Renegué de mi pasado para asegurar tu futuro. Una decisión de corazón.Una decisión de instinto. El mismo día que dejé de mirarte a la cara, sin embargo, empecé a amarte. A protegerte. A ser tu primer y último instrumento de defensa. Me prometí a mí mismo hacer todo lo posible para no cruzarme con tu mirada. O para hacerlo lo menos posible. Pero cada ocasión fue un sufrimiento, debía darme la vuelta para entender que te había desilusionado. Otra vez más. Todavía, una vez más…
Gianluigi Buffon.
El texto anterior semeja una promesa de amor a la prometida. Pero en realidad, es un poema dedicado al arco. Fue compuesta por el gran arquero italiano Gianluigi Buffon en 2016 y la dedicó a ella, la portería, con la que compartió 26 años de su vida profesional.
Presentamos a César “El Gordo” Andrade, un arquero que es muy recordado en Otavalo y quien hizo de la relación con el arco un sinónimo de grandeza.
César Eduardo Andrade Valencia nació en la ciudad de Otavalo el 23 de enero de 1942. Sus padres fueron don Juan Antonio Andrade y doña Luz María Valencia. Ellos tuvieron seis hijos: Humberto, Erminia, Alfonso, Beatriz, César y Yolanda. Estudió en la Escuela Católica Ulpiano Pérez Quiñones. Algunos de sus profesores fueron el señor Luna (de San Pablo), José “Pepe” Oña e Hipólito Jaramillo.
Contrajo matrimonio con Gabriela Ruiz Haro con quien procreó cuatro hijos: Ingeniera Yovana Elizabeth, Teniente Coronel de la Policía César Yandry, Doctora Anita Gabriela y Mayor de la Policía Santiago David. El círculo famliar se amplía con los nietos Pérez- Andrade, Andrade-Salas, Hidrobo-Andrade y Andrade-Aguirre; se completa con los bisnietos Pérez-Quinteros, Pérez-Rosales y Rey-Pérez.
Su primer hijo, César, siguió los pasos de su padre en el fútbol. Fue arquero en la Escuela 10 de Agosto, en Otavalo. Jugó por la selección del Instituto Nacional Mejía, en Quito. Fue arquero de la Selección de Pichincha y jugó como arquero en la categoría juvenil de los clubes LDU y Espoli.
Inicios
En la publicación “Testimonio” de agosto del año 2004, el “Gordo” Andrade cuenta sus inicios en el fútbol: “…con Raúl Pavón somos de la misma camada. César es un poquito mayor. Bueno, mi fuente ha sido el fútbol, comenzamos a practicar el fútbol siendo muchachos esqueletos sacados los zapatos, porque nuestras familias de muy escasos recursos nos prohibían que juguemos con los zapatos puestos. Teníamos que sacarnos los zapatos puestos, hacer un montoncito por ahí y jugábamos patilluchos. Así comenzó mi vida deportiva. Junto a Fausto Orbe y Raúl Pavón compartíamos más la vecindad por estar más unidos en el barrio”.
Un disgusto familiar le obligó a irse a vivir en Latacunga por tres años. De este período conserva una anécdota:
Buscando al “Gordo” Andrade
Es conocido que en Otavalo, la gente acostumbra llamarse por los apodos, los nombres son raramente usados. César cuenta que en Latacunga conoció a un amigo a quien invitó a visitarlo en Otavalo.
-Verás, te bajas del bus en Otavalo, vas al barrio El Batán y preguntas por César Andrade. Ahí, todo el mundo me conoce.
Para darle una sorpresa, el amigo hizo un viaje sin anunciar su llegada. Siguiendo las instrucciones, llegó al barrio El Batán. En este barrio vivía doña Luisita Tabango, hermana de don Luis Tabango, el recordado “Pan de huevo”. La señora acostumbraba estar sentada fuera de la casa casi todo el día. Ella sabía todo acerca de las vidas de todos en el barrio, “inclusive sabía el color de la ropa interior”.
El amigo miró a doña Luisa que estaba sentada junto a la puerta y le preguntó:
-Disculpe, conoce a un señor César Andrade?
Pensativa, la señora Tabango, le responde,
-César…? No. No debe ser de este barrio. Yo conozco a todos aquí, pero César Andrade…? No. No vive aquí.
El amigo, confuso, decide buscar por sí mismo y fue hasta el fin de la calle y no encontró la casa. Regresaba desconcertado y esta vez la señora le preguntó:
-¿Qué pasó, no le encontró? Para qué será, pes?
-Verá, el juega fútbol, es arquero y estuvo en Latacunga…
-Así ha de preguntar, pes, guambrito. No se llama César, es el “Gordo” Andrade. Vaya nomás por esta calle al tope, ahí es la casa. Elé”.
Comenzó a jugar fútbol como defensor izquierdo en la Escuela Católica Ulpiano Pérez Quiñones. Recuerda haber probado suerte en el arco a los 14 años y a los 16 años se ganó el puesto en el recordado club “31 de Octubre”. Tuvo entre sus compañeros a Fausto Orbe, Aníbal “Andarín” Paredes, César Pavón, César Chávez, Aníbal Bonilla, entre otros. Jugó en el club “Stalingrado” (el nombre cambió luego a “Imbabura”) también en los clubes, “Shyris” y “Celtas”. Fue parte, además, del equipo del ejército, Mariscal Sucre.
Con el club Stalingrado participó en una gira a Colombia y se enfrentó al equipo Boca Juniors de Cali. Gracias a la meticulosidad de César, se conserva la lista de los jugadores de esta época. Ellos son: Leonardo Suárez, Fabián Guerra, Héctor Viñachi, Antonio Borja, Francisco Gómez, Pedro Pareja, Tobías Suárez, Francisco Cevallos, Hernán Baquero, Armando Guerra, Juan Jaramillo, “Pocolo” Bolaños, Octavio Paredes, Lautaro Reinoso, Tarquino Saltos, Leonardo Suárez, “Tucho” Méndez, Alfredo Avilés, Gabriel Sánchez, Nelson Echeverría, Eduardo Anrade, Fausto Orbe, José “De la leche” Morales, César Flores, Miguel Guarderas, César Pavón, Bolívar Andrade, Jorge Escobar, Raúl Maya, Francisco Páez, Fausto Orbe.
El equipo Mariscal Sucre
A los 18 años, para cumplir el servicio militar obligatorio, se enlistó en el ejército y fue asignado al cantón Pasaje, en la Provincia de El Oro. Formó parte de la selección del batallón para el campeonato de las seis unidades militares estacionadas en la provincia y se coronó campeón. César fue escogido como el mejor arquero. Eso le dio la oportunidad para formar parte del equipo del ejército, “Mariscal Sucre”, el antecesor al club “El Nacional”.
De regreso a Otavalo, recuerda la selección de Otavalo que representó a la Provincia de Imbabura en los campeonatos nacionales. Estaba integrada por “El chagra” Almeida, César Flores, Luis Pérez, Miguel Guarderas, Eloy Mejía, Pedro Pareja, José “De la leche” Morales, Abel Vargas, Nelson Picón, Rodrigo Orbe, “Sambo” Rodríguez, Luis “Abisinio” Paredes, Jorge Buitrón, Leonardo Lema, Julio Cisneros, Gonzalo Córdova, Carlos Tehanga.
En esta época había los equipos Celtas, Punyaro, Juventus, Guayas, Maracaná, Millonarios, Palmeiras, San Pedro, Peñarol, Deportivo Quito, Shyris, Juvenil Otavalo.
El 22 de noviembre de 1958 jugó un partido tapando el arco del Club Shyris contra el equipo de la Empresa Eléctrica “Quito”. Los jugadores que integraron este equipo fueron: Antonio Borja, Luis Medina, Octavio Carvajal, Jorge Mena, Ramiro Vásquez, Armando Mejía, Octavio Paredes, Guillermo Moreano, Nelson Recalde, René Aguilar, Carlos Tehanga, Edison Paucar, Franklin Villaba y César Picón.
El Club 31 de Octubre
Del archivo de César compartimos un poquito de la historia de este equipo. Fundado en el mes de febrero de 1956, algunos de los jugadores fueron: Benedicto Buitrón, Manasés Viñachi, Jorge Moreano, Marco Pinto, Luis Zaldumbide, Octavio Paredes, César Chávez, Rodrigo Pasquel, Vinicio Castro, Nelson Lema, Sergio Gómez.
A este núcleo inicial se añadió un grupo siguiente que le dio un enfoque más cultural: Vicente Larrea, Efrén Andrade, Edwin Rivadeneira, Abraham Rosales, Héctor Paredes, Carlos Chávez, Fausto Orbe, Alfonso Orbe, René Aguilar, Raúl Mora, Aníbal Paredes, Nelson Paredes, Antonio Borja, “Flaco” Andrade, Antonio Guerra, César Andrade, César Pavón, Aníbal Bonilla, Alfredo Avilés. El entrenador era el señor César Cabascango. En 1962, este equipo jugó contra el equipo profesional de LDU en cuyas filas tenía a Eduardo Zambrano, Marcelo Zambrano, Héctor Morales, Tito Larrea, Brizuela, Mantilla, Mickey Salazar, Enrique Portilla.
Ayayay
Esta anécdota aparece en la publicación periódica “Testimonio” de 2004: “La Liga Deportiva Cantonal acostumbraba traer equipos profesionales para jugar en las Fiestas del Yamor contra la Selección de Otavalo. Por el año 1972, jugamos un partido contra la Sociedad Deportiva Aucas cuyo portero era Ponciano Izquierdo y muchos me comparaban diciendo que yo era mejor que él.
Ganamos el partido 5-1 y, además, como era 3 de Noviembre, el día para festejar a los Humbertos, usamos este pretexto para celebrar al Presidente de la Liga Deportiva Cantonal Otavalo, don Humberto Flores. Fuimos directo al muelle del Lago San Pablo a disfrutar a lo grande al ritmo de la Orquesta Son Clave de Oro, dirigida por Don Alejandro Plazas.
“A las siete de la noche, luego del festejo, estábamos un poco chumaditos y cada quien trataba de regresar en algún vehículo. El grupo de César ocuparía la camioneta GMC del año 1950 de Aníbal “Andarín” Paredes. El estaba un poco tomado y aunque me ofrecí a conducir, él se puso al volante. En el interior estaban Alfredo Avilés, Aníbal Bonilla y mi persona. En el balde iban, Alfonso Orbe, Luis “El Indio” Echeverría, Vicente “Copetrán” Villacreses. Debido a la velocidad, en una curva cerca de Calpaquí, hubo un frenazo a raya y la camioneta derrapó y fue rodando dejando en el camino a quienes venían en el balde. Asustados, decidimos ir caminando enseguida a casa. Pero nos faltaba uno y escuchamos un gemido de alguien debajo de la camioneta. Tuvimos que levantar la camioneta a pura fuerza para encontrar al “Copetrán” que yacía atrapado debajo del vehículo. Una vez terminado el rescate, aún con pánico, fuimos a casa de don Raúl Renjifo quien por esta vez, no nos brindó un traguito, sino más bien agua fría para que nos pase la conmoción”.
En los campeonatos inter-parroquiales, jugó siempre por la parroquia de San Pablo del Lago junto con los hermanos Troya, Guerra, Pabón. En los campeonatos barriales jugó por el barrio “El Batán”, en ese equipo tuvo como compañeros a Luis Encalada, Armando Guerra, Carlos y Bolívar Chávez, Cesar Pavón, Jorge Montalvo, Luis Chicaiza. Siempre formó parte de la Selección de Otavalo, compartiendo el arco con Alfredo Avilés. En la Selección de Imbabura jugó junto a Alfredo Avilés y el “Gato” Cevallos, de Ibarra. Además, formó parte de la selección de la Cooperativa de Transportes Otavalo. Fue parte de la selección del Sindicato de Choferes de Otavalo.
El arquero
El Estadio Municipal “El Batán” de Otavalo era una cancha reglamentaria de piso de tierra y ripio fino. Los arcos eran de madera, cuadrados, pintados de color blanco. Las mallas eran inexistentes a menos que hubiese habido un partido importante. En lo posible, los jugadores evitaban ensayar jugadas peligrosas porque la consecuencia era inevitablemente dolorosa: laceraciones en las piernas. Se acostumbraba a jugar con “pichurcas”: botas de cuero negro con “pupos” de suela. Los balones eran de la marca “Soria” o “Zambrano” y eran pesados, hechos manualmente de cuero flexible.
Los arqueros tenían la mínima protección: rodilleras en las piernas y esparadrapo en las muñecas y eso era todo. En esas condiciones, César “El Gordo” Andrade cuidaba el arco. El era muy arriesgado para los momentos apremiantes y ágil para los tiros elevados. La gente lo recuerda por la intrepidez que demostraba en los juegos de la Selección de Otavalo. Las “voladas” eran su característica y la seguridad que infundía a la defensa lo hacían un jugador indispensable. Frecuentemente regresaba a casa sangrando y cojeando. Recuerda que los entrenamientos en el estadio eran dirigidos por don Pedro Pareja y el profesor René Cabascango. Es de su época Alfredo “Loco” Avilés, con quien alternaba la titularidad de la Selección.
La cábala
César solía solazarse con un poema dedicado al arquero, de autor anónimo.
El arquero
Pasó por mi lado
con febril premura,
qué tiro más fuerte!
del puntero aquel.
Pasó por mi lado,
miles de testigos
y en el cielo el sol,
miraban cómo ella,
toda caprichosa,
llega en segundos,
sin remedio, al gol.
Pasó por mi lado,
-lánzate!, gritaron.
Cuerpo y alma al par,
pero tuve miedo
y les seré sincero:
a pesar de mi fama de arquero,
cerrando los ojos,
la dejé pasar.
El apodo
Preguntamos acerca del origen de su apodo y no es nada misterioso el origen: de niño era rechoncho y el apodo sobrepasó el entorno familiar y le acompañó a lo largo de su vida hasta pasar a formar parte de su identidad.
Vida profesional
Su carrera en el fútbol terminó en 1972, se despidió oficialmente jugando un encuentro para el club Celtas. Después de su retiro del fútbol se vinculó a la industria del transporte público. Fue Gerente de varias compañías y cooperativas de transporte público. Fue también Directivo en el Sindicato de Chóferes Profesionales del Cantón Otavalo. Fue socio de la Cooperativa de Transportes “Otavalo” y además, perteneció a la Cooperativa de Taxis “31 de Octubre”.
Reconocimientos
En Otavalo, el equipo de sus amores fue el club “Celtas”. Este club tuvo la idea de nominar a cada disciplina con los nombres de personas que hayan destacado en el deporte: las Primeras Olimpiadas fueron denominadas “César Andrade” como homenaje a su eterno arquero. Otras llevaron los nombres del doctor Daniel Suárez, Raul Maya y Octavio Paredes.
Igualmente, el Sindicato de Choferes Profesionales de Otavalo, durante la presidencia del señor Víctor Pérez, designó “César Andrade, Rodrigo Hinojosa y Marco Hinojosa” a las jornadas deportivas de esta institución, como reconocimiento a la destacada trayectoria en las instituciones deportivas de Otavalo, Imbabura y del Ejército.
Sus extraordinarias atajadas no se borran de las pupilas de la gente que lo vio jugar. Sufrió muchas lesiones debido al fútbol y mucha gente recuerda los riesgos que tomaba para defender la portería. Los tiros difíciles eran sacados con las uñas, nadie se explicaba cómo lo hacía. Volar era su destino para detener los balones y luego aterrizar en la dureza de la cancha. A cualquier longitud en altura saltaría en un intento por mantener su portería a cero. Sus manos eran seguras, la defensa estaba bien resguardada teniendo a César “El Gordo” Andrade a sus espaldas.
Ser arquero es de valientes y César era uno de ellos. Nos unimos a la admiración por este gran deportista y confiamos que el respeto que se ganó en su carrera sea conservado en la historia deportiva de Otavalo.
Fuente: Pérez Plazas, Gonzalo. Comunicación personal, 3 de mayo de 2021.