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Erase una vez en el Teatro Sucre

Posted on 2023-12-162025-04-16 by L. Hdez

𝗘𝗥𝗔𝗦𝗘 𝗨𝗡𝗔 𝗩𝗘𝗭 𝗘𝗡 𝗘𝗟 𝗧𝗘𝗔𝗧𝗥𝗢 𝗦𝗨𝗖𝗥𝗘
𝐸𝑠𝑐𝑟𝑖𝑡𝑜 𝑝𝑜𝑟 𝐽𝑎𝑖𝑚𝑒 𝑁𝑢́𝑛̃𝑒𝑧 𝐺𝑎𝑟𝑐𝑒́𝑠

La temporada de colada morada con guagua de pan del año 1970, había fenecido hace días. Mientras la ciudad despertaba entre canto de gallos, predispuesta a un sábado de feria, los integrantes del que en vida fue Grupo Otavaleño de Teatro GOT, nos disponíamos a viajar a la capital de “la Loma Grande y la Guaragua”. Aquel 28 de noviembre, participaríamos en el Tercer Festival Nacional de Teatro, constituidos en mensajeros del folklore y cumpliendo con la misión que el pueblo nos encomendara.

Integrábamos la caravana veintitrés actores noveles, barbilampiños en su mayoría, correligionarios eso sí, y como buenos católicos, llevábamos un “santuario” (Jorge Donoso) propio en la comitiva. La víspera, el vestuario para la presentación quedó listo: bien lavado, planchado y dobladito, fue a parar de una en la maleta pequeña atiborrada de ilusiones. Lógicamente, el permiso en casa y unas cuantas monedas constituyeron un requerimiento debidamente atendido.

Entusiastas abordamos el bus contratado, carrocería de palo por más señas, constatado el quórum, emprendimos el viaje, descontando uno a uno los ciento y tantos kilómetros de una panamericana serpenteante, hasta llegar a nuestro destino.

La plaza del teatro, exhibía su habitual movimiento, un tanto cansados nos dirigimos al Sucre. Una vez instalados, el resto de la mañana transcurrió entre preparativos, revisión de libretos e intenso ensayo. A mediodía, un descanso merecido en la mullida alfombra del palco presidencial, nos vino de perlas a unos pocos compañeros.

La primera función tendría lugar a las 15h00, según indicación del director Jorge Vivanco (+), un buen lojano ligado a Otavalo, de aquilatada experiencia, metódico, discípulo nada menos que de Fabio Pacchioni, por ende, actor hecho y derecho, autor además de la obra a presentarse: “Los hijos del maíz”, versión teatral basada en un cuento del recordado Alvaro San Félix, también hizo cine, Chacón maravilla es una de sus célebres producciones, en fin… una maravilla de director.

El festival se promovió a través del recién inaugurado Canal 8 de Televisora Nacional, en un espacio que mantenían Polo Barriga y Freddy Ehlers, si la memoria no me es infiel. Los grupos teatrales participantes: El Muro, La Barricada, Teatro Popular Ecuatoriano y el Grupo Otavaleño de Teatro, tuvieron la oportunidad de mostrar a los televidentes algo del trabajo preparado.

El grupo había nacido unos meses atrás, “Mi viuda y yo”, fue la primera pieza montada, entre los primeros integrantes estuvieron: Vicente Larrea y Angel Escobar. Con el visto bueno de Jorge, ingresamos posteriormente nuevos miembros “pollos” la mayoría, después de una intensa preparación, entramos en el teatro, y éste entró en nosotros.

Los minutos avanzaban mostrándose indiferentes a nuestro nerviosismo. Marcelo Ordóñez, coordinador general del festival, nos visitó en el camerino, para ultimar detalles y desearnos buena suerte.

Escudriñando tras bastidores, pude observar en primera fila al directorio de la UNP, entidad organizadora. Junto al presidente, Dr. Lincoln Larrea Benalcázar periodista ibarreño fallecido trágicamente, se encontraba la pléyade de los comunicadores: el Dr, Asdrúbal de la Torre, Benjamín Ortiz, Gonzalo Portugal, Jorge Rivadeneira, Carlos Carcelén, Alberto Maldonado y Jaime Vega Salas, entre otros.

Tramoyistas y luminotécnicos, iniciaron su labor al levantarse el telón. Bien caracterizados, ingresamos a escena con una considerable dosis de incredulidad. Marco Chicaiza junto a Juan F. Ruales desde un sitio designado y frente a la consola, ponían el fondo musical.

Cuando concluyó el primer acto, los aplausos no esperaron, no cabía duda, nuestra presencia en las tablas del Teatro Sucre se justificaba. Esto nos inyectó seguridad y confianza hasta concluir el debut de aquella experiencia inolvidable.

Hubo regocijo general después que cayó el telón, en los camerinos, satisfechos del estreno, departimos en un ambiente de camaradería espontánea con actores y directores de las otras agrupaciones, allí, se cultivó amistad, cruzando ideas o confesando aspiraciones.

Para la función nocturna, fue notoria una mayor participación de público. Optimistas, a pesar del hambre acuciante, retocamos el maquillaje, Jorge hizo algunas observaciones antes de que suene la campanada, imprescindible señal marcadora del inminente inicio.

Plenamente seguros, sin vacilar, en la medida de una experiencia afianzada cada vez más, interpretamos a los personajes de leyenda, todos ellos identificados con el valle ensoñador, el monte tutelar y su lago inmediato.

Al terminar la presentación, el escenario se abarrotó de familiares, paisanos, amigos, cerebros que habían fugado de Otavalo para estudiar en Quito, intelectuales, etc. Felicitaciones, estrechones de mano, abrazos, se confundieron a la luz de candilejas, las voces de estímulo, fueron el mejor premio concedido.

A nuestras espaldas, butacas y palcos quedaron solitarios. Con la satisfacción a cuestas abandonamos el local, conjeturando quimeras. En un restaurante cercano cambiamos secos de chivo por sucres, antes de retirarnos al hotel cero estrellas en pos del sueño reparador.

En la tarde del domingo dimos paso a “la vuelta del chagra” medio apesadumbrados, pues el lunes, irremediablemente teníamos que asistir al colegio.

“La casa del qué dirán” y el “Réquiem por la lluvia”, ambas piezas originales de José Martínez Queirolo, presentó el GOT en su última temporada, antes de concluir su “fructífera” existencia por inanición.

Y colorín colorado, esta anécdota y el Grupo Otavaleño de Teatro se han terminado.

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Autor: Jaime Núñez Garcés, comunicación personal 15 de diciembre de 2023.

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