Hace unos pocos días, en un receso del seminario sobre periodismo científico organizado por la Asociación de Academias de Ciencias de los Países Americanos, al que había sido invitada, paseaba por la famosa calle peatonal bonaerense, La Florida, y claro, trataba de encontrar algo novedoso que pudiera comprar para llevar de regalo a un par de amigas. Uno de los tendidos en medio de la calle llamó mi atención, pues al lado de unos chales y carteras tejidas, ví unas coloridas muñecas rusas, las conocidas Matrioshkas, esas muñequitas que guardan en su interior una serie de capas de muñequitas, en su mayor parte similares o idénticas a la que aparece en el exterior.
Mi asombro de encontrar muñequitas rusas en Buenos Aires, se duplicó, cuando miré que quien las vendía era indudablemente alguien de mi país, una joven de la etnia de los otavalos, conocidos por su industriosidad, sus dotes como comerciantes y su destino de viajeros empedernidos.
Cuando, para asegurarme le pregunté si era de Otavalo, su respuesta fue afirmativa, así como frente a la pregunta de quién las había realizado, y me dijo que ellas mismas.
Nunca he dudado de la capacidad de nuestros compatriotas otavaleños para hacer negocios e inclusive para tomar y generar ideas que luego las ponen en práctica, su arte y sus artesanías son reconocidas en el mundo entero y tienen un sello que las vuelve inconfundibles.
Por ello, no se si felicitar por el ingenio del que hacen gala, construyendo sus matrioshkas otavaleñas o lamentar que se va perdiendo la identidad cuando se asimilan otras culturas que son tan diferentes a las propias.
Cuando se viaja, no se puede dejar de tener sorpresas, a lo largo de mi vida, me he encontrado con otavaleños en prácticamente todos los lugares que he visitado, por más distantes que estos se encuentren.
Pero una vez más, me he dejado sorprender por el ingenio del que hacen gala. Así es que ya saben, la próxima vez que viajen a los más exóticos lugares y cuando compren una artesanía, a pesar de la omnipresencia de la China como país de origen de una cantidad impresionante de objetos y productos, puede que se lleven la sorpresa de que los objetos de su deseo, por más que no lleven una marca, probablemente sean made in Otavalo.
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Fuente: Arteaga, Rosalía. “Muñecas rusas otavaleñas”. Diario El Tiempo, 6 de diciembre de 2011. eltiempo.com.ec. Consultado el 12 de septiembre de 2016.