Centro Cultural Arte Wasi

Las vasijas de barro y las tulpas o fogones son los elementos que más le agrada plasmar a César Campuez. En su natal San Pablo de Lago, en Otavalo (Imbabura), con el apoyo de sus padres y hermanos, este artista autodidacta, de 36 años de edad, abrió el Centro Cultural Arte Wasi. Los visitantes de este lugar turístico deben conocer que no solo hay atractivos, como el centro lacustre o deliciosa comida, sino también expresiones artísticas.

Por eso, en la antigua casa familiar, de paredes de adobe y techo de teja, montó esta especie de galería para resaltar la identidad cultural de la zona. La vivienda pertenecía a su abuela María Bartola Fonte. La matrona preparaba chicha de maíz, por lo que su casa era un paso obligado para las comunidades indígenas kayambi. Es uno de los recuerdos que atesora Campuez. Por eso optó por conservar el inmueble y darle este valor agregado.

En la cocina se conserva la tulpa, vasijas, bateas e instaló sus obras. En tanto, nueve murales, la mayoría inspirados en íconos indígenas, resaltan en los muros internos y externos. En la elaboración de estas obras de gran formato colaboraron varios artistas. En la fachada, el otavaleño Juan Terreros retrató a María Esperanza Pavón, madre de Campuez. En la composición, la mujer luce un sombrero chemise, modelo preferido por los kayambis. Mientras, sus manos sostienen una mazorca de maíz. En los espacios interiores, en cambio, también hay cuadros que exponen estudiantes del Instituto Daniel Reyes, de San Antonio de Ibarra. Uno de ellos representa al ritual indígena de la limpieza con cuy, de autoría de Juan Burga.

Campuez expone un retrato de la líder indígena Tránsito Amaguaña, que lo esbozó en el interior de una chacana. Amaguaña fue una activista indigenista ecuatoriana que vivió entre 1909 y el 2009. Arte Wasi atrae a estudiantes de colegios y universidades. El domingo último, 31 chicos de la carrera de Turismo de la Escuela Politécnica del Ejército visitaron el centro. El itinerario incluyó pintura, música y danza tradicional.


Fuente: Rosales, José Luis. “En el Centro Cultural Arte Wasi se resalta la identidad kichwa”. elcomercio.com. Diario El Comercio, 13 de marzo de 2020. Web. 21 de marzo de 2020.

Congreso gastronómico

Chef nacionales y un jurado internacional serán parte del Cuarto congreso y feria gastronómica “Nuestra Pacha Mama 2020”. La cita se desarrollará en la ciudad de Otavalo, en la provincia Imbabura, del 18 al 20 de marzo del 2020. En las jornadas matutinas, expertos en cocina de varias ciudades del país efectuarán sus ponencias de gastronomía nacional a estudiantes de planteles educativo con carreras afines.

Hasta el momento 140 personas han confirmado su participación. Mientras que, el público podrá degustar varios platillos en la feria que se desarrollará de 13:00 a 18:00. En el encuentro se maneja una línea gastronómica con productos andinos, explica Javier Males, presidente de la Cofradía Master Chef del Ecuador.

Hay ponentes que presentarán platos de autor con este tipo de artículos o menús del país. El congreso tiene el apoyo de instituciones privadas y públicas. El jurado estará integrado por Germán Dávalos, de Bolivia; Armando Siguenza, de Perú; y Sergio Lotero, de Colombia.

El chef César Bohórquez fue ponente en las dos primeras ediciones. Recuerda que en la primera cita presentó el plato medallones de cerdo en salsa de mortiño con especificaciones moleculares de uvilla. “La idea del congreso es transformar los productos nacionales en alta cocina, conservando sabores tradicionales”.


Fuente: Rosales, José Luis. “Otavalo se alista para nuevo congreso gastronómico”. elcomercio.ec. 5 de marzo de 2020. Web. 6 de marzo de 2020.

Miguel y el mercadillo

Esta mañana me he despertado temprano para ir al famoso mercadillo de Otavalo. Ahí he conocido a Miguel, un ecuatoriano que vendía ponchos y diversa mantelería con el que he estado hablando largo rato. Su hija y su hijo viven en España, en Sevilla y Valencia respectivamente. Pero él está enamorado de Ecuador.

Cuando he llegado al mercadillo me ha venido a la cabeza el Paharganj de Nueva Delhi. El último bazar que vi en mi viaje recorriendo el continente asiático. El lugar estaba lleno de nativos vendiendo sus productos típicos, desde pinturas hasta comida pasando por todo tipo de telas, mandas y ponchos, todo elaborado artesanalmente por los indios otavalos.

Ahí he conocido a Miguel, un hombre cortés y feliz. Me ha contado que no hace mucho vinieron sus hijos, que viven en España. Él no quiso dejar Ecuardor, aquí está su hogar, el sitio donde le gusta vivir.

Miguel instala cada día sus productos a primera hora de la mañana y no se va hasta la tarde. Me dice que fuera de aquí, todo va demasiado deprisa.

Me quedo pensando un buen rato sobre lo que me comenta. Es cierto, hay lugares en los que se detiene el tiempo, y sobre todo, hay gente que no quiere vivir con prisas.

Tras un paseo veo que no está solo. Hablo con varios vendedores y todos me dicen lo mismo, que les gusta lo que hacen y la mayoría tienen a alguien en España. En cierto modo creo que los españoles estamos unidos a los ecuatorianos. Hace cientos de años vinimos nosotros y ahora son ellos los que van a España.

Me sorprende de este viaje que no he visto hambre. No se parece en nada a ningún lugar al que haya viajado con anterioridad. Interesante. ¡Estos cuatro meses van a dar para mucho!


Fuente: Castresana, Juan Carlos. “Miguel y el mercadillo de Otavalo”. elmundo.es. 22 de noviembre de 2010.Web. 27 de febrero de 2020.

Maestra del trazo único

En su ensayo Sobre el estilo tardío, Edward Said se fijaba en el trabajo contra corriente de algunos artistas al alcanzar su madurez. En vez de obras armoniosas, sosegadas y con los “secretos del oficio”, las entregaban problemáticas, descompensadas, más jóvenes que las de los jóvenes de edad. El paradigma sería el Beethoven de los últimos cuartetos.

Los hispanohablantes tenemos la suerte de percibir el mismo proceso en la argentina Hebe Uhart  (Moreno, 1936). Después de una magistral obra de ficción (los cuentos de Guiando la hiedra o la novela Camilo asciende), cuando apareció su primer libro de crónicas, Viajera crónica (2011), Uhart no se cansó de responder en las entrevistas: se me agotó la ficción y salí a mirar el mundo, no quería repetirme. Es una manera humilde de decirlo: la fortuna de que un estilo tan particular como el suyo pueda reinventarse en un género expansivo como la crónica es una alegría para el futuro de la literatura, como demuestra De aquí para allá, cuarto libro de crónicas de Uhart, y primero con una temática común. Uhart reúne 10 crónicas sobre comunidades indígenas de América del Sur, desde Carmen de Patagones, en la frontera de la Patagonia, hasta la costa que une Colombia y Venezuela, pasando por Tucumán, El Chaco Salteño, las comunidades de Otavalo en Ecuador o de Iquitos en Perú. Una pluralidad de formas de vida en movimiento, de comunidades mixtas y orígenes mapuches, guaraníes, toba, quom, wayuu, etcétera.

La fórmula de Uhart es similar en casi cada crónica: pertrechada de conocimientos precisos de la historia escrita y oral de la comunidad que visita, Uhart se sienta con mujeres y hombres y los observa y escucha, especialmente atenta a los detalles significativos y las modulaciones del habla (Visto y oído fue el título de otro de sus libros de crónicas). También le gusta que el azar modifique su plan previo de trabajo y la ayude a disimular cualquier voluntad sistemática: parece que ella ha llegado ahí casi de milagro, como excusa para que alguien hable. No obstante, el resultado es más ambicioso de lo que parece: la recuperación de relatos y resistencias silenciados por la historia oficial conforma casi una historia secreta del continente. Pero si algo desmonta De aquí para allá, además de los mitos del origen, es la propia estabilidad del concepto de historia, su “sentido”; y si hay algo común a estos pueblos indios es su distancia respecto a una concepción de la forma estática y fija: su “esencia” es la transformación.

Varios temas obsesionan tanto a la cronista como a los entrevistados: las fronteras y la relación con la tierra, el nomadismo forzoso, el desarraigo entre dos mundos, las relaciones traumáticas con el nombre propio (que a veces otorga la empresa poseedora de la tierra), la organización estratificada tanto fuera como dentro de la comunidad, las relaciones con la Iglesia (normalmente evangélica), la presencia nutricia del monte, los ritos de la primera menstruación y, por supuesto, la relación con la propia lengua y con la memoria. Para estas vidas “nudas”, a veces despojadas de papeles y atributos oficiales, el silencio es un patrimonio: “Nosotros nos callamos porque con eso nos defendemos, si no nos destruirían mucho más”.

La de Uhart es un prodigio de escritura lacónica, rápida, de un solo trazo pero flexible por su ironía. Uno se pregunta qué debería suceder para que una de las grandes de nuestro idioma sea más conocida internacionalmente o, por no pasarme de enfático, publicada íntegramente en España.


Fuente: “Maestra del trazo único”. elpais.com. 24 de octubre de 2020. Web. 27 de febrero de 2020.