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Con bombo, platillos e inmensa alegría

Posted on 2025-06-042025-06-04 by L. Hdez

CON BOMBO, PLATILLOS E INMENSA ALEGRÍA
Escrito por Jaime Núñez Garcés

La marcha del tiempo es inevitablemente inexorable. Han pasado ya muchos años, algunos lustros y décadas, desde que en los domingos de retreta sea a mediodía o por la noche, esquivando la atenta vigilancia del guardaparque, presto a pitar su silbato pesquisidor al menor indicio de travesura, correteábamos felices y contentos todos los guambras que acudíamos al encuentro con el sano esparcimiento. Siempre o casi siempre, dejábamos marchito algún geranio, clavel, rosal o crisantemo con nuestras pisadas impúberes, arruinando de paso, los esmerados cuidados botánicos de Don Luis Paredes, inmersos en la simetría perfecta y esmerada de los jardines floridos.

En pleno centro del parque, mediante una perfecta ejecución instrumental, la banda hacía que el ambiente se vuelva festivo, saturándose de alegres melodías mientras los pequeños lustrabotas con una total entrega de trabajadores anticipados, proporcionaban brillo echándole ganas, tinta, bacerola y cepillo a los pasos de una infinidad de aquellos otavaleños ya  pretéritos, frente a las peluquerías que solidarias con sus propietarios, los maestros: Luis Arellano, Paco Páez, Jorge Vaca, Mérido Puente y Luis Alfredo Encalada, desaparecieron, para perennizarse en el recuerdo grato. El general Rumiñahui con su inflexible inexpresión de roca, Bolívar con su mirada de genio perdida en lontananza y un poco más arriba, el encumbrado reloj municipal marcando la marcha del tiempo, son testigos perpetuos de aquel embeleso pretérito. Estas imágenes afloran en mi memoria para tornarse emocionalmente vigentes.

Banda de pueblo en el pretil de la iglesia de San Luis. Foto © Archivo personal. Jaime Núñez Garcés.

Las bandas en nuestro país, tienen una raigambre histórica definida cuyo origen se remonta al período independentista, la primera, llegó al país en 1818 con el batallón realista “Numancia”, integrando después el ejército libertador como los “Voltigeros”. Posteriormente, este género echó raíces para ser un elemento imprescindible e identificable del alma popular ecuatoriana, dispersándose por toda nuestra geografía.

Banda de pueblo en el Barrio Monserrate. En el extremo izquierdo Don Alejandro Plazas Dávila, director. Foto © Archivo personal. Jaime Núñez Garcés.

Una breve revisión cronológica, señala que la primera banda de pueblo apareció allá por 1916. Por consenso de sus 20 integrantes, fue nombrado “músico mayor” (un 27 de febrero de 1922) el muchacho clarinetista Alejandro Plazas Dávila, cuya primera petición fue no vestir ponchos ni usar alpargatas; sino zapatos durante las presentaciones, así nacieron nuestras retretas festivas y perdurables, tradición continuada por la Banda de la Sociedad Artística a partir del año 1933. Durante la presidencia del señor Ulpiano Benítez (1954), se creó la Banda Municipal integrada por 14 músicos bajo la dirección del maestro Manuel Mantilla Cerón. Desde entonces, este pequeño conglomerado humano tan representativo como imprescindible, en el cual han aportado con su contingente directores y músicos de gran valía, viene constituyendo un segmento importante de nuestra identidad, una pieza fundamental del alma otavaleña.

Cuántas generaciones hemos disfrutado de esta presencia insustituible, para íntima satisfacción, permanece vigente, íntegra, hoy más que nunca fortalecida, porque desde el inicio de la administración del Sociólogo Mario Conejo Maldonado, el objetivo de convertir en un símbolo orgullosamente típico a este grupo de excelentes intérpretes, ha sido alcanzado merced a su decisión ¡bien por Otavalo! De manera que nuestras tradiciones, nuestra cultura, tienen en este verdadero emblema, un testimonio de amor latente al terruño.

Banda de la Sociedad Artística. En el extremo izquierdo Don Alejandro Plazas Dávila, director. Foto © Archivo personal. Jaime Núñez Garcés.

El trabajo creador motivó a que se incremente la modalidad musical y orquestación sin descuidar la tradicional, de allí que el sonido de la Banda Orquesta Académica ha paseado su prestigio por Popayán, Pasto, Ambato, Latacunga, Quinindé, la Escuela Politécnica Nacional, la Asamblea Nacional y por una gestión personal, por todo el globo, a través de la señal internacional de Ecuavisa en su programa Boulevard, escenarios donde los cálidos aplausos fueron el mejor termómetro de una calificación acorde a la calidad demostrada. 

Encabezando el clásico desfile cívico y las marchas festivas; brindando el toque navideño a los pases del niño, para hacer del diciembre mágico algo único, vivencial; durante las inauguraciones de obras; constituyendo el preámbulo insoslayable de eventos culturales, ante una concurrencia ávida de conocimiento; solemnizando la Novena del Señor de las Angustias, el Cristo aquel que según la tradición, llegó encajonado a lomo de mula y aureolado de misterio, adentrándose en la fe de un pueblo que siempre permanece altivo, vigilante; entonando la salve madrugadora que junto al canto de los gallos acompaña a las procesiones fervientes de la Virgen Dolorosa; anteponiendo el marco esencial en los septiembres de yamor y los octubres de cultura; incrementando el entusiasmo e inyectando añoranza  durante el reencuentro de otavaleños ausentes; atendiendo las invitaciones de los cantones vecinos, donde con innegable lucimiento ponen en alto el nombre de la patria chica y por sobre todo… alegrando domingo a domingo a toda una comunidad que al calor de un entorno íntimo encuentra la distensión de fin de semana.

Banda municipal (década de los años 60). Foto © Archivo personal. Jaime Núñez Garcés.

Este sí un ícono verdadero que ya no es objeto de la tan arraigada “vuelta del músico”, porque considerando su meritoria condición, la administración de Mario Conejo, proporcionó el trato debido, dotando de un bus exclusivo para sus desplazamientos por dentro y fuera de la ciudad. Lamentablemente, en la administración subsiguiente ¿ya se acordaron de quién? Esta unidad de transporte fue empleada para otros fines y no precisamente culturales, tanto que el deterioro era demasiado evidente, hasta –según testimonio fidedigno– se utilizó (asumiendo un patético criterio perruno) para traer a una selecta delegación de perros policías los cuales, exhibieron sus habilidades ante una considerable multitud de noveleros. Durante esta programación, quedó demostrado que el can muerde al man siempre y cuando éste último ataque. 

Banda municipal encabezando el desfile cívico, año 1970. Foto © Archivo personal Jaime Núñez Garcés.

Así es como ha permanecido hasta hoy nuestra banda, firme, incólume, entregada con responsabilidad a su tarea encomiable de difundir cultura; de llegar a todos como los rayos del sol, con notas, armonías, arpegios y dulces melodías; de poner la rúbrica final a sus presentaciones entonando nuestro segundo himno, para que la emoción desborde y el orgullo de sentirnos auténticos “apagavelas” crezca y así sentir en nuestras fibras íntimas que: entre todo el Imbabura ¡OTAVALO ES LO MEJOR!

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Fuente: Núñez Garcés, Jaime. Comunicación personal, 4 de junio de 2025.

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