema puntualidad, la cual está asociada al orden y disciplina tanto en las tareas del hogar como así lo fue en el trabajo, le gustaba llegar con la debida antelación de 10 o 20 minutos antes de la hora convocada. No se puede dejar de mencionar que era una persona de fe inquebrantable, su devoción al Señor de las Angustias, y a la Virgen Dolorosa del Colegio, eran el centro de sus plegarias, pues todos los días, religiosamente a los pies de una enorme escultura del Señor de las Angustias (que tiene en la casa), rezaba por sus hijos, para que alcancen las bendiciones y el bienestar juntamente con sus familias.
La vida de mi madre se apagó el 7 de octubre del 2020.
Fuente: Terán Cáceres, Sofía. Comunicación personal, 20 de septiembre de 2021.