El Lechero es un ícono de Imbabura y principalmente de la otavaleñidad. Cuentan las historias que los mayores iban a Rey Loma, donde se halla el Lechero, a realizar sus ofrendas al sol, considerado un dios, a la luna y las estrellas, por el florecimiento y crecimiento de las plantas y sus frutos. Según relatan las leyendas, este árbol es el único que resiste al fuego del averno y desciende a rescatar el alma de sus devotos injustamente condenados por los dioses blancos.
Para muchos, el Lechero es un Pucará, o sea un Atalaya, sitio estratégico, que en tiempos de guerra era un lugar desde donde se observaba al enemigo por todos los lados.
Desde el sitio se tiene una vista espectacular para observar la laguna de San Pablo, el Taita Imbabura, las casitas de teja de Otavalo, e inclusive las alturas del Mojanda Cotama, Quichinche y Yambiro, que a la vez son hermosos balcones vigías de la región del Valle del Amanecer.
En el contexto religioso, la conservación de un árbol sagrado, un viejo lechero, en el centro de la plataforma superior de Rey Loma, reviste un gran significado.
En tiempos de sequía se reza para que llueva sobre los sembríos. Regularmente se llevan ofrendas, con los choclos primicias de las cosechas y con ocasión de los entierros o aniversarios de fallecimientos. En este caso los alimentos cocidos son: mote, arvejas, tostado, cuyes o chicha.
Ramiro Velasco, un otavaleño conocedor de la historia de estos íconos, cuenta que a este árbol se le calcula entre 800 a 1.000 años de existencia.
“Nosotros como otavaleños siempre hemos visto al Lechero como un sitio ritual, ceremonial y sagrado, porque se ha vivido estas ceremonias en épocas de los Inti Raymi, o en matrimonios de mestizos. Eso determina que este árbol tiene un gran significado para quienes habitamos en este lugar, por ser un símbolo y un ícono de la cultura andina de esta región”, aseguró Velasco.
Por su parte Raúl Amaguaña, representante del pueblo kichwa, manifestó que aparte de ser considerado un lugar para rituales y ceremonias, es un sitio turístico.
“No solamente ha sido una referencia para el mundo kichwa Otavalo, sino también es parte de la identidad mestiza, porque cuando los poetas escriben y los pintores crean sus obras, siempre se han
La leyenda
De todas las doncellas de aquel entonces, una joven llamada Nina Pacha fue escogida como sacrificio para calmar la ira de las divinidades que causaban la sequía. Pero no se dieron cuenta que ella, Nina, tenía un novio, su nombre era Huatalquí, que cuando se entera del ritual que iban a realizar decide huir con su amada hacia un lugar lejano. Durante su escape, el yachag, shamán o sabio de la comunidad se da cuenta del engaño y pide clamando al Taita Imbabura que castigue severamente a la desobediente pareja.
Cuando Nina Pacha y Huatalquí llegaron a la actual zona de Rey Loma, salió un enorme trueno detrás del volcán Imbabura que tocó a la mujer e inmediatamente la convirtió en agua y con ella llenó poco a poco el valle seco de aquel entonces. Huatalquí arrepentido de esta situación lloraba y clamaba pidiendo al Taita Imbabura que lo castigue a él también. Luego de tanta súplica salió otro trueno detrás del coloso que tocó al joven y lo transformó en el árbol lechero.
La leyenda certifica que la cercanía del árbol hacia el lago San Pablo es la muestra del eterno amor que se tenían Nina Pacha y Huatalquí. Ahora la zona está rodeada de bosques de eucalipto y pino que se cree permanecerán hasta la eternidad.
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Fuente: “La leyenda del Lechero, un árbol sagrado en Imbabura”. Diario La Hora, 5 de noviembre de 2017. lahora.com.ec. Consultado el 5 de diciembre de 2019. Foto © 2017 La Hora.