Fabián Cevallos

UN OTAVALEÑO UNIVERSAL
Escrito por Jaime Núñez Garcés

Fantasía primero, anhelo y propósito inquebrantable luego. Con espíritu emprendedor, en navío de velamen resuelto, Fabián Cevallos surcó oleajes ignotos, hasta alcanzar horizontes, conquistar quimeras y fijar su destino.

Cuando era niño, gustaba saborear los deliciosos helados de leche y mora que su vecino, Don Gonzalo Carrillo vendía a un real. Por aquellos días, las frondosas moreras alineaban una verde franja y ornato por toda la avenida Abdón Calderón que cruzaba el barrio. Nacido en 1946, quinto hijo de seis procreados por Miguel Cevallos y su esposa Guadalupe: Paco un deportista a carta cabal, Bernabé, Hugo hábil caricaturista, Eduardo, Fabián el predestinado y Miguel.

Fabián Cevallos © Notre Cinema.

Delgado e inquieto, compartió juegos o eventuales travesuras con sus hermanos y amigos, improvisando a veces trapecios al interior de circos imaginarios sustituidos por zaguanes, patios y arlequines tangibles. Recorrió rincones lugareños, que el devenir del tiempo, hace anidar en la memoria como vivencias indelebles y posiblemente, el teatro Bolívar sembró una vocación definitiva.

Los designios divinos o el azar quizá, señalan rumbos determinantes; aunque inescrutables, consolidan realizaciones o deparan otras circunstancias. Así, la familia Cevallos emigró hacia Quito, éxodo nostálgico que marcó pautas diferentes en cada hermano. A Fabián, el destino le ubicó posteriormente en Francia para tentar fortuna ¿cómo? De pequeño, quedó maravillado viendo una película de Gerard Philipe, mítica figura francesa, decidió ser actor igual que Philipe y perseguir sin desfallecer un ideal aparentemente irrealizable. París acogió al joven inmigrante cuando éste en 1959 tenía apenas 14 años.

Actor de formación
Obviamente, las penalidades y sinsabores no estuvieron ausentes; pero, la firmeza acrecentó con cada vicisitud, propia de un duro inicio. Ingresó al Instituto de Artes Dramáticas, asumiendo el rol que la vida deparaba, demandando sacrificio, y esa voluntad para mover montañas. Durante seis años actuó en Francia, antes de trasladarse a Italia (1968) e intervenir en algunas cintas, entre las cuales destaca una decena de “spaghetti westerns”, clásicos cinematográficos muy populares al finalizar los sesentas.

Foto © Notre Cinema.

El destino le concedió cita nuevamente por medio de una publicación fechada en 1970, ésta, solicitaba un fotógrafo para personificar a un reportero en “Sierra Maestra”, filme sobre la revolución latinoamericana, basado en los diarios del escritor francés Regis Debray, quien fue encarcelado tras el asesinato de Ernesto “Che” Guevara. Nunca había tomado una fotografía; mas, con cierta audacia y decisión se presentó, siendo aceptado por el director Ansanno Giannarelli, quien le pidió una buena caracterización del papel asignado, cuando la película empezó a rodarse. Al poco tiempo advirtieron que no era fotógrafo, sin poder marcha atrás, el director fotográfico le enseñó la técnica, naciendo entonces su trayectoria brillante. El equipo de filmación recorrió durante dos años Venezuela y otros países hasta concluir este largometraje que hizo historia.

Para 1973 ingresó a Sigma, agencia informativa internacional, convirtiéndose en su corresponsal. Cubrió política, moda, magazines, viajando como enviado especial por muchos países. Testigo fiel de la invasión norteamericana a Granada en 1983, fueron días difíciles, una vivencia intensa y real que hizo recordar al ahora reportero y cronista gráfico consumado, la ficción de “Sierra Maestra”. El mundo conoció las patéticas imágenes del acontecimiento. Después recorrió Europa, llegando incluso hasta Siberia.

Pasaporte a la celebridad
Su pasión por el séptimo arte hizo que toque las puertas de platós cinematográficos, para codearse con los más grandes directores italianos: Antonioni, Pasolini, Fellini, Scola, Visconti, Bertolucci o de otras nacionalidades como Wenders, Polanski, Blake Edwards, Francis Ford Coppola, Claude Lelouch y Emir Kusturica, logrando fotografiar más de 150 filmes. A partir de esta incursión, Cevallos obtiene fama internacional, su nombre creció y fue relacionándose progresivamente con el maravilloso mundo del cine.

Siete películas de Federico Fellini, célebre cineasta italiano fallecido en Roma el año 93, han sido fijadas para la posteridad por el ojo mágico de este otavaleño. “Fellini apreciaba mis fotos, porque a su vez eran una creación, y ello a partir de sus personajes y de su universo tan rico, me decía que para ser lograda, una foto debe ser como un filme, contar una historia” refiere, recordando a quien fue su maestro, monstruo sagrado que tiene un mundo reconocible como propio hasta por los menos eruditos. Realizador de “La dolce vita”, “La Strada”, “Ocho y medio” y “Amarcord” entre otros clásicos.

En 1990 Fabián Cevallos concibió una foto que se convirtió en el afiche para la versión internacional del filme “El padrino III” de Francis Ford Coppola, quien aprobó de manera entusiasta, porque reflejaba el espíritu de la obra. Hizo también “Drácula” junto a este director norteamericano, siempre exigente, según nuestro coterráneo “cuando una escena no le agrada es capaz de repetir una y otra vez hasta aproximarse a la perfección”.

Fotografió seis películas de Bernardo Bertolucci “El último emperador” entre ellas, ganadora de 9 oscares (1987). Una enorme experiencia por los ambientes logrados. La China Popular abrió las puertas de una ciudad prohibida y traspasar esas murallas para Cevallos fue algo fabuloso.

Trabajar con Fellini, Coppola, y Bertolucci, significa “palpar la emoción, la belleza”, asegura “ellos son unos grandes maestros que le entregaron alma al cine, los mediocres ni siquiera se acercan a ellos”. Siempre acude al llamado de los grandes directores para realizar secuencias importantes que luego son difundidas por todo el mundo. La preparación de un filme es rigurosa, el guión entregado por la producción, es leído con detenimiento por Cevallos, quien anota las escenas más importantes sin dejarse influenciar de nada, peor del dinero, conforme sus propias leyes, cuando no siente sensibilidad, simplemente no toma imágenes. Es, definitivamente, un testigo vital que seguirá en el cine “o tomando fotos de niños, mujeres”.

A pedido del presidente Francois Miterrand, vino para realizar un reportaje fotográfico de los principales centros turísticos imbabureños, previo a la visita que el mandatario francés efectuó al Ecuador, el 11 de octubre del año 89. Volvió a Otavalo tras 30 años de ausencia, una corta estadía en el hotel Yamor Continental, durante los primeros días septembrinos, hizo posible ese reencuentro irremisiblemente profundo con su comarca natal, sus calles y todas las remembranzas posibles, circunstancia placentera que se repitió en 1994 (mes de junio) cuando formó parte del proyecto que congregó a las mejores cámaras del mundo “descubriendo el Ecuador” junto a fotógrafos hindúes, estadounidenses, italianos, etc. Como fotógrafo oficial, integró la delegación papal cuando su Santidad Juan Pablo II, visitó nuestro país el 29 de enero de 1985, primicia que en exclusiva destacó el periódico capitalino Hoy, bajo el titular “Otavaleño en la comitiva del Papa”, acompañaba a la nota, una fotografía de nuestro famoso coterráneo al pie de la escalerilla del avión de Alitalia, como para llenarnos de orgullo ¿verdad?

Expositor de quilates
Con el patrocinio de la Embajada del Ecuador en Francia y Unión Latina, expuso una magnífica serie de fotos sobre su lugar natal. La galería parisiense Kiron, dio cabida durante el último mes de 1995 a la muestra de retratos y paisajes, testimonio sensible sobre Otavalo, sus familiares y amigos, “una mirada humilde y sencilla” que adicionalmente, según señaló Cevallos a la AFP en esa ocasión “es para mí una historia de amor”.

La edición número 49 del festival cinematográfico de Cannes (mayo 1996), tuvo como complemento una exposición de 80 fotografías vinculadas al cine. Dos años más tarde, se reeditó otra similar en la parisiense Casa de América Latina, 67 fotos en color autoría igualmente de Cevallos, fueron apreciadas desde el 8 al 24 de abril. Retrataban tres décadas de relación privilegiada con el cine y sus creadores intitulada “El cine…mis encuentros”.

Radica actualmente en París, de mediana estatura, moreno, ojos negros, algunas canas han confabulado con los 76 años de edad, para matizar sus cabellos oscuros. Admite con marcado acento, ser francés de alma porque ese país le entregó cultura y la posibilidad de estudiar, Italia también le brindó tantas cosas “en esos países te apoyan porque vales algo. Hay tantas personas que aspiran a ser algo, más no tienen ni voluntad ni rigor. Cada día, en esos países, es una lucha continua, tenaz”, para Cevallos, el viaje a Francia fue lo mejor, una opción, una escuela de vida “el destino, mi alma, me empujaron allá para ser algo”, asevera.

Trabaja en un libro sobre la vida cotidiana de Otavalo, confiesa no haber olvidado nunca a su tierra ni sus raíces, recuerda el colorido sarance, los lagos azules, las colinas custodiando el valle querido. Conserva posiblemente, en encuadre recóndito y tonalidades añoradas, la imagen patente del portón y fachada caseros dando cara a la calle Sucre (hoy Hotel Coraza), borrados en nombre de ese progreso que implacablemente mata al pasado para edificar el futuro inevitable, tendrá presente sin duda el rostro de Wilson Carrillo y sus hermanos, con él usufructuaron una niñez retozona, plena en correrías inacabables.Un tercer ojo bien dotado, a hecho de Fabián Cevallos, simple y llanamente… un otavaleño universal, único, grande, inalcanzable.


Autor: Núñez Garcés, Jaime. Comunicación personal, 28 de junio de 2022.