Rosa Elena Tena Flores

Semblanza de una gran mujer
Autora: Nuria Rengifo Dávila 

La mujer fuerte, sabia y trabajadora deja un legado positivo para siete generaciones de su familia.
Proverbio celta.

La familia Dávila Tena y sus descendientes tenemos la suerte de pertenecer a las generaciones que han recibido la influencia de una gran mujer: Rosa Elena Tena Flores  quien dejó un legado de fortaleza que nos mantiene unidos con un férreo lazo de tradición familiar.  

Lo anterior se traduce en acontecimientos y anécdotas así como en costumbres implantadas por mi abuela materna, entre las cuales sobresale la reunión semanal que se realiza de forma itinerante en casa de sus hijos y que, con el buen humor propio de la familia se ha denominado “El Café de las Dávila”, evento familiar que justamente este año cumple su aniversario número 30.

El Café de Las Dávila. Foto © Familia Dávila Tena.

Cómo nació esta costumbre? Se preguntarán las gentes que conocen de ella. 

Recuerdo claramente que cuando era niña todos los domingos, indefectiblemente, mis padres, los tíos y nosotros los primos almorzábamos en la casa de los abuelos maternos a quienes cariñosamente llamábamos “la abuelita Rosa” y el “abuelito Augusto”. Era una mesa enorme la que ocupábamos en esas comidas domingueras, llenas de potajes  y de momentos alegres en que descubríamos la magia que se escondía en el huerto de atrás de la casa en el cual reinaba un gran árbol de arrayán que hacía las delicias de todos los niños que se trepaban en él para alcanzar sus dulces frutos, ese huerto además colindaba con otro que estaba lleno de árboles frutales de duraznos y claudias, a los cuales accedíamos clandestinamente para coger  los frutos caídos de tan maduros, pero lo complicado era que ese huerto tan apetecido estaba bien resguardado por un terrible vecino, cuyo nombre se ha perdido en los telones del tiempo, que nos perseguía palo en mano mientras vociferaba ferozmente. Qué épocas aquellas, llenas de las aventuras y de las risas de la tierna infancia. 

Doña Rosa Elena Tena Flores. Foto © Familia Dávila Tena.

Luego del almuerzo dominguero venía el café de la tarde que como buena colombiana la abuelita Rosa lo preparaba “pasado”, de excelente sabor y que se tomaba muchas veces acompañado de las tortillas de maíz hechas en tiesto que hacían las delicias de chicos y grandes. Así nació la costumbre de todos los domingos, creada por nuestra querida y recordada abuelita. 

Cuentan las anécdotas de la familia que en el lecho de muerte la abuelita Rosa le pidió a la tía Hipatia que velara por que esa costumbre del café se mantuviera en el tiempo y así lo ha hecho porque, aunque todos los tíos, a su turno, organizan espléndidamente el evento domingo a domingo, ha sido la Patita quien con su don de gentes y su gran generosidad, mantiene viva la tradición, haciendo que permanezca viva a pesar de todos los avatares y vicisitudes. 

Las anécdotas de nuestra abuelita son numerosas y todas ellas hablan de la fuerza y la devoción con las que realizaba su labor de sostenedora de la economía familiar en una época en que la mujer se remitía, por los cánones de ese tiempo, a ser solamente ama de casa, por lo que era difícil ver a las féminas cumpliendo roles diferentes, pero la abuelita Rosa lo hacía y hasta viajaba sola, por varios días, a ciudades lejanas a conseguir los artículos que luego expendía en el almacén que, poco a poco, alcanzó fama en Otavalo, tanto fue así que personas de todas las clases sociales pasaban por dicho negocio. Este almacén fue también un sitio de aprendizaje para los tíos y tías que ayudaban a su madre en las labores típicas de un negocio de esa categoría, aprendiendo por tanto imperceptiblemente los bemoles del mismo. 

Otra anécdota es una que se refiere a mi madre Violetita Dávila y que cuenta sobre el día en que se salvó de una muerte segura, cuando siendo recién nacida y estando mi abuelita semidormida, una de las empleadas de la casa se llevó a la niña enredada en las sábanas recién sacadas de la cama, y que serían introducidas, para el correspondiente remojo, en el río que en esa época era usado para esos menesteres. La abuelita con su instinto maternal muy desarrollado, de inmediato se percató de la falta de la niña que según las creencias del momento podía haber sido llevada por el diablo por no estar bautizada todavía y pegando un grito, movió cielo y tierra haciendo que todos corrieran en la búsqueda de la niña perdida, hasta que finalmente la encontraron justo en el momento antes de la inmersión.

Tuve la suerte de ser parte de otra anécdota en la que la abuelita Rosa viajó a Pallatanga a visitar al tío Panchito que trabajaba como profesor por esos lares, muy lejanos en esos tiempos en que las carreteras eran deplorables y los autobuses se demoraban horas de horas para llegar traqueteando a su destino. Yo fui como dama de compañía de la abuelita y vaya sorpresa la mía al ver que ella, aunque ya viejecita era muy vanidosa y noche tras noche, cumplía un ritual de belleza que incorporaba agua de hierbas, pomadas raras y todo tipo de cosas perfumadas que se ponía en la cara, cabello y cuerpo. Pude ver que a pesar de su edad conservaba una lozanía que le costaba sus buenas horas robadas al sueño de cada noche. 

En este punto creo pertinente hacer una reflexión interesante: Los abuelitos,  hay que decirlo aunque en esa época era considerado pecado,  eran primos hermanos, él la conoció en Colombia en la casa de las bisabuelas que eran hermanas y desde ese día quedó prendado de la bella colombianita trayéndola al Ecuador donde se casaron para vivir  juntos toda la vida.

Si bien es cierto, el abuelito Augusto era quien parecía llevar la batuta, porque era intelectual, gran lector, comunista, perteneciente a un grupo de otavaleños de vanguardia, con uno de cuyos líderes creó la Radio Otavalo  siendo pioneros en muchas actividades artísticas y políticas, en realidad la que suavemente pero con firmeza “llevaba los pantalones” dentro del hogar era ella, la creadora de la unión familiar y esto es literal ya que fue una de las primeras mujeres en usar pantalones en ese tiempo en Otavalo. ¡Qué mujer mi abuela querida!, estoy segura,  sin temor a equivocarme,  que en este tiempo de promoción de la mujer  habría sido una líder feminista. 

Eran épocas patriarcales las que le tocó vivir a la abuelita Rosa y claramente  las sufrió porque su marido aparte de ser un representante típico de la época también fue un padre y marido muy autoritario, lo que agravaba la cotidianidad familiar. Son famosas las persecuciones del abuelito a los aguerridos y valientes novios de mis tías porque quienes se atrevían a poner sus ojos en las floridas rosas de ese jardín, sufrían todo el peso de la ira del padre encolerizado cuando no eran de su gusto. 

Un hombre “de armas tomar” mi abuelo. Cuando yo,  siendo miembro fundadora del Parlamento Popular Otavaleño, con los compañeros con quienes conformamos ese organismo del pueblo y gran parte de la ciudadanía activa de Otavalo que eran alrededor de 2000 personas nos tomamos el municipio de Otavalo con el afán de destituir al nefasto alcalde Fabián Villarreal y no lo logramos por muchas circunstancias  que no viene al caso contar, el “Compadre Camba” Héctor Paredes, en son de burla me dijo “que vergüenza que no pudieron destituir al alcalde con tanta gente, su abuelito Augusto solito y por una gallina destituyó al alcalde en su tiempo” y cuando averigüé sobre la historia resultó ser completamente cierta. 

En fin sería muy largo contar cada una de las aventuras que vivieron las tías y tíos y mi madre en el seno familiar por lo que finalizaré está breve reseña, no sin antes destacar la labor que   realizaron los Dávila Tena en  el campo de la docencia así como en otros campos, siendo todos ellos, hombres y mujeres, profesionales que se distinguieron en sus áreas de trabajo en un tiempo en que era difícil que las personas y especialmente las mujeres accedieran a estudios superiores. Estoy segura de que en ese aspecto fue la mano de nuestra querida abuelita la que desbrozó el camino para que así sucediera. De esta forma finalizo esta breve parte de la historia familiar sintiéndome orgullosa de haber tenido una abuela que rompió  esquemas y por  pertenecer a este hermoso y férreo núcleo que permanece y permanecerá unido durante mucho muchísimo tiempo gracias a la visión, la entrega y el amor de una gran mujer a cuya estirpe aguerrida le debemos la fortaleza de la que hace gala  nuestra familia.

Muchas gracias.

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Fuente: Rengifo Dávila, Nuria. Comunicación personal, 24 de enero de 2024.