El yamor es una chicha especial que se prepara en el cantón Otavalo con motivo de la fiesta de Monserrat o fiesta de María; se la elabora a base de jora o sea de maíz germinado, de chulpi, canguil y morocho, que son variedades del mismo maíz, fuertemente cocidos y fermentados y a cuyo licor se añade un poco de azúcar. Como resultado de la fermentación y transformación química, en la superficie del líquido se forma una capa aceitosa, la flor, que no observamos en la chicha ordinaria. La chicha yamor difiere también de ésta por su exquisito sabor y por sus propiedades tonificantes y enervantes, razones por las que tiene mucha fama y demanda entre los blancos y mestizos del cantón. La bromatología, quizá encuentre en esta bebida muchos y muy valiosos principios nutrientes. Pero está aconsejado no abusar de ella en bien del estómago y del cerebro.
Removiendo la historia se encuentra que este vocablo existió ya por los años de 1584 a 1614; pues el famoso historiador indio Phelipe Guamán Poma de Ayala, en su obra Primer Nueva Crónica y Buen Gobierno escrita en aquellos años, nos habla ya de la chicha yamor, que era elaborada por las indias acllaconas que rodeaban al Inca.
De esta importante relación, escrita entre castellano y quechua, deduce que la palabra yamor aca o chicha del yamor (ya que aca es sinónimo de chicha, según se puede ver en los Comentarios Reales de los Incas, tomos I y 11, de Garcilazo de la Vega) existieron en el tiempo del incario, y que a través de los siglos se han conservado sólo en el cantón Otavalo; gracias a la Crónica del historiador indio hemos podido saber que el Yamor era una chicha elaborada por las acllaconas, hijas de los principales, que rodeaban al Monarca y que dicha bebida estaba consagrada exclusivamente para el consumo del Rey Inca, siendo terminantemente prohibida para los demás indios so pena de muerte; era suave y linda chicha, y por consiguiente muy distinta de las que consumían los jerarcas y el pueblo. Era, pues, una bebida elaborada por las vírgenes para el consumo del gran Hijo del Sol. En el pueblo de los Sarances, quizá, sus vírgenes elaboraron la chicha yamor para el uso del rey de los Imbayas, y esta bebida espirituosa y tonificante que en Otavalo se prepara en el mes de María tenga, probablemente, los hechizos y delicias de la bebida real.
Enrique Garcés, sobre el yamor, agrega:
Mensaje del yamor otavaleño
“Aquí, en Otavalo, tierra y cielo autóctonos, llamamos yamor , al vino ocre que brinda la conjugación de todos los maíces en un proceso de germinación que tiene reminiscencias de verdadero rito. Es la vida misma que se inicia, en el embrión o en la semilla, la que se entrega totalmente para convertirse en jugo. En tanto la uva muere y se desangra para ser vino, el maíz amanece a la vida y se brinda con alegría. El vino de la uva es el espíritu de la uva. El vino del maíz, es al mismo tiempo , el espíritu y la carne del maíz. El yamor cuando reúne al maíz blanco y negro, al maíz mulato y al rubio, al maíz de todas las razas, habla del deber irrenunciable para llegar al mestizaje rotundo que nos ofrezca la promesa y la realidad de un hombre ecuatoriano, racialmente ecuatoriano, como poducto de la tierra misma, que es recia y que es bella.
Tomad el yamor en cumplimiento de un místico civismo ecuatoriano. Es un acto ritual en el comulgatorio de esta tierra y este cielo hondamente autóctonos. El yamor nos une a la protohistoria y al futuro. La fiesta del yamor que se celebra una sola vez al año, tiene los signos como en toda mística, hondos y majestuosos de un renovarse. No lo olvidéis: Tomad el yamor con la devoción necesaria que ha de llevarnos a la gloria de lo otavaleño.
Es, ante todo, un acto de fe. Tomad el yamor, como vino de la tierra, como pan de la tierra. Tomad el yamor y esperad, de acuerdo con vuestras propias conciencias y voluntades. Como aproximación a nuevo nirvana de meditaciones, podremos entender el pasado forjando el presente y sabremos del presente como constructor severo del porvenir.
Esta es la verdad y el mensaje que nadie puede negar: Otavalo tiene, mantiene y retiene una vocación, una devoción y una resolución por ser libre y culto. Otavalo entiende que no hay posibilidad de libertad sin cultura y que no puede existir cultura sin libertad. Ni los oscurantismos, ni las sectas, ni nada ni nadie podrá intentar batir este inmenso basalto andino que constituye el espíritu del hombre libre y culto. Tiene raíces hondas en la entraña misma de la tierra. Amamos todas las libertades porque solamente ellas dan razón de la existencia del hombre. Amamos todas las culturas porque solamente ellas deslindan con claridad los niveles de la vida inferior y superior.
Tomad y bebed el yamor para acercaros a la tierra misma y asiros a ella. Nos fortalecerá grandemente. Nos dirá que Otavalo, pueblo que se levanta, es bello y magnífico a medida que es libre y culto.
Cada otavaleño tiene encerrado en su vida un poco de Taita Imbabura. De la montaña paternal solemos llevar, encendida, ardiente, y crepitante la llamarada cárdena y purificadora del amor al suelo donde nacimos entre esos pañales dorados de una vocación esencial por la libertad y la cultura. Es por esto, y por otras cosas más, que ser otavaleño es una enorgullecedora dignidad”.
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Fuente: Jaramillo Cisneros, Hernán (Compilador). “Por las calles de Otavalo. -De arriba abajo-“ Revista Sarance -Serie Monografías- No. 1. Instituto Otavaleño de Antropología y Universidad de Otavalo, 2006. Web. 31 de octubre de 2016.