𝗟𝗔 𝗙𝗜𝗘𝗦𝗧𝗔 𝗗𝗘𝗟 𝗬𝗔𝗠𝗢𝗥 𝗘𝗡 𝗦𝗨𝗦 𝗢𝗥𝗜́𝗚𝗘𝗡𝗘𝗦
Autor: 𝐽𝑎𝑖𝑚𝑒 𝑁𝑢́𝑛̃𝑒𝑧 𝐺𝑎𝑟𝑐𝑒́𝑠
Que Monserrate (nombre original) es la cuna del yamor, tanto de la bebida como de la fiesta, en mi opinión, es una aseveración acertada.
La referencia más antigua indica que el 28 de abril de 1865, el cabildo otavaleño, por pedido del Sr. Miguel Remigio de Córdoba, notario del cantón, oficia al Sr. Jefe Político que disponga y organice de manera solemne la fiesta de la novena de la Virgen de Monserrate, Patrona de la ciudad. Al año siguiente, en sesión extraordinaria del 2 de abril, el cabildo resuelve disponer el egreso de 12 pesos para solemnizar la fiesta. En 1867, en sesión del 17 de abril, el cabildo solicita al jefe político, que organice la distribución de los días de la novena de la Virgen de Monserrate, novena que debe iniciar el 12 de mayo o el 11 de junio de 1887. Posteriormente, el ilustre Concejo Municipal emite un acuerdo mediante el cual dispone que la fiesta del Sacratísimo Corazón de María de Nuestra Señora de Monserrate, se realizará el 10 de agosto de cada año en la Iglesia de El Jordán.
En años posteriores, terminada la novena, el barrio Monserrate daba inicio a la octava, cuyos aspectos sobresalientes eran las vísperas, la misa, los regocijos populares y la elaboración y consumo del yamor, acompañado del plato típico. El sábado, penúltimo día de la octava, se realizaban por la noche las vísperas, las bandas de la Sociedad Artística y la de San Rafael, eran las encargadas de imponer el complemento musical, los globos de papel, castillos, vacas locas, voladores, camaretas y cuyes o buscapiés, ponían la nota de diversión. Al día siguiente, en horas de la mañana, la Virgen de Monserrate era trasladada en procesión desde la Iglesia de El Jordán al barrio, cuyos pobladores hacían gala de su iniciativa, arreglando un altar al aire libre y adornando el sendero por donde debía pasar la Santísima Virgen. Durante la tarde, tenían cabida los regocijos populares, ollas encantadas, palo encebado, torneo de cintas, chancho enjabonado, concurso de atracones y las carreras de encostalados.
Conviene traer a colación la manera de cómo la bebida llegó por estos lares y el mejor recurso para tal objetivo, constituye el testimonio del profesor Néstor Jaramillo Córdova, en entrevista realizada por éste, vuestro servidor, hace ya muchas lunas.
Su señor padre Don Segundo Manuel Jaramillo Zurita quien nace en 1893, falleciendo a los 98 años, le había referido que en cierta ocasión preguntó a su señora suegra Rita Guerra Páez, dónde aprendió a preparar esa chicha tan sabrosa que sacaba a la venta cada septiembre. Como respuesta, ella reveló que fue su madre quien le enseñó, complementando la información con el relato de cómo había llegado por estas tierras.
Allá por 1880 aproximadamente, la vecina república norteña estrena un presidente conservador. Tal acontecimiento provocó la remoción de algunos funcionarios, entre ellos, el cónsul de Colombia en Tulcán, liberal que decidió venir con su esposa, dos hijos, el secretario y Juana Páez su ama de llaves. En aquella época, la quinta La Florida (delimitada por las calles Morales, Atahualpa, Salinas y el río Machángara) propiedad del eminente hombre público, Carlos Ubidia Albuja, era un sitio de paso obligado para los viandantes ilustres, obviamente, por las comodidades ofrecidas. El político paisa, se hospedó durante unos días en este lugar. De otro lado, el Sr. Pablo Guerra poseía una propiedad en Monserrate, entre el ir y venir hacia y desde ese barrio, conoció a la agraciada Juanita. Cupido agencioso como es, tensó su arco, flechando a este par de corazones románticos. Habiendo correspondido a los galanteos del coterráneo, terminó casándose y fijando residencia sobre suelo Sarance. La flamante esposa, hábil cocinera, cayó en cuenta que durante los primeros días de septiembre mucha gente acudía al barrio, con motivo del novenario de la Virgen Patrona, ante esta situación, se animó a expender una bebida… el yamor, cuya preparación conocía a cabalidad. Tras su fallecimiento, acaecido años más tarde, los hijos Nicolás, Manuel y Rita tomaron la posta, recogiendo una herencia inclaudicable. A las voluntades de los hermanos Guerra Páez mencionados, se juntaron vía matrimonio las de Tránsito Orbe, Carmen “bermeja” Atienza y Pastor Córdova, respectivamente, fortaleciéndose un quehacer que desde entonces ha permanecido vigente e irrefutable. Una vez conformados los hogares y siendo la costumbre de que las hijas ayuden en determinadas labores, incurrieron con empeño en el aprendizaje Tránsito Guerra Orbe, Rosana Guerra Atienza y su hermana Emma (en conversación mantenida en alguna ocasión, Dolores Córdova Guerra, la “Srta. Lola” así llamada, quien falleció a los cien años de edad y tenía una pequeña tienda en la calle Colón entre Bolívar y Sucre contaba que de niña ayudaba a Juana Páez en los quehaceres culinarios).
Una hermana de Doña Tránsito Guerra Orbe “mama Tránsito”, contrajo matrimonio con un caballero de apellido Reinoso, alcanzando posteriormente renombre “el yamor del Reinoso”. Las tareas inherentes, requirieron de ayudantes, quienes palparon los pormenores de la elaboración, contribuyendo después a fomentar el conocimiento y expandir la difusión (Don Lucho Saránsig, solía decir “mi mamacita Carmela Saransig aprendió donde mama Rita Guerra”). Más del testimonio de Don Segundo Manuel Jaramillo contado a su hijo Néstor. Una sirvienta que fue a trabajar donde Alejandro Dávila “jarro quilico” era ayudante de Carmen Atienza, casada con Manuel Guerra, esa persona le enseño a hacer a la Sra. Zoila Dávila de Velasco, asimismo, otra empleada fue a trabajar donde Don Gabriel Cifuentes casado con la Sra. Teresa Navarro, la señora aprendió y lo hizo y muy bueno.
En los relatos históricos. No ha sido posible encontrar una fiesta indígena específica en homenaje al yamor. Por tanto, en esta ocasión, voy a referirme a nuestra fiesta, a la de raigambre eminentemente mestiza, no a la de “tradición milenaria”. Parodiando a Cantinflas, tal predicamento, es falso de toda falsedumbre.
El verano de 1949, un grupo de estudiantes otavaleños, quienes en 1943 formaron el Club Crack, disfrutaban de sus vacaciones, entre ellos: Oswaldo Acosta Dávila, Jorge Acosta, Marcelo Moreano, Fabián Suárez, Jorge León, Luis Vivero, Oswaldo Rivadeneira, Fernando Pareja, Pepe y Jaime Saona, Jacinto y Yamil Ariss, Juan Moreano, los Hnos. Miguel, Jorge y Antonio Rosanía, deciden reunirse para tratar un tema concreto: Cómo terminar la estadía en Otavalo antes de reiniciar sus estudios secundarios en Quito. Argumentando una diversidad de criterios, coinciden en realizar un programa que llame la atención y convoque a la mayoría de “apagavelas”. Nace entonces la idea de llevar a cabo una doble jornada bailable, la primera (sábado en la noche) en el Club 24 de mayo y la segunda (domingo por la tarde) en la flamante pista de patinaje de la piscina Neptuno. Prácticamente dos escenarios ideales. Son contratadas dos orquestas para que actúen alternativamente en los dos eventos. Se logró contratar a la orquesta capitalina Gran Casino y a la Rumba Habana. Por unanimidad, los jóvenes entusiastas, resuelven que esta providencial (si cabe el término) programación sea el sábado y domingo más próximos al 8 de septiembre ¿la razón? En Otavalo se acostumbraba festejar con bombos y platillos el día de la Niña María, siendo parte de la tradición las romerías hacia el barrio Monserrate. Además, durante esta temporada se acostumbraba degustar los platos típicos acompañados de una jarra de yamor, expendidos por la descendencia de Juana Páez, la Sra. Dolores Lema de Brazales, las hermanas Teresa y Rosario Reinoso y la Sra. María Domitila Vásquez. Con el objeto de acondicionar el escenario del Club 24 de mayo, solicitaron al Dr. José Nabor Rosero, Vicario de San Luis, una tarima para que sobre ésta actúe la orquesta quiteña, mientras la Rumba Habana, amenizaría desde el hall central de dicho local. El doctor Luis Enrique Cisneros, Presidente del Concejo Municipal, dispuso a los maestros Rafael Figueroa y Bolaños, colocar lámparas luminosas (en previsión de que les cogiera la noche) en las palmeras existentes en el centro de la pista de baile (aún existen, y ojalá no se les ocurra tumbarles en algún desatinado momento); pero faltaba un detalle muy importante ¿cómo denominar a este festejo tan original? Y es Oswaldo Acosta Dávila quien determinó ¡Fiesta del Yamor! Y así se llamó ¿cómo la promocionaron? Mandando a imprimir en Cotacachi unas grandes tiras de papel que simplemente decían Fiesta del Yamor y la fecha, éstas fueron colocadas en las aceras. El día previsto, se mandó a elaborar un barril de yamor donde Doña Michita Pinto, del cual apenas se habían vendido unos pocos vasos en la noche del baile. Al día siguiente, muy por la mañana, el barril fue trasladado al chozón de la piscina, en la camioneta de los hermanos Aríss. Se vendió la totalidad de la bebida que dio nombre a la fiesta más grande de Otavalo. Posteriormente, en los años 50, 51 y 52 se realiza la fiesta en similar forma, organizada por los estudiantes Guillermo Moreano, Pedro Pinto y Gabriel Garcés Moreano, a cuyo cargo estaba la edición de la revista Ñuca Huasi. En el 53, el mismo grupo organizó la fiesta y es allí cuando es elegida la primera reina María Rosanía Dávila, Maruja I, en torneo galante efectuado en el salón de actos del Colegio Nacional Otavalo, candidatas, las señoritas: María Rosanía Dávila, Edith de la Torre, Gloria Ubidia, Marieta Jaramillo y Gladys Benítez, quienes al día siguiente en el acto de proclamación y coronación realizado en la piscina El Neptuno estuvieron acompañadas por los caballeros de honor: Fabián Suárez, Daniel Benítez, Herman Baquero, Antonio Rosanía y Gabriel Garcés Moreano, respectivamente.
En 1955, con la asistencia de los ejecutores de la revista Ñuca Huasi toma la posta de la organización, la Asociación de Otavaleños 31 de Octubre, presidida por el Dr. Luis Eladio Benítez.
Para 1962, corresponde al Comité Femenino Pro Gruta del Socavón bajo la presidencia de Doña Susana Mancheno de Pinto, época en la que se hicieron importantes cambios. Hay que resaltar que este comité tomó a su cargo las obras de construcción de los arcos, marquesina, altar, plataforma, embaldosado, gradas, puerta y verja de cerramiento que dicho sea de paso no sabemos dónde fueron a parar. Período en el que se colocó la réplica de la imagen de la Virgen de Monserrate, obra del escultor Gonzalo Montesdeoca de San Antonio de Ibarra, tío de nuestro paisano Luis Mejía Montesdeoca.
Otavalo “pueblo que está de pie” y debe permanecer siempre de pie, altiva, pujante. Terruño entrañable que tiene en su haber una tradición periodística brillante, de allí que correspondió al quincenario “Síntesis” apadrinar al grupo que en 1967 liderado por Efrén Andrade, democratiza la fiesta, ésta sale a la calle, el Comité Ejecutivo se estructura en algunas asambleas de representantes institucionales y barrios de Otavalo ¿quiénes conformaban esta dinámica agrupación? César Pavón, Ángel Escobar, Plutarco Cisneros, Polo Ortega, Jorge Barahona, Vicente Larrea, Marcelo Valdospinos, Edwin Rivadeneira, César Chicaiza, Guillermo Pinto, Álvaro San Félix, Jorge Cifuentes, Adrián Pasquel, Jaime Cisneros, Raúl Maya y Marco Benítez, siendo (sin temor a equivocarme), Efrén Andrade Valdospinos el más apasionado ideólogo de la nueva dimensión de la fiesta quien el 10 de junio, presentó al Concejo Municipal un proyecto de ordenanza, en presencia de los representantes de las instituciones otavaleñas. Con estos antecedentes y durante una reunión familiar, Jorge Vaca Mosquera (en ese entonces capitán del ejército), contaba a Edwin Rivadeneira que el 29 de junio se realizaría un lanzamiento de paracaidistas sobre el lago San Pablo, Edwin, tocó el tema de los preparativos de la fiesta del yamor, consultándole sobre la posibilidad de sacarle partido a este vuelo para lanzar hojas volantes, el objetivo, promocionar la fiesta. Aprovechando que en aquella época, el proponente prestaba sus servicios en el Departamento de Relaciones Públicas de Área, la impresión y el papel tuvieron un costo muy significativo: 10000 hojas gratis. Recuerdo como si hubiese sido ayer, quien habla, cursaba el segundo año, cuando un avión a vuelos rasantes esparcía algo como papel picado que después de largos minutos iba depositándose sobre los techos y las callecitas empedradas de aquel Otavalo de ayer, siempre añorado, anunciando en hojas de color rosado y amarillo, recuerdo. El sábado primero de julio se integró el Comité Ejecutivo: Presidente, Secretario y Tesorero del Consejo Municipal, cuatro representantes de la asamblea de Instituciones, siendo designado el primer Director Ejecutivo: Vicente Larrea. En fecha anterior, el 26 de junio ya había nacido el slogan “La fiesta más alegre en la ciudad más amable del país”. Que según un buen sector de otavaleños opina que está dado un giro.
Para finalizar, como mencionó Maruja I, hace ya 71 años: “Hoy se celebra la Fiesta del Yamor, exclusivamente nuestra, brindándonos ese espirituoso y anaranjado licor, sustractum y esencia de la dorada mies que cubre nuestros campos”.
Tiempos idos… cargados de lindos e imborrables recuerdos.
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Autor: Jaime Núñez Garcés, comunicación personal, 4 de septiembre de 2024.