Proyecto Away Pacha

Como ya lo informó EL NORTE en días recientes, la escritora kichwa otavaleña, Yana Lema, ganó el “Fondo de Producción para Artistas Ecuatorianos” (Raíz), gracias a su proyecto denominado: Away Pacha/Tejido Cósmico, el cual refiere a la creación de “libros textiles” mediante palabras, hilos, tejidos y colores; a fin de reconocer otras formas de escritura, en este caso, amparadas en simbologías kichwas y en la literatura alfabética contemporánea.

“La convocatoria para el premio Raíz se abrió para artistas ecuatorianos de arte contemporáneo, hace unos 4 meses. Me interesó mucho y presenté mi proyecto. Esto de la escritura es como un tejido de palabras.

Como escritora indígena la relaciono mucho con la tarea del tejido de la geometría sagrada, pues dentro de ella hay mucha simbología, conceptos y contenidos”, explicó la artista, quien además se desempeña en varias facetas más, como el periodismo y la docencia.

Con la adjudicación del mencionado premio, que a propósito entrega un estímulo económico de USD 5 mil, para la producción en físico del proyecto ganador, Lema trabajará en el montaje de una exposición, en donde exhibirá los mencionados “libros textiles”.

“Esta exposición se va a dar en septiembre en el Centro de Arte Contemporáneo, en la ciudad de Quito. Combinaremos estos dos textos: alfabético contemporáneo y simbología kichwa. Es un poco también romper con que la idea de que el libro es siempre de papel. Para nosotros, hay una historia larga de que nuestros textos han estado escritos en los textiles, hechos con los hilos y los colores”, indicó Lema.

Para consolidar el proyecto, que tiene a Lema y a un grupo de personas involucradas junto a ella, deberán apelar a su sentido del ingenio principalmente, pues fusionar estos sistemas de símbolos no parece tarea fácil.

“Seguro será un arduo trabajo. Requiere de mucha creatividad, tiempo y paciencia; pero creo que es importante compartir con la sociedad el valor que tienen los conocimientos de los pueblos indígenas, del Pueblo Kichwa Otavalo en este caso. Podemos estar en cualquier escenario del mundo”, dijo.

Cabe mencionar que se fabricarán varios ejemplares para la exposición, incluidos tapices y esteras de dimensiones no habituales

Si bien los “libros textiles” que se van a producir serán netamente para la exposición de septiembre, en un futuro la escritora otavaleña planifica fabricar otros textos para venderlos a los interesados, basados en diferentes formatos.

“Estamos abriendo una biblioteca cultural en Peguche. Es una iniciativa privada de servicio social. Aprovecho para invitar a la ciudadanía que nos visite. Allí en futuro podríamos comercializar los libros textiles que creemos”, culminó Lema.


Fuente: «Proyecto otavaleño de Yana Lema gana premio nacional». elnorte.ec. Diario EL NORTE, 7 de abril de 2022. Web. 8 de abril de 2022.

Ponchos en Otavalo

Miguel Pineda lleva tejiendo ponchos de lana de oveja desde hace medio siglo. El artesano, de 66 años, utiliza un telar manual, que heredó de José Antonio Córdova, su abuelo materno. El taller, ubicado en la parroquia de San Roque, cantón Antonio Ante, es uno de los últimos de la provincia de Imbabura que mantiene la tradición de elaborar manualmente esta tradicional prenda de vestir. 

El poncho, de color azul marino, es un artículo que identifica a los indígenas de Otavalo. El vestuario se complementa con pantalón, camisa, alpargatas, de color blanco, y un sombrero de paño negro o blanco.

Según varios cronistas, el poncho que utiliza la mayoría de kichwas de la Sierra fue impuesto durante la Colonia. El color y la forma del poncho, que diferenciaba a una comunidad de otra, se fue heredando hasta la actualidad. Así el pueblo Kayambi usa el poncho rojo. Los saraguros y salacas, negro. Y, los otavaleños azul marino o negro.

Según Luzmila Zambrano, administradora del Museo Otavalango, en ese lugar hay fotografías de 1868. Las gráficas permiten observar que en ese año los indígenas ya utilizaban el poncho. Sin embargo, estas primera prendas, a diferencia de las actuales, no tenía cuello. Es por ello, que los tejedores de esta prenda son apreciados. Pineda es uno de ellos.

Desde cuando era niño, aprendió a cardar, hilvanar y urdir la lana de borrego con la que se entreteje esta manta de forma rectangular. Esta especie de capa, con un ojal en el centro para pasar la cabeza, debe colgar desde los hombros hasta abajo de la cintura. Así lo establece la costumbre otavaleña.

José María, padre de Pineda, que ahora está retirado, le enseñó los secretos del oficio. Recuerda que siempre le decía que se necesita un hilo fino y bien teñido, para obtener un poncho de alta calidad.

Una habitación de la casa de Pineda funciona como taller. Su esposa Rosa María Yamberla le ayuda a preparar las hebras que ahora vienen desde Cañar. Mientras que, su hija María Tránsito Pineda ya le toma la posta. Ella domina el telar de callúa. Así se denomina a esta herramienta que se ata desde un madero hasta la cintura.

El utilizar el poncho también tiene sus secretos. Como anécdota, José Ruiz, vecino de Peguche, asegura que si se viste la prenda antes de que salga el sol, el poncho permanece fresco todo el día. De caso contrario, es casi insoportable por la concentración del calor.

En Otavalo los adultos mayores acostumbraban a contratar la confección de su prenda a la medida. El tamaño del poncho va de acuerdo con la estatura del cliente. Si es alto, explica Pineda, debe medir 1 m de alto por 72 cm de ancho. Sin embargo, la medida más común en los kichwas otavalos -quienes son de estatura mediana- es de 91 cm por 72 cm.

En la comuna vecina de Ilumán, en el cantón Otavalo, la familia de José de la Torre conserva como un tesoro los últimos ponchos que elaboró este artesano.  Este kichwa, de 79 años, colgó el telar porque ya no le daban las fuerzas para entrelazar las lanas. Ahora se dedica al pastoreo de vacas y ovejas. 

Su hija, Miryan, explica que su progenitor se encargaba de comprar la lana en los mercados de Otavalo. También, era especialista en el proceso de tinturado y la confección. Como la mayoría de artesanos aprendió las técnicas mediante la tradición oral, que se transmite de padres a hijos.

Una de las razones para que los tejedores de ponchos de Otavalo estén en desaparición es que las nuevas generaciones dejaron de lado estos atuendos.No por desprecio a la tradición. Más bien, los niños y jóvenes dejaron de usar los ponchos de lana por los altos precios. Luzmila Zambrano asegura que una de estas prendas, que tiene un color a un lado y otro tono al otro (doble cara), bordea los USD 1 000. Un sencillo oscila entre USD 300 y 500. Es por ello, que ahora los chicos prefieren usar imitaciones de tela azul o negra.

En el Museo Otavalo se exhiben siete ponchos con diferentes tejidos. Zambrano explica que hay el ‘chulla’ (una cara), el doble cara y los multicolores. Sea a como sea, este traje es el atavío principal que visten los hombres para asistir a ceremonias como bautizos, matrimonios, velatorios. Los kichwas denominan a la ropa tradicional, como traje de gala, en la que resalta el poncho.

En comunidades como Peguche también se revitaliza su uso. En el marco del Pawkar Raymi (Fiesta del Florecimiento, en español), que se realiza en los días de Carnaval, se desarrolla el Runakay (“Yo soy”). Se trata de una celebración pensada para revalorizar la identidad de los kichwas otavalos. Por eso, entre los elementos infaltables de la fiesta están la vestimenta, la música y la gastronomía indígenas.


Fuente: Rosales, José Luis. «El poncho no pasa de moda entre los Otavalo». elcomercio.ec. Diario EL COMERCIO, 29 de diciembre de 2015. Web. 18 de julio de 2021.

Otavaleño en la península

Otavalo es una ciudad de Imbabura, reconocida por su gente emprendedora. Entre sus actividades económicas y culturales se destaca la práctica del tejido, que es elaborado artesanalmente, y que a su vez se convierte en un estandarte de orgullo para los otavaleños.

Luis Morales, de 57 años, es uno de los tantos otavaleños que en la actualidad promueven el arte del tejido, actividad que la realiza durante sus participaciones en diferentes ferias artesanales y turísticas.

Morales, que se dedica a tejer desde los 7 años, refiere que su mejor amigo es el telar, herramienta que lleva consigo donde va y la que se convierte en toda una novedad para muchos,

El telar es una maquinaria hecha de madera, confeccionada por otros artesanos y que está formada por la malla, el peine, freno y lo más interesante es su pedal, que se compone de cuatro pedazos de madera alineados con piolas.

Morales sostiene que el arte del tejido requiere de creatividad y dedicación, cualidades que las ha plasmado en prendas como bufandas, ponchos, abrigos, chalinas y más.

“Para el proceso de las bufandas se requiere de 80 hileras de 2 o más colores de hilo, toma aproximadamente una hora y media con diseño y una hora la llana, en este se refleja la creatividad”, manifiesta con orgullo Morales. Este artesano otavaleño transmite sus saberes a sus hijos, para así continuar con la tradición.


Fuente: «Otavaleño muestra su arte del tejido en la Península». eluniverso.com. Diario EL UNIVERSO, 10 de septiembre de 2014. Web. 7 de marzo de 2021.

Orgullo en el tejido

Alfonso Morales todavía usa los pantalones blancos los ponchos azules el cabello trenzado y los sombreros de fieltro típicos de los indios de Otavalo. Y habla el español vacilante de alguien que se siente más cómodo hablando en quichua. Pero en su fábrica textil el Sr. Morales ha instalado seis telares eléctricos y sus 15 empleados incluyen varios mestizos. Desde aquí sus ponchos chales y otros tejidos se exportan a los Estados Unidos, Panamá y España.

Sin embargo, entre los indígenas de Otavalo el caso del Sr. Morales no es inusual. En otros lugares de América Latina la mayoría de los grupos indígenas están librando una batalla perdida para preservar sus culturas en medio de la pobreza la discriminación y la explotación. En contraste los indígenas de Otavalo han desafiado el estereotipo descubriendo que el éxito económico ha servido para reforzar su identidad india.

«Los indios que hemos conocido en otras partes de América Latina están más ‘marginados’ que nosotros» dijo José Farinango Lema que dirige una industria artesanal en el pueblo cercano de Peguche. «Aquí tenemos menos problemas».

El tejido comercial no solo ha elevado el nivel de vida de muchos Otavalos sino que también ha transformado las relaciones que los indios en América Latina normalmente tienen con los blancos y las personas de sangre mixta. Los Otavalos son orgullosos y seguros de sí mismos y la sociedad ecuatoriana los trata aunque no a los otros dos millones de indios del país con especial respeto.

Hasta hace una década por ejemplo los jóvenes Otavalo se veían obligados a cortarse las trenzas cuando eran reclutados para el servicio militar. Pero los líderes de Otavalo presentaron una petición al presidente que en ese momento era un oficial del ejército y la regla no se aplicaba a los reclutas de Otavalo.

En Otavalo una ciudad a 50 millas al norte de Quito que se encuentra en un valle poblado por unos 45.000 indios gran parte del comercio vinculado al turismo y muchos de los edificios más nuevos son propiedad de los indios. Durante los desfiles del Día de la Independencia la mayoría de los escolares de primaria son indios. El resultado de las elecciones municipales del pasado enero fue determinado por el voto indio.

Sin embargo esta aparente integración con la sociedad occidental no ha erosionado las costumbres indias. Los Otavalos que se han mudado a Quito o que viajan al extranjero por negocios siempre usan vestimentas tradicionales y preservan el idioma quichua. Los matrimonios con personas que no son Otavalos son raros; el trabajo y el placer tienen lugar dentro del contexto de la familia extendida y los instintos de viaje siguen siendo fuertes.

Desde tiempos prehispánicos los Otavalos han sido diferentes. Soportaron el avance de los incas durante 16 años a mediados del siglo XV antes de sucumbir y aunque fueron virtualmente esclavizados después de la conquista española en 1532 sus habilidades como artesanos fueron reconocidas en el período colonial.

Durante casi tres siglos «los obrajes de sudor» textiles en Otavalo y sus alrededores suministraron telas a los vecinos Colombia y Perú iniciando una tradición de exportaciones que se reanudarían generaciones más tarde. En las guerras de independencia de América Latina a principios del siglo XIX esta región suministró los uniformes a muchos de los ejércitos liberadores.

La demanda de tejidos de Otavalo se rompió con los textiles baratos producidos por la Revolución Industrial en el extranjero y no fue hasta después de la Segunda Guerra Mundial que los indios encontraron nuevamente un mercado para sus productos principalmente entre los turistas extranjeros.

En toda América Latina los grupos indígenas venden tejidos y artesanías a los turistas y en muchos casos su trabajo es más sofisticado que el de Otavalos. Pero los Otavalos mostraron un extraño sentido del capitalismo: desarrollaron técnicas de comercialización ajustaron sus productos a los gustos de los consumidores y aprendieron a producir en cantidad.

En Peguche e Ilumán los principales pueblos de tejido del valle muchas familias todavía venden sus mercancías en el mercado de los sábados de Otavalo. Otros han comprado tiendas en la ciudad y los más exitosos tienen un pariente en Quito que sirve como agente exportador.

En la década de 1970 muchos tejedores comenzaron a usar acrílico porque los ponchos y alfombras de lana natural eran demasiado pesados y voluminosos para que los turistas pudieran llevarlos a casa. Más recientemente el precio del acrílico ha subido exorbitantemente y algunas familias han cambiado a la lana.

Los Otavalos incluso han tomado prestado escenas de otros grupos indios o inventado nuevos diseños para satisfacer a su clientela. «Este simple poncho atrae a los alemanes» dijo Alfonso Vega que tiene una tienda en Peguche. «A los franceses y suecos les gustan estos colores suaves mientras que los estadounidenses prefieren diseños con pájaros y animales».


Fuente: Riding, Alan. «For Ecuador Indians pride and profits in weaving”. New York Times. 15 de mayo, 1984. Web. 4 de enero, 2015.