Las primeras muestras de arte mural datan de la Edad Paleolítica Superior (aproximadamente 40.000 años atrás, según la Enciclopedia Britannica). En el Renacimiento, el famoso mural “La Ultima Cena” que está en la Capilla Sixtina fue pintado por Michelangelo. Otro ejemplo de pintura mural es la obra de Guayasamín que adorna la Terminal 4 del Aeropuerto Adolfo Suárez Madrid-Barajas. Esta es una obra grandiosa de 120 metros cuadrados. En Quito, el mural gigantesco que recibe a los visitantes a la entrada del Teleférico fue creado por Pedro Nicolalde, un muralista otavaleño.
El nació en Otavalo el día 12 de septiembre de 1963. Sus padres son don Gonzalo Nicolalde y doña Mercedes Benítez. Su madre, es hija del compositor Ulpiano Benítez Endara. Ella es hermana de Gonzalo Benítez, uno de los mejores intérpretes de la música ecuatoriana junto a Luis Alberto Valencia en el dúo “Benítez y Valencia”.
Toda su educación la recibió en Otavalo: Jardín de Infantes 31 de Octubre, Escuela Católica Ulpiano Pérez Quiñones y Colegio Nacional Otavalo. Cuenta que la afinidad por el arte le fue transmitida por ósmosis pues siendo el hijo menor de seis hermanos y dos hermanas, en su familia todos tienen dones para el dibujo o la música; es autodidacta.
A edad temprana experimentó que la vida artística no está libre de sinsabores pues cuando cursaba el tercer grado de la escuela primaria, entregó al profesor de dibujo un carboncillo de Simón Bolívar. Estaba tan bien elaborado que el profesor dudó que la obra haya sido hecha por él. El malentendido se aclaró con una solución salomónica: debía hacer un dibujo frente al profesor. El resultado fue igual de espléndido pues el profesor quedó satisfecho, la familia regresó a casa muy orgullosa y Pedro retornó a casa con su reputación intocada y su ego acrecentado. A esa edad, no dudaría más que el arte era su camino.
Al preguntarle por alguna influencia en su preferencia por la pintura, respondió que se adentró en la pintura mural gracias a una invitación de su hijo, quien tiene el mismo nombre y se dedica a la pintura en murales. Normalmente, el hijo suele heredar la afición de su padre, en este caso de los dos Pedros, el orden se invirtió.
El atractivo de la pintura mural
Consiste en crear una obra e ir recibiendo opiniones de los presentes. Cuenta que en ocasiones, recibe agua o comida mientras está pintando un mural y a veces les permite “ser ayudado” dejándoles pintar una porción. De esta manera, el producto final refleja el sentimientos colectivo del artista y de la gente que aportó en la elaboración del cuadro.
Hasta ahora su obra mayor puede ser vista en el Teleférico de Quito, un soberbio mural de 80 metros cuadrados. Su boceto fue el escogido entre muchos aspirantes para adornar la estación inicial del teleférico en Cruz Loma. Ha hecho murales en Huaca (Carchi), Quito, Otavalo, San Pablo del Lago, en el cementerio de San Pablo, González Suárez, en la vía a Angla, Araque. Firma sus cuadros como PIO, el apelativo afectuoso con el que su madre le llamaba desde niño.
De lo abstracto
Platicando acerca del mundo abstracto, le preguntamos acerca de las condiciones para hacer un mural. “Solo una”, nos contestó. “Una pared en blanco”, fue la respuesta, así de sencilla. Cuando le pedimos que formulara la idea, entendimos que con el espacio proporcionado, él desea la autonomía para expresar su creatividad. Si hay condicionamientos, la libertad se coarta y el resultado pierde el vigor imaginado. Viene a la mente una anécdota de Picasso cuando le preguntaron su opinión acerca de las computadoras. El respondió, “No me gustan porque solamente dan respuestas”. Tal vez esta es la libertad a la que se refería Pedro, las respuestas (condiciones) son limitantes.
De lo material
Un artista siempre anda ajustado en los bolsillos. ¿Cómo amalgamar con la pintura? Adicionalmente a la pintura tiene una labor comercial suplementaria que le ayuda a sostener sus gastos. “Sin embargo”, recalcó, “un artista no espera una jubilación para dedicarse a disfrutar la vida después, sino un artista nunca se jubila y disfruta cada día en su labor dedicada al arte. Se siente realizado cuando está dibujando, un aspecto que el dinero no lo puede conseguir. Un artista pinta para uno mismo, se absorbe entre los pinceles, matices y colores para crear formas originales que serán contempladas después por otros ojos”. Un concepto que supone que a una obra hay que mirarla detenidamente, porque detrás de un cuadro está todo el mundo afectivo del artista.
En 2018, junto con sus hermanos y familiares hicieron una exposición llamada “Sentimiento Colectivo” en la que presentaron las habilidades que cada miembro de la familia Nicolalde ha ido desarrollando. La misma exposición fue presentada también en Cotacachi.
Relata que un estilo al que también se dedica es el arte en miniatura. En espacios menores a un centímetro cuadrado, es capaz de elaborar exquisitos dibujos. Esto requiere tres cosas: una aguja fina, un lente adecuado y enorme concentración para plasmar una imagen en tan reducido espacio. Los resultados son estupendos.
Para el futuro, hay varios proyectos que tiene en mente. Uno más cercano es acompañar a su hijo Pedro en su trabajo como muralista, a su hija Daniela como flautista profesional y a su tercer hijo, Juan, quien es un empresario y muy dotado para la música. Luego, otro propósito constante es tener una galería de arte de la familia en Otavalo. También, aspira alguna vez a mostrar su arte en el extranjero.
Al comienzo habíamos mencionado la influencia del DNA en su familia. Ahora Pedro puede observar este influjo en sus nietos quienes ya han comenzado a mostrar su dotes por la música, una heredad que ya abarca cinco generaciones.
Visto desde lejos, observará a una persona con la ropa manchada con unos tarros de pintura y una brochas frente a una pared. Si se acerca, va a notar que de esos materiales surgen murales imponentes que llevan la huella de Pedro Nicolalde, un artista cuya inspiración brota de Otavalo, “un lugar fantástico”, como él dice. Pensamos que la vena artística de Pedro y su familia va a ser muy reconocida, su calidad así lo vislumbra.
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Fuente: Nicolalde, Pedro. Comunicación personal. 7 de julio de 2020.