La chicha de maíz, que se elabora sobre un fogón de leña, es el gancho principal de Sumag Yamor (Es lo Mejor, en español).
Esta picantería, que nació hace 63 años con los esposos Luis Velasco y Zoila Dávila, opera solamente en agosto y septiembre, por la festividad del Yamor, en Otavalo, Imbabura. Se trata de una celebración instaurada hace más de medio siglo por el pueblo mestizo, pero reúne las visiones de esta cultura y la indígena, las principales etnias que cohabitan en el cantón.
Ahora, en Sumag Yamor tomaron la posta los hijos, nietos, bisnietos… de los Velasco Dávila. Precisamente, el sitio se reabre con ayuda de toda la familia. Los fines de semana, cuando el número de comensales aumenta, prácticamente se realiza una minga para poder atender, explica Ramiro Velasco, uno de los cinco hijos que procreó la pareja. Ahí colaboran entre 35 y 40 familiares.
Una de las razones es que el restaurante aún mantiene un laborioso proceso artesanal para elaborar los potajes. Eso permite conservar el sabor y la esencia de los productos, explica Velasco. En el establecimiento también se ofrece uno de los platos más emblemáticos de Otavalo. No tiene nombre propio, pero se le enlazó con la chicha del Yamor. La base es la carne de cerdo, llapingacho, y empanadas con condumio de arroz. Hay platillos de USD 4, 5, 6, 7 y hasta bandejas de 10.
Los preparativos para la reapertura de este emprendimiento familiar empezó desde junio, comenta la administradora Cristina Guerra Velasco. Para ello invirtieron USD 4000, que provinieron de un crédito bancario. Entre los arreglos está el acondicionamiento del local en donde funciona Sumag Yamor desde hace 28 años. Es una casa patrimonial, de una planta, situada en las céntricas calles Bolívar y Morales. En el interior hay un patio central y alrededor, en los pasillos, está el restaurante. El sitio tiene capacidad para unas 60 personas.
A la par, con antelación también se adquiere la materia prima como el maíz, canguil, chulpi… ingredientes para la preparación del Yamor. “La chicha se elabora con los mejores granos de la cosecha”, asegura Ramiro Velasco. Para garantizar que esta tradición continúe, los conocimientos culinarios son guardados con celo por los patriarcas de la picantería y se han ido heredando.
Unos se encargan de hacer los llapingachos, otros son especialistas en las empanadas y otros en la chicha. “Buscamos que nadie sea indispensable en el negocio. Si falta alguien podemos reemplazarlo”, señala Cristina Guerra. Ramiro Velasco, en cambio, conoce el punto de cocción de la bebida. “Si se pasó es una chicha común, si está muy tierna no tiene sabor”. Su sobrina Cristina también aprendió esos secretos.
Por esta temporada, Sumag Yamor es el paso casi obligado para vecinos y turistas. A Pablo Viteri, un ibarreño radicado en Quito, le agradó el sabor dulce, espeso y consistente del néctar. Quizá por eso esta bebida tiene una alta demanda. Cada fin de semana, calculan que se vende entre 8.000 y 10.000 vasos de Yamor. Por eso, los cuatro toneles que hay en el local siempre están llenos.
Los dueños prevén abrir, según la tradición familiar, en agosto del 2017. Es considerado un abreboca a una nueva edición de la celebración del Yamor.
Fuente: Rosales, José Luis. “La festividad del Yamor inspira un negocio familiar.” Revista Líderes, 5 de septiembre de 2016. Web. 17 de diciembre de 2016.