Los trabajos históricos sobre Otavalo han sido numerosos y diversos. Creo, sin temor a equivocarme, es la región imbabureña más estudiada desde el período prehistórico hasta el contemporáneo, toda vez que la ciudad ha tenido la suerte de contar con gente muy ilustre que le ha dado prestigio desde el punto de vista histórico y social, razón por la que los resultados en el campo de la investigación son abundantes y generosos.
Esta serie de artículos que entregaremos pretende aportar de manera modesta a los estudios hechos, cooperación que se referirá de manera particular a temas religiosos. Es decir, un análisis somero del origen de las devociones populares, templos, iglesias y capillas que existen o existieron en la ciudad. De igual manera a las organizaciones religiosas como cofradías y otros grupos devotos que se formaron en la urbe, temática que no ha sido tratada a profundidad por diversas razones, sobretodo, por la falta de oportunidades de otros investigadores para acceder directamente a fuentes primarias que se hallan en archivos pertenecientes a Ordenes religiosas y la propia Iglesia Católica a través de los registros existentes sobretodo en la inmensa biblioteca de la Curia Metropolitana de Quito.
Para lograr el mayor de los éxitos en mi propósito, quisiera tener la suerte de conocer a ciencia cierta el alma y espíritu de los otavaleños desde el punto de vista de su identidad, pues ello me permitiría tener una idea más clara de lo sucedido, ya que no es menos cierto que para analizar una escena del pasado se necesita no solamente conocer lo ocurrido, sino sentir en forma vivencial lo acontecido a través de sus gentes y experiencias. Por ello, desde ya pido disculpas si omito algún dato adicional que a los habitantes de ese hermoso lugar imbabureño les puede resultar común y ordinario. Lo importante es que con un gran sentido de humildad hagamos un gran esfuerzo por cumplir con nuestro objetivo que no es otro que el de entregar algunas noticias que aún se hallan rezagadas en el polvo inerme del olvido.
Este trabajo con seguridad tendrá sus bemoles dada la capacidad investigativa de los otavaleños en materia histórica; sin embargo, deseo señalar que las fuentes consultadas son primigenias y que cuando se trata, por ejemplo, de hablar de las iglesias de El Jordán y San Luis, para citar un ejemplo, muchos documentos no han sido consultados ya que ellos reposan, como hemos dicho, en los archivos de la Curia Metropolitana de Quito, Archivo Nacional de Historia y Biblioteca Ecuatoriana “Aurelio Espinosa Pólit” de Cotocollao, lugares de difícil acceso dada su propia naturaleza, motivo por el que, sin temor a equívocos, los materiales pueden ayudar para ampliar los estudios sobre historia social del antiguo Corregimiento de Otavalo correspondientes a los siglos XVI, XVII y XVIII, del período colonial.
Por otro lado, dispongo de abundante información que aún no he podido ordenarla y se refiere al período independentista, sobretodo a varios episodios que sobre Otavalo se guardan en los archivos de Simón Bolívar que se encuentran en Caracas y Bogotá, pero que no necesariamente son tratados por el Libertador, sino por sus lugar tenientes y soldados que narran en sus informes algunos aspectos que ocurrieron en Otavalo o sus derredores, pero que valen la pena conservarlos como evidencia de la contribución de sus habitantes a la causa de la independencia.
Un tercer aspecto que deseo tratar es el relacionado con el comercio entre Quito, Lima y otras ciudades de la Real Audiencia de Quito en el período colonial, toda vez que el corregimiento de Otavalo era uno de los más ricos y prósperos de la Audiencia, llegando al extremo de que en Otavalo se negociaba cascarilla y añil traídos desde Loja por varios negociantes, quienes adicionaban productos manufacturados como telas y bayetas para llevarlas a Santa Fe de Bogotá y otras ciudades del norte de Quito, llegando a establecerse un almacén en Panamá, bajo el atractivo membrete de “Bayetas de Otavalo”. Esto ocurrió en 1768.
Un cuarto asunto es el relacionado con las impresiones que varios viajeros extranjeros tenían sobre Otavalo, sus costumbres y formas de vida. Uno de ellos, para mi el más célebre, al tiempo que desconocido por su formación protestante, fue el alemán Karl Wutmang, que hizo una prolija descripción de las formas de vida de los indígenas otavaleños en el siglo XVIII y luego presentó sus informes en Berlín en el año de 1787. Lo curioso es que se hospedó en la casa del mismo cura vicario de Otavalo, Luis de Zúñiga, quien sin saber que era protestante le dio alojamiento por espacio de cuatro meses, tema del cual el viajero habla de manera muy respetuosa y agradecida.
Otro viajero especial es Louis de la Rua, francés, que hizo una descripción de la actual provincia de Imbabura, particularmente de Otavalo, lugar en el cual vivió por espacio de dos meses, tiempo relativamente corto para lograr un detalle tan minucioso de lo que vio y observó en la zona. Su informe narra cómo llegó a esta ciudad en la que se sintió forzado a buscar alojamiento por problemas de salud, sobretodo, ataques de asma. En tan corto tiempo, luego de recorrer la región se sintió muy aliviado y no deja de ponderar el clima benigno y generoso de la zona. Se alojó durante todo este tiempo en la casa del señor Matías Andrade quien poseía una hermosa finca en el sitio conocido como “El socavón”.
En fin, tenemos un pequeño material que deseamos entregarlo con gusto y contribuir de esta manera a retribuir la generosa acogida que me ha ofrecido esta tierra imbabureña a la que la siento como propia, pues en ella he aprendido a compartir con sus gentes y paisajes, costumbres y ganas de luchar para seguir adelante y cumplir con lo que Dios ha dispuesto.
Tierra de
El típico hombre otavaleño, es modesto de espíritu y orgulloso de sus tradiciones. Procedientes de una tierra majestuosa, con espíritu dulce y dueños de una cultura milenaria, exhiben con sus trajes el placer que sienten por su tierra.
Hombres vestidos de blanco, sombrero, poncho y alpargatas; y mujeres vestidas con blusas blancas bordadas con flores, las walcas o collares de mullos dorados que brillan como el oro, las makiwatanas o mullos rojos hechos de coral, las chumbis o fajas, los anacos o vestidos, las fachalinas, rebozos y alpargatas. Hechura de las montañas andinas apegado a las costumbres de la tierra.
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Fuente: Tapia Tamayo, Amilcar. “Otavalo, Valle del Amanecer”. Diario LA HORA, 5 de diciembre de 2006. lahora.com.ec. Consultado el 3 de diciembre de 2019.