𝗘𝗟 𝗖𝗛𝗔𝗦𝗤𝗨𝗜 𝗔𝗧𝗔𝗕𝗔𝗟𝗜𝗕𝗔
𝐸𝑠𝑐𝑟𝑖𝑡𝑜 𝑝𝑜𝑟 𝐽𝑎𝑖𝑚𝑒 𝑁𝑢́𝑛̃𝑒𝑧 𝐺𝑎𝑟𝑐𝑒́𝑠.
𝑳𝒐𝒔 𝒃𝒖𝒆𝒏𝒐𝒔 𝒑𝒓𝒐𝒑𝒐́𝒔𝒊𝒕𝒐𝒔, 𝒇𝒖𝒔𝒊𝒐𝒏𝒂𝒅𝒐𝒔 𝒎𝒆𝒅𝒊𝒂𝒏𝒕𝒆 𝒄𝒐𝒏𝒔𝒆𝒏𝒔𝒐 𝒉𝒂𝒔𝒕𝒂 𝒄𝒐𝒏𝒄𝒆𝒃𝒊𝒓 𝒖𝒏𝒂 𝒊𝒏𝒕𝒆𝒏𝒄𝒊𝒐́𝒏 𝒍𝒐𝒂𝒃𝒍𝒆, 𝒄𝒐𝒏𝒔𝒕𝒊𝒕𝒖𝒚𝒆𝒏 𝒆𝒍 𝒊𝒏𝒈𝒓𝒆𝒅𝒊𝒆𝒏𝒕𝒆 𝒃𝒂́𝒔𝒊𝒄𝒐 𝒅𝒆 𝒍𝒂𝒔 𝒈𝒓𝒂𝒏𝒅𝒆𝒔 𝒓𝒆𝒂𝒍𝒊𝒛𝒂𝒄𝒊𝒐𝒏𝒆𝒔. 𝑺𝒖𝒓𝒈𝒆𝒏 𝒈𝒆𝒏𝒆𝒓𝒂𝒍𝒎𝒆𝒏𝒕𝒆 𝒅𝒆𝒔𝒅𝒆 𝒆𝒔𝒑𝒊́𝒓𝒊𝒕𝒖𝒔 𝒆𝒎𝒑𝒓𝒆𝒏𝒅𝒆𝒅𝒐𝒓𝒆𝒔, 𝒑𝒓𝒐𝒑𝒊𝒐𝒔 𝒅𝒆 𝒆𝒔𝒂 𝒆𝒅𝒂𝒅 𝒆𝒏 𝒅𝒐𝒏𝒅𝒆 𝒕𝒊𝒆𝒏𝒆𝒏 𝒄𝒂𝒃𝒊𝒅𝒂 𝒍𝒐𝒔 𝒑𝒓𝒊𝒎𝒆𝒓𝒐𝒔 𝒕𝒓𝒂𝒈𝒐𝒔 𝒂 𝒆𝒔𝒄𝒐𝒏𝒅𝒊𝒅𝒂𝒔 𝒚 𝒇𝒍𝒐𝒓𝒆𝒄𝒆𝒏 𝒂𝒍 𝒄𝒂𝒍𝒐𝒓 𝒅𝒆 𝒍𝒂 𝒄𝒂𝒎𝒂𝒓𝒂𝒅𝒆𝒓𝒊́𝒂 𝒍𝒖𝒈𝒂𝒓𝒆𝒏̃𝒂, 𝒑𝒓𝒐𝒄𝒖𝒓𝒂𝒏𝒅𝒐 𝒒𝒖𝒆 𝒍𝒂𝒔 𝒖𝒕𝒐𝒑𝒊́𝒂𝒔 𝒔𝒆𝒂𝒏 𝒓𝒆𝒃𝒂𝒕𝒊𝒅𝒂𝒔 𝒑𝒂𝒓𝒂 𝒄𝒐𝒏𝒗𝒆𝒓𝒕𝒊𝒓𝒔𝒆 𝒆𝒏 𝒒𝒖𝒊𝒎𝒆𝒓𝒂𝒔 𝒓𝒆𝒂𝒍𝒊𝒛𝒂𝒃𝒍𝒆𝒔.
Así, entre bromas y ocurrencias, preámbulo imprescindible del parloteo serio nació el “Chasqui Atabaliba”, un programa radial cuyo objetivo era incentivar a los conciudadanos, motivando la organización barrial, institucional y participación directa antes y durante nuestra fiesta del yamor. Según testimonio proporcionado hace algunos años por Rodrigo Orbe y Marco Chicaiza. Una lluvia precedente de ideas e inquietudes se precipitó sobre el tapete mientras la rocola bien surtida del “Salón Ideal” permitía escuchar cuatro canciones de moda por cada sucre insertado. En la segunda semana de las vacaciones del año 68 salió al aire por los 1500 kHz de “La voz del altiplano”, con señal auténtica e ímpetu adolescente. Recuerdo que Juan F. Ruales citaba la frase “cayacama mama Tránsito, mañana estaremos por ahí” al despedir cada emisión. El entusiasmo de Marco Chicaiza, Edgar Guerra, Rommel Andrade, Eduardo Salvador, Jorge “santuario” Donoso, Fulton Salas, Marcelo Carrión, Luis Sotomayor, Hugo Jácome y Marcelo Proaño, era evidente en cada una de sus participaciones, orientadas a informar u opinar sobre temas concernientes a la ciudad y su fiesta. Posteriormente, las transmisiones adquirieron una modalidad netamente musical en donde los grupos informales de música tuvieron un espacio para difundir su autenticidad, entre ellos el trío precursor de este nuevo ciclo: “Los Apachitos”.
El anhelo vehemente de que la “Fiesta del Yamor” (edición 1971) extendiera en forma impactante su promoción, puso a “cranear” al conglomerado atabaliba, ni cortos ni perezosos, cruzaron ideas y tras algunas deliberaciones optaron por realizar un chasqui legítimo, conforme la usanza de nuestros antiguos aborígenes, en principio ¿partiría hacia Otavalo desde los cuatro puntos cardinales? Era mucho pedir y demandaba cuantiosos recursos, se decidió entonces que este mensaje de unidad nacional arrancaría en Loja.
Como primer paso, había que establecer contacto con las organizaciones campesinas diseminadas por toda la serranía, providencialmente, el organismo que posibilitó esa gestión prioritaria fue la Misión Andina. A través del director provincial, Edgar Báez, se logró dialogar con el Lcdo. Ernesto Velásquez, dirigente nacional de la entidad, quien desde aquel momento fue el soporte de todo un acontecimiento (hasta nuestros días, el mejor número que ha tenido la fiesta) inolvidable además, parido con apariencia de locura juvenil inalcanzable.
Siendo favorables las condiciones para una realización efectiva, los preparativos de rigor tomaron cuerpo, atentas comunicaciones fueron enviadas a las municipalidades de Loja, Cuenca, Azogues, Riobamba, Ambato y Latacunga, con la finalidad de participarles del evento y solicitar el apoyo pertinente. Desde su propia trinchera, Marco Chicaiza coordinó la transmisión radiofónica, estableciendo un enlace de cobertura entre las principales estaciones radiales ubicadas por todo el callejón interandino, a Radio Nacional del Ecuador, a “La Voz de la Capital” y a Radio Otavalo, les correspondió sostener la batuta durante toda esta brillante jornada. Fijado el itinerario y analizados los pormenores, sobre la humanidad de Jorge Donoso recayó el encargo de acompañar a la numerosa caravana desde el inicio hasta la feliz culminación.
Llegado el jueves 1 de septiembre y en hora muy temprana, desde la “Centinela del Sur” como estaba previsto, partió el chasqui, conformando una sólida embajada de integración que incluía a los postas saraguros, patrullas policiales, motociclistas, ambulancias y por disposición expresa del Lcdo. Velásquez, todos los vehículos de la Misión Andina, fortaleciéndose sobremanera el apoyo logístico. La distancia que separaba al sur del suelo patrio y al terruño entrañable, empezó a ser descontada trecho tras trecho, hermanando poblados y ciudades. Cuenca, recibió a la numerosa comitiva en el parque Abdón Calderón, en manos del presidente municipal los representantes de las comunidades indígenas lojanas –previo a la entrega de la posta– depositaron el mensaje de fraternidad junto a unas mazorcas de maíz, símbolo ancestral de solidaridad, en reciprocidad, recibieron un pergamino portador del saludo morlaco a la comarca sarance. Sin desfallecer, con el firme convencimiento de alcanzar la meta final, continuó el recorrido. La capacidad organizativa de la corporación gubernamental, permitió que, en las jurisdicciones campesinas de cada provincia, fueran conformados los grupos que voluntariamente debían integrar este chasqui mensajero.
Las poblaciones de Azogues, Cañar, Chunchi, Alausí, Guamote, Cajabamba y San Miguel, atestiguaron el paso de los esforzados participantes, en cada localidad, tuvieron cabida la cariñosa recepción y el saludo pronunciado en quechua y castellano, la carta o documento de felicitación era celosamente guardado en una caña guadúa. El Chimborazo con su majestuosidad característica y la “Sultana de los Andes” con su hospitalidad riobambeña, inyectaron pujanza y coraje, hubo compatriotas que desde el filo de la carretera premiaban con palmas esta verdadera proeza. En Ambato, “tierra de flores, tierrita linda, cuna del sol”, pedacito de patria de mis ascendientes, finalizó esta primera etapa. El hotel Asia hospedó al extenuado grupo, resultaba grato comprobar la familiaridad del trato entre miembros de diferentes sectores indígenas, no faltaron una que otra copita de acercamiento; pero Jorge, pendiente como estaba de cada situación, evitó que “chumaran cabeza” porque había que madrugar. Efectivamente, a las 6h00 prosiguió el viaje rumbo al norte, en recorrer Salcedo, Latacunga, Machachi, Aloag, Tambillo y Quito demoraron seis fatigosas horas.
Ser recibidos en Carondelet por el presidente de la República, constituyó todo un suceso, tanto que el diario El Comercio destacó en su primera plana este hecho. Entre incrédulos y asombrados, los viandantes ocuparon el salón amarillo, donde tuvieron lugar la salutación protocolaria correspondiente, la toma y daca de presentes y por supuesto, la alocución discursiva dedo en alto de José María Velasco Ibarra.
Para dar cumplimiento al último esfuerzo, los “cerebros” atabalibas que ya habían fugado a estudiar en Quito, conjuntamente con las delegaciones que participarían en la primera feria etnográfica, engrosaron entusiastas el contingente que escoltaba al chasqui. Transitar por Calderón, Guayllabamba, Otón y Cayambe les tomó toda la tarde, con las primeras sombras llegaron a Cajas donde Katio Méndez (pequeño de estatura, grande de realizaciones deportivas), Hugo Villa, Sixto Viñachi, Paco Viñachi, Patricio “puskas” Alzamora y Sixto Carrillo “calentaban motores” como buenos deportistas antes de descender trota que trota a las nueve de la noche, alternando su participación con miembros de las comunidades cayambeñas, por poco y en San Rafael casi prenden el festejo.
El ulular estridente de sirenas en pleno pregón, anunció la triunfal llegada a casa, Humberto Maigua ingresó portando el pebetero encendido, seguido de César Barahona “el indio guamote”. En la tarima del pretil municipal se entregó el jubiloso mensaje al Comité Ejecutivo presidido en ese entonces por Manuel Flores Ruiz, además, la caña guadúa que en su interior contenía pergaminos, documentos y una infinidad de rollos fotográficos, inapreciable material que posteriormente se extravió o posiblemente fue sustraído por algún “comedido”. Acto seguido, el juramento de paz y unidad de todos los pueblos andinos fue proclamado ante el taita Imbabura mientras del mismo pilche la reina saliente Ruth Castro Luna y la zara ñusta bebieron yamor e intercambiaron obsequios. Por aquellos maravillosos años, unos cuantosjovenazos ya nos habíamos iniciado en el difícil arte de mover cadenciosamente el esqueleto para impresionar, preferentemente, a los acordes melodiosos de la “Costa Azul” o “Los Dandys”.
Durante el evento inaugural de la primera (y única) feria etnográfica realizada en el antiguo Colegio Otavalo, el Lcdo. Ernesto Velásquez fue declarado “Atabaliba por siempre”, el homenajeado acogió con beneplácito tal nominación, pues según él, existía una afinidad ideológica, filosófica, y de trabajo con el grupo.
Con un viaje a Baños premió el Comité del Yamor a los Atabalibas. En un vehículo facilitado por la Misión Andina viajó el cuarteto conformado por Juan F. Ruales, Marco Chicaiza, Jorge Donoso y Guido Barragán, excursión muy productiva porque haciendo usufructo del vetusto automotor, estos intrépidos mosqueteros aprendieron a manejar.
Han transcurrido cincuenta y dos largos años de este número inmejorable de una fiesta que penosamente va perdiendo identidad (insisto) y los mejores hechos, acostumbro inscribir en mi bitácora de recuerdos irrenunciables.
Que sea la ocasión para extender mi diestra y felicitar a los Atabalibas. El chasqui aquel (en mi opinión) ha sido, es y será el mejor número que ha tenido la Fiesta del Yamor ¡VIVA OTAVALO!
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Autor: Jaime Núñez Garcés. 1 de Septiembre de 2023.