Casi no hay información sobre los vestidos indígenas de Otavalo de épocas pasadas y en los tiempos actuales solo algunos autores han tratado este tema. Los datos, a más de escasos y dispersos, poco dicen sobre los bordados que adornan las prendas femeninas y acerca de los elementales bordados que hasta unos años atrás tenían las camisas de los hombres.
La más antigua referencia específica sobre la indumentaria de los indígenas de Otavalo se encuentra en la “Relación y descripción de los pueblos del partido de Otavalo”, escrita por quien fuera su Corregidor entre 1580 y 1582, Don Sancho Paz Ponce de León (1965: 237):
“El hábito que traían antiguamente los hombres antes que el Inga viniese, era una manta de algodón grande que le daba dos vueltas al cuerpo, y después que el Inga vino, traen unas camisetas y unas mantas cuadradas de algodón. Las mujeres traen una manta de algodón grande, que llaman anaco, pegada al cuerpo y prendida con unos prendederos de plata o cobre, la cual manta prenden con los dichos prendederos en los hombros, y ciñen la manta con una faja de algodón muy labrada y pintada de colores que le da seis o siete vueltas al cuerpo, y sobre esta manta traen otra más pequeña cuadrada prendida con otro prendedero, y esta manta pequeña llaman líquida (lliclla) los indios, y la grande llaman anaco y los prendederos llaman topos. Y éste es el hábito que agora traen estos indios’:
Hay detalles importantes en el texto que acabamos de transcribir: se advierte que con la conquista incásica se dio un cambio en la indumentaria masculina, pues de la “manta de algodón grande que daba dos vueltas al cuerpo” se pasó al uso de “unas camisetas y unas mantas cuadradas de algodón”. En el caso de la indumentaria femenina, a pesar de haber transcurrido más de 400 años desde que escribiera su Relación el Corregidor de Otavalo, las prendas por él descritas siguen en uso hasta hoy, con pequeñas variantes: la manta grande, ya no de algodón sino de lana, del color negro natural de las ovejas, ceñida al cuerpo y sujeta en los hombros, la usan todavía las ancianas de algunas comunidades de la parroquia San Rafael, del cantón Otavalo; esta prenda llamada tupullina se la sujeta en los hombros por medio de nudos hechos en los extremos de la tela, ya que hace algunos años desaparecieron los topos. El anaco, en la actualidad, es una tela rectangular que llevan las mujeres indígenas a manera de falda, sujeta a la cintura con una faja de algodón, la cual tiene diversos motivos decorativos. La lliclla o fachalina se la lleva a manera de una capa muy corta, anudada en el pecho por las mujeres que la usan de la manera tradicional, o anudada sobre uno de los hombros, por las mujeres más jóvenes, que adoptaron esa manera de usarla hace no mucho tiempo.
En 1738, los marinos españoles Jorge Juan y Antonio de Ulloa (1938: 93-96), proporcionan información que muestra significativos cambios en la indumentaria de los hombres indígenas, pues a ese tiempo ya usan calzones de lienzo blanco de algodón, una camiseta de algodón de color negro, un “capisayo, que es una manta de jerga con un agujero en medio, por donde entra la cabeza”, y un sombrero. Según la misma crónica, las “indias comunes” usan un saco de la misma hechura y tela que las camisetas de los hombres, que le llaman anaco, el cual se sujeta en los hombros por medio de tupus y en la cintura con una faja; también llevan una lliclla de color negro. Esto deja ver que las mujeres seguían apegadas a sus antiguos atuendos.
Las observaciones de 1802 de Francisco José de Caldas (1933: 52) reflejan la pobreza del indio, pues las prendas de vestir, para el caso del otavaleño “…no llegan a cinco: un calzón, una camiseta, una ruana, un sombrero, es todo su aparato, es todo su luxo’: Este autor no hace mención de las prendas femeninas.
La indumentaria indígena masculina, como se puede notar en las informaciones anteriores, se ha transformado a lo largo del tiempo; en el caso de las mujeres los cambios han sido menores, puesto que se mantienen las mismas formas cuadrangulares de ciertas prendas, que se las usa como salen del telar, sin necesidad de corte y confección para que se amolden al cuerpo.
En “El Valle del Amanecer”, libro publicado originalmente en 1946, encontramos datos importantes acerca de los vestidos usados por hombres y mujeres indígenas de Otavalo, casi medio siglo atrás. Buitrón y Collier Jr. {1971: 64-66), dicen:
“El hombre usa camisa y calzones de una gruesa y blanca tela de algodón tejida en telar español, o de una tela similar hecha en las fábricas ecuatorianas. Los indios que viven en estrecho contacto con el pueblo, generalmente visten camisa con puños y cuellos de una tela blanca más fina, comprada en los almacenes. Las costureras en el pueblo bordan el cuello, los puños y la pechera en sus máquinas de coser con diseños geométricos y con hilos de colores vivos. Cuando los indios mismos cosen sus camisas, bordan el cuello y puños con pequeñas figuras estilizadas u n caballo, un perro, un hombre pequeño o un sol naciente- casi siempre con hilo rojo de lana. Los pantalones cortos les llegan hasta poco más abajo de la rodilla y no tienen ningún adorno.
La mujer usa una camisa de muselina blanca tejida en la casa o hecha en la fábrica, que llega hasta los tobillos. Casi siempre las mujeres bordan esta prenda alrededor del cuello y de las cortas mangas, o hacen que se las borde alguna india o mestiza que hace de ello su negocio.
…sobre su camisa, la mujer se envuelve una pieza rectangular de franela color azul marino o negro, para formar una falda, anaco, con un lado abierto que le permite libertad de movimiento. Esta franela puede ser tejida por los mismos indios o hecha de un material importado más fino. La tela importada se borda a veces en la orilla inferior, con hilo de color y con dibujos geométricos … Sobre sus hombros lleva una pieza rectangular de bayeta fina, llamada rebozo, con borde inferior bordado con hilos de colores en diseños geométricos. Las indias ricas o de parcialidades cercanas a los pueblos, usan rebozos de bayeta importada de colores brillantes: azul, rojo y verde son los más populares. Las mujeres de las parcialidades usan únicamente rebozos de bayeta del país, azul obscuro o negro, y cuando caminan visten solamente una fachalina de algodón sobre sus hombros y llevan el rebozo de lana sobre el sombrero o al brazo’:
Con respecto a los motivos de los bordados, enunciados ligeramente por Buitrón y Collier Jr., los esposos Costales (1966: 225-229), ofrecen información sobre los símbolos y colores utilizados en la provincia de Imbabura:
“Las (parcialidades) de Ilumán bordan en azul acero … Las de Otavalo preferentemente en colores verde y rojo. Con los mismos diseños cubren las mangas y la parte posterior de la camisa. En uno u otro color los símbolos son iguales: rayos, serpiente, flores, maíz, agua…
Las cotonas de los hombres, en Imbabura, también son bordadas. En el cuello llevan estilizaciones del maíz y el símbolo entrecruzado del rayo. Verde y azul son los colores predilectos”.
Situación actual del bordado en Otavalo
En la región de Otavalo, donde el oficio textil es la actividad más importante para los indígenas varones, se ha prestado poca atención al bordado, actividad totalmente femenina que sirve -casi con exclusividadpara adornar las prendas de su indumentaria.
En efecto, las mujeres indígenas, sentadas en las puertas de sus casas, a la orilla del camino o en medio del campo, a la hora de cuidar sus pocas cabezas de ganado, aprovechan el tiempo para dar puntadas de alegres colores, con diferentes técnicas, sobre la tela que formará la parte superior de una larga camisa de uso diario.
El bordado -arte de ornamentar telas con trabajo de agujase trasplantó a América en la época de la conquista española. En el Lejano Oriente esta técnica fue conocida desde tiempos muy remotos; chinos y japoneses se distinguieron por sus bellos paisajes bordados sobre telas de seda. Los más notables son los realizados en seda coloreada combinada con hilos de oro y plata.
Durante la Edad Media y en el Renacimiento, el arte del bordado tuvo su período de esplendor. De esas épocas sobresalen los bordados de Italia, los Países Bajos, Inglaterra y Francia, con los cuales adornaron ornamentos religiosos y los tra-
jes de los nobles; para el primer caso con escenas del Antiguo y Nuevo Testamento y, para el segundo, se crearon efectos con motivos espirales y diseños florales.
En España, los árabes establecieron escuelas de bordados en Córdoba, Almería y Granada; por tanto, lo que recibimos como herencia de los españoles proviene de la influencia que ejercieron los moros en sus bordados.
En el cantón Otavalo se puede distinguir dos tipos de indumentaria indígena femenina: el sector de las mujeres que usan anaco, que corresponde a la zona en que los hombres llevan el cabello largo (huangudos); mientras la otra zona -jurisdicción de las parroquias de González Suárez y San Pablodonde las mujeres utilizan el centro o falda plizada y los hombres tienen el cabello corto (mochos).
En la zona del anaco, los motivos más tradicionales bordados en la blusa, son pequeñas flores silvestres, de color rojo o rosado, con diminutas hojas de color verde. En general, los motivos parecen estar inspiradas en humildes plantas nativas: ñacchas, pacungas, cholanes, tzímbalos, hierba mora, mientras las hojas se semejan a pequeños helechos, culantrillo del pozo, trébol, etc.
En el sector donde las mujeres usan el centro, el bordado cubre las mangas, los hombros, el pecho y la espalda, los motivos son tomados de las plantas de su medio ambiente, correspondiente a las zonas altas y frías: hay una profusión de hojas y pequeñas flores. Aunque aquí los colores más tradicionales son el verde y el rojo, actualmente entre las jóvenes se observa bordados en colores de tono pastel, entre los que sobresalen el rosado, amarillo, lila y celeste. Es digno de anotar que las bordadoras dejan espacios en medio de las hojas para bordar novedosos motivos para ellas: escudos nacionales, mariposas, aves o frutas como piñas, fresas, peras, etc.
En estos últimos tiempos, acorde a los cambios producidos en todas las actividades humanas, han cambiado los motivos bordados en las camisas de las mujeres indígenas de Otavalo. Poco a poco se ve que van desapareciendo las flores de los páramos, de los campos y de las orillas de los caminos, para dar paso a motivos de flores cultivadas, flores de jardín: rosas, claveles, violetas, pensamientos, fucsias, etc.
Marcelo Naranjo (1989: 105-106), al referirse al bordado de la zona de Otavalo, en su trabajo sobre la cultura popular en Imbabura, manifiesta:
“En Otavalo y su zona de influencia, el diseño (de los bordados) no es tan complicado, se realiza sobre tela blanca de seda; por lo general se utilizan uno o dos colores como máximo (rosado, azul, verde, morado sobre todo) aunque en la actualidad se puede encontrar blusas multicolores bordadas a máquina. Lo más llamativo en estas blusas son los cuellos y mangas de encaje.
…tomando en cuenta el conjunto de la provincia, en algunos sectores predominan colores determinados, puntadas o diseños, pero el motivo de las flores se repite con mucha frecuencia en todas partes’:
La bordadora necesita para su trabajo lo siguiente: un aro doble, en donde se coloca la tela para mantenerla tensada y facilitar ciertas puntadas, especialmente cuando se borda en la máquina de coser; agujas, hilos de diversos colores y una pequeña tijera, con lo cual se completa el utillaje.
Dentro de las cambiantes tendencias de las usuarias, actualmente se prefiere las prendas con bordados hechos amano; hasta un tiempo atrás, había mayor demanda de blusas bordadas a máquina. Hay, también, quienes prefieren coser apliques industriales, con alguna semejanza a los motivos bordados, como forma de seguir una moda o por falta de tiempo para hacer sus propios bordados.
El bordado de la blusa, que en un tiempo fue una de las formas de identificar la comunidad de procedencia de la mujer que usa la prenda, hoy casi ha desaparecido por una tendencia a uniformizar los bordados, porque las blusas se las compra listas en el mercado o por el uso de los apliques industriales. Si bien esto sucede en la zona de las mujeres que usan anaco, en la región que se utiliza el centro son las propias mujeres quienes la bordan, puesto que es un trabajo que les tomará varios meses de paciente labor.
La camisa de los hombres indígenas de Otavalo dejó de bordarse hace muchos años. En el presente, el anaco se borda a máquina solo en su borde inferior, con líneas en zigzag y motivos estilizados de plantas y mariposas; mientras el rebozo lleva, también en su borde inferior, varias líneas en zigzag, hechas a máquina, con hilos de colores variados.
Por lo que se puede ver, el bordado es elemento indispensable en la ornamentación de la indumentaria indígena femenina de Otavalo. Su uso, a pesar de los cambios aquí anotados, persistirá por mucho tiempo todavía.
BIBLIOGRAFIA
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Fuente: Jaramillo Cisneros, Hernán. “El bordado en la indumentaria indígena de Otavalo”. Sarance -Revista del Instituto Otavaleño de Antropología. No. 22, octubre de 1995.