Llego a Otavalo un sábado por la tarde. La plaza reboza. Lentamente me escurro entre la multitud y avanzo por ese laberinto tapizado de cobijas, bolsos, hamacas y prendas de vestir que atavían la Plaza de los Ponchos. A un costado, sobre una calzada menos transitada, descubro la taquería La Calaca. Ahí me recibe Citlalli…