El bandolín es el instrumento de cuerda infaltable en la música andina de Otavalo, en Imbabura. Los ritmos de reconocidas agrupaciones como Charijayac y Wiñaypa, entre otros, giran en torno a este instrumento de madera, parecida a una guitarra pequeña, que tiene 15 cuerdas en su estructura.
Ahora hay pocos talleres que guardan los secretos para obtener uno de estos aparatos. Uno de esos últimos es del otavaleño Jorge Eduardo Campos. Este ebanista, de 70 años, creció en medio del diseño y fabricación del bandolín. Cuando tenía 15 años, el primer instrumento musical tomó forma en sus manos. Siguió al pie de la letra las recomendaciones que le hizo Segundo Campos, su padre. Es el único de tres hermanos que heredó la profesión. Aún se sumerge en el taller, ubicado en el centro de Otavalo, para diseñar los apetecidos artículos.
En tres meses alcanza a producir 12 unidades. Pese a tener una deficiencia auditiva de nacimiento, sus clientes aseguran que tiene habilidad para construir sonoros y perfectos instrumentos de cuerda. También confecciona guitarras y charangos, pero los bandolines son sus preferidos. Ahora utiliza un aparato que le permite escuchar.
La maestría para fabricar los bandolines fue reconocida por músicos, indígenas y mestizos. Como no podía ser de otra manera, el presente fue un concierto que se ofreció en el Centro Intercultural Kinti Wasi (Casa del Colibrí, en español), en Otavalo, el último fin de semana. Ahí músicos como los grupos Cuerdas del Ecuador y Canto Vivo, Josué Cáceres, Segundo de la Torre, Sara Villavicencio, Edgar Córdova, Germánico Anrango, Ali Lema y Felipe Males, actuaron en este homenaje.
De este último intérprete, recuerda el artesano, que en una ocasión decidió probar unos 10 bandolines, que acababa de elaborar y que estaban listos para ser entregados en almacenes, en Quito. El ensayo finalizó con la compra de tres. Sin embargo, el pedido de otro músico indígena, que no recuerda su nombre, fue el incentivo para no dejar de confeccionar estos aparatos.
El Campos, como les dicen los artistas al referirse al artefacto, han tenido demanda en provincias como Cotopaxi, Cañar, Azuay, Loja. Además, los músicos otavaleños, que emigran a otras naciones, han sido los encargados de llevarles fuera del país. Paulina, hija del ebanista, explica que han enviado a España, Bélgica, Estados Unidos, Japón, entre otros.
Hoy el bandolín está en auge, pero en la década de 1980 prácticamente casi desaparece de las festividades andinas, explica Hernán de la Torre, organizador de la velada artística. Este estudiante de cinematografía de la Universidad San Francisco, de capital de la república, está rodando una película documental sobre el tema. Incluso, el maestro otavaleño se convirtió en el personaje principal.
Hoy, Jorge Eduardo Campos trabaja en su taller junto a Esteban Guevara, esposo de una de sus hijas, a quien le transmite sus conocimientos. Algo similar hizo, hace cerca de dos décadas, con Santiago Ayala, otro de sus parientes. Tiene 36 años de edad. Comenta que con el transcurso del tiempo pasó de ayudante de taller a ebanista. Incluso, acuerdan para crear nuevos diseños y modelos del bandolín. Los dos especialistas han moldeado maderos de cedro, capulí y palo de rosa. Esta última, que la ocupan desde hace tres años, ofrece mejor sonido. Ayala afirma que está listo para tomar la posta.
Fuente: “El bandolín resuena en la música de Otavalo”. Diario EL COMERCIO, 22 de junio de 2018. elcomercio.com. Web. 30 de junio de 2020.