Ciudad de Otavalo

Menu
  • Inicio
  • Explore
    • Artesanías
    • Cultura
    • Festivales
    • Naturaleza
    • Recreación
  • Otavalo
    • Gente
    • Jaime Núñez Garcés
    • Noticias
    • Otavaleñísima
  • Contacto
    • Legal
    • Preguntas
  • Buscar
Menu

Mis encuentros con Gustavo Alfredo Jácome

Posted on 2024-03-132025-04-16 by L. Hdez

𝗠𝗜𝗦 𝗘𝗡𝗖𝗨𝗘𝗡𝗧𝗥𝗢𝗦 𝗖𝗢𝗡 𝗘𝗟 𝗗𝗥. 𝗚𝗨𝗦𝗧𝗔𝗩𝗢 𝗔𝗟𝗙𝗥𝗘𝗗𝗢 𝗝𝗔́𝗖𝗢𝗠𝗘
𝐸𝑠𝑐𝑟𝑖𝑡𝑜 𝑝𝑜𝑟 𝐽𝑎𝑖𝑚𝑒 𝑁𝑢́𝑛̃𝑒𝑧 𝐺𝑎𝑟𝑐𝑒́𝑠

Entregado a la rutina en las primeras horas de aquella mañana, alcancé a mirar desde el ventanal de mi domicilio y un tanto sorprendido la caminata del Dr. Gustavo Alfredo Jácome. A paso lento, recorría el suelo que le vio nacer por la acera de enfrente, su aspecto distinguido, actuó como un poderoso imán sobre mi humanidad para que guiara apresuradamente mis pasos hacia el estante de libros, donde recogí algunos de su autoría ¿la intención? En primera instancia, tener la enorme satisfacción de saludarle personalmente (esta oportunidad única no podía desaprovecharla), participarle también mi admiración por su brillante quehacer educativo-literario a más de solicitarle que se dignara autografiar cada una de sus publicaciones, gesto bondadoso acreditado mientras transcurrió el conversatorio: “Al Sr. Jaime Núñez, asiduo lector de mis libros, con un gran abrazo” (firma), reza la dedicatoria suscrita en “Barro dolorido”, un compilatorio de quince cuentos de mi preferencia.

Desde ese día memorable, muchos soles han dejado de resplandecer y muchas lunas de inspirar versos, romanticismo o provocar los aullidos de perros transnochadores.

Al saludo de rigor, precedió mi presentación formal, vino luego el palmoteo afectuoso del maestro, junto a una sonrisa bien discreta. Hecho insospechado y fortuito, constituyó en definitiva un preámbulo halagador de las visitas posteriores que este servidor hiciera a nuestro poeta mayor en la intimidad de su casa solariega ubicada en el extremo suroriental de la ciudad, durante unas tres ocasiones en que visitó su ciudad de origen.

Una vez inmersos en el diálogo coloquial, las preguntas que mi cerebro iba procesando, encontraban respuestas satisfactorias y oportunas, así (entre otras referencias), pude enterarme que sus escritos siempre los realizaba a mano, prescindiendo de la máquina de escribir; que Fernando Chávez, su profesor de escuela fue quien le inculcó el amor por la lectura y las letras siendo “Guillermo Tell” el primer libro leído en su relevante existencia, aproveché este instante para traer a colación la anécdota que surgió espontánea desde los recuerdos indelebles cuando allá, a mediados de julio de 1961, recibí junto al diploma respectivo en premio por “aprovechamiento”, consistente en un paquetito de cuentos de formato y tamaño diversos.

Acompañaba a este preciado galardón una tarjetita cuya dedicatoria era fácilmente digerible para un niño que culminaba el primer grado, no contenía la firma del donante; pero en su reemplazo constaba el nombre: Gustavo Alfredo Jácome. Tras una breve reflexión, ahora, puedo darme cuenta que fue mi primer encuentro con el insigne académico de la lengua, con el literato consagrado, con la lectura y la palabra escrita.

Durante una visita posterior, deposité en sus manos nonagenarias “El almuerzo de los gorriones” (relato de autoría propia que el núcleo imbabureño de la CCE tuvo la amabilidad de presentarlo en una segunda edición). La opinión derivada de su revisión y vertida semanas después –concisa; aunque reveladora– “lleno de ternura”, inundó de sano orgullo mi expectativa constituyéndose en el poderoso acicate para persistir en esta apasionante inclinación de escribir. Los consejos pertinentes del Dr. Jácome, complementaron la satisfacción desbordante percibida por mis fibras íntimas.

Fueron momentos inolvidables las de este acercamiento vivencial al CATEDRÁTICO INSIGNE (así, con mayúsculas), de conversación tan amena como variada, donde el esquema anecdótico adquiría matices de protagonismo, las cortas lecciones de puntuación debidamente asimiladas, como han sido los conceptos gramaticales impartidos durante todo un siempre a través de sus enriquecedores textos de castellano y análisis literario. La revisión del Otavalo pretérito no estuvo ausente, impregnada de dulces evocaciones y una anécdota simpática que reflejó el apego cabal e irrenunciable al terruño alejado. Me contó que cuando cursaba la secundaria en el Normal Juan Montalvo, salía los fines de semana a la plaza de San Francisco, sector capitalino donde el sentido de orientación sugería que volteara su mirada al norte “hacia allá tengo que llorar” pensaba, mientras las lágrimas de amor filial y nostalgia rodaban por sus mejillas juveniles: una cátedra magistral de cómo hay que amar a Otavalo.

Por su oficio irrebatible de sembrar luto y dolor, la muerte segó el tránsito terrenal del Dr. Gustavo Alfredo Jácome, paradigma de otavaleñidad quien a sus 105 años partió, legando su nombre a la veneración y su obra a la inmortalidad.

__________
Fuente: Núñez Garcés, Jaime. Comunicación personal, 13 de marzo de 2024.

Post navigation

← El castillo Iyo Matsuyama
El castillo de Matsumoto →

Recientes

  • Virgilio Cháves Orbe
  • Profesor Oswaldo Paredes
  • Ecuador es gris
  • Papa Francisco
  • La Pasión entre candilejas y telones

Cartas de Japón

©2025 Ciudad de Otavalo