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La travesía en reminiscencias

Posted on 2023-08-212025-04-17 by L. Hdez

𝗟𝗔 𝗧𝗥𝗔𝗩𝗘𝗦𝗜𝗔 𝗘𝗡 𝗥𝗘𝗠𝗜𝗡𝗜𝗦𝗖𝗘𝗡𝗖𝗜𝗔𝗦
𝐸𝑠𝑐𝑟𝑖𝑡𝑜 𝑝𝑜𝑟 𝐽𝑎𝑖𝑚𝑒 𝑁𝑢́𝑛̃𝑒𝑧 𝐺𝑎𝑟𝑐𝑒́𝑠

El silbido tempranero del más madrugador. Esa era la señal convenida que nos ponía en pie, medio soñolientos y desganados. Una vez completo el grupo excursionista, emprendíamos presurosos la caminata, entre repiques melodiosos de campanarios y fresca brisa septembrina.

Para poder llegar a tiempo y divisar desde el lechero de Pucará la prueba, apurábamos nuestros pasos por los chaquiñanes de Rey Loma, iniciados a partir del socavón, pasando por la cruz emblemática, la segunda, la tercera líneas y demás vericuetos. Haciendo un alto contemplábamos embelesados a nuestra ciudad, cansada ya por tantas trasnochadas del yamor festivo y reposando silenciosa el sueño matutino. El Imbabura milenario, recortado a contraluz sobre la tenue aurora azulina, descubría su perfil idílico y señero mientras renacía el alba.

Arcaico y solitario, desde su propia atalaya, el lechero escaso de hojas, amanecía predispuesto a ser la guía imprescindible de orientación para los nadadores. El chapoteo de la largada en Araque, era perceptible a pesar de la distancia. El esfuerzo emprendido por los participantes crecía, disminuyendo con cada brazada 3.800 metros fríos y agotadores.

Acortando el tranco, descendíamos hasta el muelle viejo, objetivo final de la principal; sino única prueba en aguas abiertas. Allí, la expectativa se generalizaba conforme transcurrían los minutos. Braceando acompasadamente llegaba el triunfador, y tras él, los ateridos participantes a quienes (como hasta hoy) se les prodigaban las felicitaciones de rigor y otros requerimientos inmediatos como una manta para abrigarse y por qué no, un taquito para entrar en calor.

Concluida la competencia, el regocijo se generalizaba. Saboreando una suculenta funda de papas fritas o “matando chicles” por ahí cerca, nos manteníamos a la espera de que los paracaidistas salten sobre el lago para empapar su intrepidez, sopla que sopla, la banda del Regimiento Quito entonaba el Puca Aicha fiestero y armonioso.

Hace ochenta y tres años nació la travesía, acunada en la piscina del Neptuno, inaugurada pomposamente en 1931. Con el acontecimiento llegaron posteriormente las visitas consuetudinarias de bañistas que acudían para dar las primeras brazadas. Así, nuevos valores fueron moldeándose en nuestro medio. Algunos persistieron en su afición por la disciplina deportiva debutante, formando el primer club de natación imbabureño, feliz iniciativa de Carlos Solines, un ciudadano guayaco quien años más tarde llegó al altar junto a una bella damita otavaleña de apellido Coronel.

En reunión informal realizada en la zapatería de Don Augusto Dávila, se fraguó el nacimiento del “Nautin Club” formado por: Gonzalo Chávez, Segundo Plazas, César Moreano, Lizardo Aguilar, Oswaldo Garcés, Francisco Hernández, Alfredo Jaramillo, Jorge Ordóñez, Oswaldo Donoso y César Zambrano.

Solines, con un subcampeonato bolivariano logrado en Venezuela oficiaba de entrenador, como estímulo al propósito común de emprender y perseverar, obsequió una pantaloneta negra más una toalla a cada uno de los deportistas, según refería Don Alfredo “mocora” Jaramillo, recordado ex nautin.

Numeroso público concurría a las primeras competencias o “festivales náuticos” para presenciar las diferentes pruebas y admirar los estilos novedosos, incluidos los saltos ornamentales ejecutados con arrojo por los hermanos Aguilar: Lizardo, Wigberto, René y Edmundo. En eventos posteriores, intervinieron clubes foráneos como el Quito, el Victoria ibarreño cuyos integrantes, José Madera Salvador, Galo Larrea, Wilson Larrea, Angel Simbaña, Ildefonso Almeida, Helio e Ider Rivadeneira, dieron mucho que hacer a los anfitriones.

Por esos días, surgió la idea de “cruzarse a nado la laguna”. Muchos consideraron una hazaña difícil de ejecutar, llena de peligros inciertos. El proyecto maduró impulsado por Juan Sevilla, un dirigente quiteño, dando paso a los preparativos pertinentes e intensos entrenamientos. El día anterior al cruce, se desarrolló una competencia en la cual intervinieron nadadores de Quito, Ibarra y Otavalo, el escenario obviamente fue la piscina del Neptuno.

La señal impartida a las 10h00 del domingo 8 de septiembre de 1940, dio luz verde a una historia de esfuerzo y pundonor deportivos. Una sola embarcación a motor conducida por el señor Alejandro Echeverría acompañó al grupo. Peripecias, anécdotas e imprevistos ocurrieron aquella ocasión, en el sitio de llegada, los comentarios de tono diverso y la incertidumbre aminoraron cuando se distinguió el movimiento lejano y cadencioso del primer nadador: Jaime Gordón, con 16 años sobre su humanidad, alumno del Normal Juan Montalvo, representaba al Club Quito y por sus excelentes condiciones físico-técnicas, logró ubicarse primero venciendo a los ocho contendores. Entre los años 1943-1952 y 1954-1965 tuvieron cabida períodos de receso, habiéndose efectuado una edición en el 53.

Numerosos nadadores han inscrito su nombre en esta difícil competencia, destacándose los hermanos Enderica, el guayaquileño Gregory Fuentes e Iván Coronado, pichinchano que además ha realizado un doble cruce. Flor Jara, de los registros imbabureños, tiene a su haber cinco victorias consecutivas en la categoría damas. Caso insólito es el de Gilberto Abad, babahoyense que triunfó en 1942 pese a su limitación física marcada, por mutilación padecida a los siete años, no tenía la pierna derecha. Lugar preferente dentro del historial deportivo de San Pablo, merece la proeza cumplida el 2 de agosto del año 97 por Galo Yépez, quien, en su preparación para atravesar el Canal de La Mancha, nadó 38.000 metros equivalentes a diez lagos, entre las 00h00 y 12h00, desafiando factores adversos como el frío, la fatiga, las contracturas musculares o calambres, la hipotermia e intoxicación por acumulación de ácido láctico.

Así, Imbacocha vino a ser la antesala del estrecho anglo-francés, como el añorado Neptuno lo fue de la travesía.

Renombre y notoriedad ha adquirido esta prueba, ahora internacional, camina hermanada con nuestra Fiesta del Yamor; pero el lago persiste en su lenta agonía.

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Autor: Jaime Núnez Garcés.

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