César Hernández Narváez

El pasillo tiene sus orígenes en Europa. Junto con los inmigrantes portugueses y españoles llegó a Venezuela, pasó a Colombia y adquirió tintes ecuatorianos al fusionarse con el espíritu de la pentafonía andina, el yaraví. La melodía del pasillo es dolorida y agita los sentimientos de la gente porque manifiesta los pesares diarios, unos más tristes que otros; algunos son conservados como canciones, como una fotografía del alma.

En Ecuador, Carlota Jaramillo marcó una época cantando pasillos y otros ritmos del Ecuador. Su nombre delimita una época dorada junto al dueto nacido en los años cuarenta, el mejor dúo del Ecuador en la historia: Gonzalo Benítez y Alberto Valencia.

Presentamos A César Hernández Narváez, un cantor otavaleño que ha hecho su vida de la interpretación de pasillos y otras melodías ecuatorianas.

Foto © César Hernández.

César Hernández Narváez nació en Otavalo en 1942. Sus padres fueron don José Antonio Hernández Navarro y doña María Teresa Narváez Barrera. Su madre, por el lado paterno es pariente del maestro José Ignacio Narváez, por el lado materno es prima de Isaac J. Barrera.

Foto © César Hernández.
De izquierda a derecha: César Hernández, Noé Morales y Germánico Santi.

Son siete hermanos, María Georgina, Carmen Amelia, Antonio, Teresa de Lourdes, César Augusto, Jaime Rolan e Hilda Pastorita. Estudió en la Escuela Católica Ulpiano Pérez Quiñones. Recuerda al Padre Andrade y a algunos de sus profesores: el señor Hinojosa (de San Pablo), señor Lema, señor Alfredo Dávila, señor Hipólito Jaramillo, señor Gallegos (Urcuquí) y, el señor José ”Pepe” Oña.

Foto © César Hernández.
Con Pepe Jaramillo, Paulina Tamayo cuando ella tenía 18 años, César Hernández Lucio Flores y Carlos Cando.

La guitarra
Su afición por la guitarra la describe como un hecho natural: vio a su padre tocar la guitarra y quedaron fijos en su mente los sonidos producidos por el instrumento. Su madre se oponía a que se dedique a la música porque entonces, la guitarra estaba asociada con serenatas y farrandas, y se suponía que la música le llevaría por malos caminos. Sin embargo, pudo recibir algunas clases de don Ricardo Díaz y el resto fue ya  producto de su ingenio: escuchaba una melodía y la reproducía en la guitarra. Practicaba mucho, en su casa, en el potrero, donde había espacio.

Foto © César Hernández.
Estudio de grabación de Discos IFESA, Guayaquil. César Hernández y Germánico Santi.
Foto © César Hernández.
En el estudio de grabación de IFESA, 1974. Los músicos que acompañaban al Trío Los Auténticos en las grabaciones. De izquierda a derecha: Pedro Chinga, Melesio Layana, Abilio Bermúdez, Lucho Silva, César Hernández, Chato Silva y Rosalino Quinteros, el eterno compañero de Julio Jaramillo.

¡Que cante el César…!
César trabajaba en la Inspectoría de Pesca del Ministerio Naturales y Energéticos. En las reuniones sociales, sus compañeros siempre le pedían que cantara. Poco a poco se fue desenvolviendo y a medida que su pericia se afinaba, su confianza frente a un auditorio fue aumentando hasta hacerse una figura conocida en Otavalo. Cantaba en eventos de aficionados, participaba en serenatas. En las fiestas familiares adonde era invitado, cantaba y le pagaban un poquito y, de yapa, le daban un plato de caldo de gallina.

Foto © César Hernández.
De izquierda a derecha: César Hernández, don Antonio Velasco, Lucio Flores y Germánico Santi.

Trío Los Auténticos
En 1971, seis meses después del trágico accidente donde falleció Oswaldo Herrera (noviembre de 1970), don Germánico Santi lo invitó a integrarse al trío como segunda guitarra del Trío Los Auténticos, que ya tenía una base consolidada. Lupita Tamayo, de Cotacachi, era la vocalista y en el requinto estaba Germánico Santi. Germánico y Lupita tenían vínculos familiares pues Germánico estaba casado con Cecilia Magdalena Tamayo, tía de Lupita.

Foto © Germánico Santi.
El Trío Los Auténticos. Oswaldo Herrera, Lupita Tamayo y Germánico Santi.

Foto © César Hernández.
De izquierda a derecha: César Hernández, Susana Dávila, el maestro Guillermo Garzón Ubidia, Edgar Palacios y Germánico Santi.

El trío gozó de una época dorada y era continuamente invitado a grabar discos en IFESA. Por cada disco de 45 rpm. eran pagados 100 sucres e incluía el viaje en avión Quito-Guayaquil, para la grabación. El Ministerio de Educación promovía la cultura musical con el eslogan “Regale un disco, regale cultura”.

Foto © César Hernández.
En la Plaza de Toros de Ambato, con un lleno total.

Por entonces, la revista “Estrellas”, de Guayaquil, era la única que tenía alcance nacional y entrevistaron al trío una vez, y como dúo la segunda vez, para la página central de esta prestigosa revista de la farándula nacional.

Foto © César Hernández.
Trío Los Auténticos. Disco Antología de Recuerdos. De aquel hermoso tiempo.

Lupita Tamayo debió establecerse en Quito debido a su matrimonio y se separó del trío. Continuaron como dúo por un tiempo hasta que el vacío fue llenado con la voz de Diocelina Quiroz, de Manta. Con ella fue más difícil coordinar las fechas de presentación y prácticas debido a la distancia, hasta que finalmente se separó. Luego vino Susanita Dávila, de Ibarra. De forma parecida, contrajo matrimonio y dio por terminada la relación artística. Al final, se integró Lucio Flores con quien continuó el Trío hasta los últimos días.

El Nardo de Oro 1983
Le pidieron que acompañara con la guitarra a un dueto que se preparaba para participar en el Festival del Nardo de Oro, en Baños. El dueto estaba conformado por Adriana y Julieta Fernández. Edgar Coba lo acompañó y antes del concurso, la madre de las dos cantantes insistió que César y Edgar también se inscriban como participantes. Sin preparación alguna, aceptaron con reserva e interpretaron una canción que se la sabían de memoria. Después del concurso, se dieron cuenta que ellos habían obtenido la mejor puntuación y se hicieron acreedores al Nardo de Oro de 1983. Cosas de la vida.

Foto © César Hernández.
El trofeo Nardo de Oro, 1983. Ciudad de Baños.

El fallecimiento de Edgar Coba
Una tragedia que es recordada siempre, es contada por César: Edgar Coba, el «Chino» Arellano y César fueron a Ibarra una noche. La razón: Edgar, que trabajaba en el Banco de Fomento, accedió a dar una serenata a la esposa de un compañero suyo que trabajaba en la misma institución. El amigo había había tenido una discusión muy fuerte y buscaba una reconciliación a través de una serenata de melodías de amor. Al llegar al sitio acordado, en la ciudad de Ibarra, encontraron el lugar desierto. Esperaron un tiempo prudente y al ver que no venía, preguntaron en el vecindario hasta descubrir que el amigo, muy afligido, estaba tomando en casa de su cuñada. Dieron la serenata y a la 1:00 de la mañana la dieron por terminada y se subieron al auto para regresar a Otavalo. Edgar Coba conducía, César venía en el asiento junto al chofer con el estuche de su guitarra que era grande y pesado. Ante la incomodidad, César decide pasar al asiento de atrás donde había más espacio. Momentos más tarde, en el sector de San Roque, César recuerda que las luces de un vehículo los encandiló súbitamente y sintió un golpe seco. Eran aproximadamente las 2:00 de la mañana.

César y el «Chino» que venían detrás quedaron inconscientes, despertaron cuando la gente que venía al rescate golpeaban las ventanas pidiéndoles que levanten el seguro de las puertas para sacarlos. Una vez fuera, vieron que Edgar Coba estaba atrapado y no se movía; había fallecido. Un camión de carga los había embestido frontalmente.

Foto © César Hernández.
César Hernández y Edgar Coba.

Foto © César Hernández.
Trío Los Auténticos. De izquierda a derecha: Lucio Flores, Germánico Santi y César Hernández.

«No compongo, daño las canciones»
En una entrevista en la Radio Gran Colombia, le preguntaron si su pericia con la guitarra iba a la par con las composiciones. César respondió ingeniosamente: «Verá, yo no compongo, yo daño las canciones». Al referirse a la composición musical, comenta, que las canciones de antaño eran vivencias de la gente escritas con alta sensibilidad, como poesía a la que ponían música para obtener un producto final que llegue al corazón de la gente. Los pasillos eran una simbiosis de poesía y melodía. «Hoy, no. Estos días, la gente joven parece preferir los ritmos ligeros sin reparar en el mensaje de la letra», dice, apenado. Pero no es un pensamiento de hoy, dice César, «don Guillermo Garzón Ubidia solía entristecerse al observar la calidad de la música contemporánea que era preferida por los jóvenes». Personalmente, no ha compuesto muchas canciones, pero hay una canción que está en camino y que es una promesa hecha a su madre, titulada «Encargo que no se cumple», del compositor Marco Tulio Hidrobo. La canción será parte de un CD con 12 canciones y que está en la fase final de procesamiento.

Foto © César Hernández.
Condecoración por los 25 años de trayectoria musical del Trío Los Auténticos.

Tres voces y dos guitarras contra una orquesta sinfónica
Hubo un festival de la canción nacional inédita, en Ambato. El Trío Los Auténticos obtuvo la representación de la Provincia de Imbabura para participar en el festival. Llegó a la fase final donde había que escoger entre los dos finalistas: el representante de Imbabura contra el representante de Loja. El Trío Los Auténticos tocó primero la melodía «Resurreción» de Guillermo Garzón Ubidia y consiguió un aplauso sonoro, fuerte y prolongado que despertó expectativa. Luego fue el turno del representante de Loja. Al levantar el telón, se apreció a una orquesta sinfónica de 30 músicos profesionales, vestidos de negro, afinando los instrumentos para acompañar al intérprete y se adjudicaron el primer premio. Sin embargo, Edgar Palacios, de la orquesta, se acercó al Trío y les dijo:
-Ustedes merecían ganar, fueron tres voces y dos guitarras contra una orquesta sinfónica. Felicitaciones!

Foto © César Hernández.
En este CD, César Hernández canta como integrante de «Los Sucesores». El CD fue un homenaje a Carlos Salazar pero su distribución es exclusivamente en Estados Unidos. Es una pieza rara de colección.

En 1966, el gobierno japonés a través de JICA (Japan International Cooperation Asociation) estableció un Centro de Investigación en Acuacultura en Papallacta. César Hernández, siendo empleado público, fue destinado a este centro. Le dijeron que sería una estadía temporal que se transformó en un período de 16 años de trabajo allí, hasta que se jubiló.

Foto © César Hernández.
La Rondalla Sentimental de Cotacachi.

Junto con Rodrigo Cevallos eran cantantes de planta del Hotel Ajaví. Ahí tenían un grupo de música que actuaban bajo el nombre de «Los Imbaburas». Es integrante de La Rondalla Sentimental de Cotacachi cuyo director es el maestro Rodrigo Cevallos. César Hernández está casado con doña María Dolores Villagómez y tiene cinco hijos: Bhorman, Mayra, Teresa, Alex y Kevin. Admite, desconsolado, que la descendencia no muestra inclinación por la música.

Foto © César Hernández.
Grupo musical Los Imbaburas.
Foto © César Hernández.
Con su familia, en la actualidad.

César relató varias historias con mucha emoción. No olvida la primera guitarra suya, por ejemplo. A lo largo de su carrera, ha desarrollado habilidades excepcionales como guitarrista y vocalista. Su existencia entre las luces y melodías ha forjado la historia del artista. Salir al escenario a cantar es un acto de disciplina y de absoluta pasión. La pasión es natural, pero la disciplina es pura fuerza de voluntad. Saludamos con deleite la trayectoria de César Hernández y le extendemos nuestro reconocimiento a su labor artística.


Fuente: Hernández, César y Hernández, Alex. Comunicación personal, 4 de julio de 2021.