Francisco Páez

Los orígenes del básquetbol tienen fechas y nombres concretos. En Massachusetts, Estados Unidos, el capellán James Naismith, nacido en Canadá, concibió el deporte y lo organizó en 1891. Esta nueva actividad llegó en 1986 a Brasil y en el año 1900 llegó a Ecuador junto con los empleados norteamericanos de la compañía «South American Development Company» (SADCO), concretamente a Portovelo, Provincia de El Oro.

En Ecuador, la Liga de Baloncesto en Quito tuvo en los años 50 y 60 a un famoso equipo denominado “el Quinteto de Oro” que en realidad eran seis: Osvaldo Arroyo, Rodrigo Burbano, Marcelo Holguín, Santiago Oleas, Gonzalo ‘Patallucha’ Cevallos y Ramiro Escalante. 

Gracias a una beca, «Patallucha» Cevallos viajó a los Estados Unidos a un curso de entrenadores. De regreso al país fue contratado como entrenador del Colegio Normal Juan Montalvo. Armó un plantel que obtuvo campeonatos en varias categorías por cinco años consecutivos. Formaron parte de ese plantel Gonzalo Troya, Mario Bautista y Francisco Páez, de Otavalo, que después se convertirían en jugadores de élite.

FOTO © Wendy Páez Cisneros

Con su estatura de 190 cms. y talento para encestar, Francisco Páez ingresó al equipo profesional de LDU y tuvo como compañeros a algunos de los miembros del «Quinteto de Oro» mencionado antes. 

Un triangular en Pasto
Como campeón de la Provincia de Pichincha, el equipo de LDU fue invitado a un torneo triangular a realizarse en Pasto. Participarían la Selección de Pasto y además la Selección de Cali.

De izquierda a derecha. Oswaldo Custode, Carlos Quiróz, José Sandoval, José Díaz, Francisco Páez.
FOTO © Wendy Páez Cisneros.

El viaje estaba proyectado ser un itinerario en avión Quito-Pasto. Sin embargo, el mal tiempo impidió el aterrizaje y el avión debió regresar a Quito. En el aeropuerto los dirigentes consiguieron apresuradamente algunos taxis para desplazarse por tierra. Para colmo, la Carretera Panamericana estaba en construcción en algunos tramos, de modo que el viaje no fue nada sino extenuante porque las piernas de los jugadores de básquet no caben holgadamente en taxis pequeños. Fueron recibidos en el sector El Pedregal, por los anfitriones para llegar a la ciudad de Pasto. 

En el partido final, frente a la Selección de Cali, el equipo caleño comenzó ganando holgadamente al comienzo pero la diferencia de puntos fue acortándose a medida que se acercaba el final del cuarto período. A menos de un minuto del final del partido, el equipo quiteño se puso a un punto de diferencia. Necesitaba encestar un tiro fuera del área para ganar. El tablero marcaba cuatro segundos por jugar.

Time out!

Los jugadores de ambos equipos escuchan la estrategia a seguir. El equipo de LDU irá al todo o nada: intentará un tiro de larga distancia. La Selección de Cali buscará neutralizar esa intención.

El saque es para la Selección de Pichincha, los jugadores en la cancha se mueven buscando desmarcarse. Es un momento crítico. Los espectadores se comen las uñas. El tiempo corre en el tablero.

La pelota llega a manos de Paco Páez cerca de la mitad de la cancha, muy lejos para intentar un osado lanzamiento de larga distancia. Y la pelota salió de sus manos, haciendo el sonido suave al romper la fricción del aire. La pelota se elevó  lentamente en dirección al cesto, fue rodando y la altitud fue disminuyendo… unos y otros esperando el milagro para sí.

La pelota emitió ese eco embrujante al penetrar el cesto. Inmediatamente el silbido del árbitro señaló el fin del partido. Los jugadores corrieron a abrazarlo y en las gradas, la Colonia de Ecuatorianos Residentes en Pasto gritaron con más fuerza Ecuador, Ecuador! En medio de la cancha levantaron a lo jugadores en hombros, como si fuesen toreros. Paco Páez se había arriesgado para intentar un lanzamiento de larga distancia donde el margen de error es demasiado alto. Pero consiguió encestar. Dramáticamente. La serenidad ante la presión define a los campeones.

Selección de básquetbol de Pichincha. De izquierda a derecha. Parados: Roberto Manciatti, Xavier Martínez, Fernando Rodríguez, Renato Manciatti, Oswaldo Custode y Francisco Páez.
Cuclillas: Patricio Toledo, Víctor Aguirre, José Sandoval, Gonzalo Cevallos, y Julio Arellano.
FOTO © Wendy Páez Cisneros.

Francisco “Paco” Páez
Milton Francisco Páez Velasco nació en Otavalo el 18 de agosto 1942. Su padre fue Don Juan Francisco Páez Cevallos y su madre fue Doña Blanca Rebeca Velasco Rivera. Es el cuarto hijo de seis hermanos: Adrila, Silvia, Melvin, Francisco, Hilda y Elena. 

FOTO © Wendy Páez Cisneros.

Estudió en la Escuela José Martí en Otavalo y luego en la Escuela García Moreno de Quito. La educación secundaria la recibió en el Colegio Normal Juan Montalvo, en Quito. Los estudios universitarios los realizó en la Universidad Central del Ecuador, en la especialización de Cultura Física. 

Contrajo matrimonio con Flor Colombia Cisneros Valverde (+) con quien procreó tres hijos: Thanya, Francisco y Wendy. Tiene cinco nietos:  Daniel, Joel y Doménica Paredes. David y Pablo Páez.

De izquierda a derecha. Detrás: Francisco, Wendy. Delante: Paco Páez, Flor Colombia Cisneros y Thanya.
FOTO © Wendy Páez Cisneros

De izquierda a derecha: Oswaldo Custode, Francisco Páez y Renato Manciatti.
FOTO © Wendy Páez Cisneros

Jugó básquetbol en el Colegio Normal Juan Montalvo, en el Club Independiente. Jugó por la Selección de Bolívar, la Selección de Pichincha, la Selección de Imbabura y por supuesto, la Selección de Otavalo. Profesionalmente fue jugador del equipo de básquetbol de Liga Deportiva Universitaria. Integró la Selección Nacional de Básquet, un honor al que debió excusarse después por el complejo plan de entrenamiento que debía ser realizado en Guayaquil. 

Selección de Pichincha. De izquierda a derecha: Gonzalo Cevallos, Marcelo Oquendo, Galo Cabezas, Rodrigo Ribadeneira, Oswaldo Custode, Rodrigo Díaz, Roberto Manciatti, Carlos Quiroz, Francisco Páez y Xavier Martínez.
FOTO © Wendy Páez Cisneros.

Después de su retiro de las canchas, se dedicó a la docencia en el Colegio Nacional Otavalo. Formó generaciones de equipos de básquetbol desde su llegada al Colegio Otavalo en 1966. Hizo equipos disciplinados y ganadores. Su voz era escuchada y acatada. Si no era entendido, entonces un vozarrón salía de sus pulmones tal que era escuchado por todo el escenario.

FOTO © Paúl Sigüencia.

Una generación en particular es recordada, aquella de los años 1979 a 1985. Los miembros eran Bulmaro Jaramillo, César Suárez, Byron Picón, Manuel Flores, Paul Sigüencia, Juan  Carlos Yépez, Ramiro Jácome, Oscar Pinto, Pablo Santamaría, Herman Dávila. Fueron escogidos en primer curso para el campeonato inter-colegial de baloncesto de la Provincia. En ese entonces había tres categorías: Inferior, Intermedia y Superior. El entrenamiento era exigente: comenzaba a las 6:00 de la mañana, luego las clases. El recreo era usado para prácticas y después de clases había el siguiente entrenamiento bajo la mirada atenta del señor Páez. Obtuvieron el título de campeones ese año. El año siguiente repitieron el campeonato. El siguiente año subieron a la categoría Intermedia e igual ganaron el campeonato. Un año más tarde, otra vez obtuvieron el campeonato, ya iban cuatro en fila. En la categoría superior ganaron el quinto campeonato y el último año, el de la graduación del colegio, lograron conquistar el sexto título consecutivo. 

Selección del Colegio Otavalo. De izquierda a derecha.
Parados: Licenciado Francisco Páez, Manuel Flores, Herman Dávila, Héctor Paredes, Paul Sigüencia, Marco Trujillo, Pablo Santamaría, Ramiro Jácome, Eduardo Jácome.
Cuclillas: Fredy Guerra, Juan Carlos Yépez, César Suárez, Oscar Pinto. Falta el capitán del equipo Bulmaro Jaramillo.
FOTO © Paúl Sigüencia

Como anécdota, un día de entrenamientos los jugadores descubrieron con asombro que los tableros de los aros habían sido removidos por orden del profesor Páez. Era una técnica para afinar la puntería sin depender del rebote en el tablero. A costa de la práctica constante, la precisión en los lanzamientos de los jugadores asumió una naturalidad que les brindó confianza para enfrentar a equipos con jugadores más espigados. Tener jugadores afinados en lanzamientos de larga distancia marcó la diferencia en las competencias.

FOTO © Paúl Sigüencia

Francisco Páez fue designado entrenador de la Selección de baloncesto de Imbabura para los Juegos Nacionales En Loja donde terminó en la cuarta posición. Llevó a Bulmaro Jaramillo, César Suárez, Byron Picón y Paúl Sigüencia, titulares de la selección. Paúl Sigüencia se coronó como el mejor encestador de los juegos con 155 puntos convertidos. El jugó después profesionalmente en el equipo de ESPOLI y fue convocado a la Pre-selección del país. Casualmente, el apodo de Paúl, “Pantera”, nació del Licenciado Paco Páez. 

Sus pupilos.
FOTO © Paúl Sigüencia.

¡A la casa, carajo!
Sexto curso, un partido importante fue postergado para un día sábado. En el Hotel Yamor Intercontinental había un festival bailable a donde concurrían todos los chicos con sus novias para bailar. Paco Páez había sido muy explícito con los jugadores, “viernes duermen tempranito en la casa, nada de salir…” 

Pero algunos jugadores cayeron en la tentación y fueron a escondidas al festejo. Mientras la fiesta se calentaba, alguien vio venir la figura gigante de Paco Páez. Algunos lograron escabullirse, otros, escucharon en pleno salón, no una sugerencia sino una orden: “¡a la casa, carajo!” Qué enamoradas ni nada, los jugadores regresaron a casa con los churos hechos. No pudieron bailar ni una pieza. Ni dormir esa noche, porque al día siguiente…

Dos colosos: El Imbabura y Paco Páez.
FOTO © Wendy Páez Cisneros.

Vivió en la ciudad de Otavalo hasta 2010. Actualmente reside en Quito. La ciudad de Otavalo, distinguió sus logros al asignar el nombre de “Coliseo Francisco Páez” al escenario que forma parte del Complejo Deportivo de Liga Deportiva Cantonal. Es recordado como un profesor que transmitía la sed de triunfo a base de esfuerzo y disciplina. Hizo ganador a muchos equipos y mucha gente recibió su influencia. De joven fue un titán como campeón, como persona le otorgamos el modesto Trofeo de Gratitud. El nombre del Coliseo y su persona ya son partes intangibles de la historia de la ciudad de Otavalo.

FOTO © Wendy Páez Cisneros.

Fuente: Páez Cisneros, Wendy. Comunicación personal. 10 de enero de 2021.