La película Huahua

Llego a Otavalo un sábado por la tarde. La plaza reboza. Lentamente me escurro entre la multitud y avanzo por ese laberinto tapizado de cobijas, bolsos, hamacas y prendas de vestir que atavían la Plaza de los Ponchos. A un costado, sobre una calzada menos transitada, descubro la taquería La Calaca. Ahí me recibe Citlalli con un apapacho extendido. Acto seguido me abrazan su madre, su hermana y ‘Joshi’, José Espinosa Anguaya, director de Huahua.

Citlalli Andrango Cadena nació y creció en la comunidad de Turuku, en Cotacachi, una localidad de la provincia de Imbabura, en la sierra norte de Ecuador. Al terminar el colegio, Citlalli se fue a vivir a Quito. “Vivo allá pero voy y vengo. Mi papá es de Turuku también y mi mamá es mexicana, de la Ciudad de México”.

Las coloridas paredes de esta taquería, en pleno corazón de Otavalo, lucen adornadas con evocaciones mexicanas. Me detengo a observarlas mientras Citlalli tutela el menú de la noche: prueba aderezos, menea el agua de jamaica, atiza la parilla como una verdadera directora de orquesta que conduce la marcha de una sinfonía de ají y de especias.

¿Cómo fue para ti la vida en Turuku?

Turuku es un espacio tranquilo. Los niños crecimos con libertad de jugar, salíamos a los ríos o a hacer casas en los árboles. A veces nos metíamos a robar choclos de los vecinos (ríe).

¿Cómo llegaste al cine?

No había tenido un acercamiento antes, salvo la influencia de mis papás. Desde chiquitos organizaban paseos a Quito y una de las paradas obligatorias era el cine. Ahora me doy cuenta de que cuando niños vimos toda la filmografía de [Pier Paolo] Pasolini y eso no les pasaba a otros niños. Pero nunca consideré la posibilidad de ser parte de eso hasta que le conocí al ‘Joshi’.

¿Y cómo fuiste a parar en la producción?

El ‘Joshi’ y yo nos fuimos a vivir juntos en el mismo edificio donde vivían sus amigotes, entonces me involucré de lleno en los proyectos que ellos tenían. Hicimos, por ejemplo, las fotos de Entre Venus y Magdalenas, para lo cual saqué mi propio proyecto de fotos centrado en Frida. Luego salió lo de Otavalo Kanda Juyani (Otavalo, yo te amo) y me animé a escribir un corto. Además participé como actriz dentro del proyecto en el corto de Andrea Arízaga. Luego también actué en el corto del Segundito (Fuérez, director de Kuychi Pucha), y empezamos a reunirnos para planificar la opción de ponernos una productora. Cada uno ya tenía su función, lo que hacía falta era una persona en producción. Entonces llegó el Huahua y ahí me afiancé como productora.

¿Cómo fue la experiencia de ganar el Premio del Público en el Festival de La Orquídea, en Cuenca?

Fue pasar la prueba. Cuando me dijo Isabella Parra que íbamos a tener un teatro para 350 personas pensé: ¿cómo vamos a llenar un teatro para 350 personas? Conversamos con el ‘Joshi’ y pensamos que si lográbamos llenar la mitad del teatro nos iría superbien. Esa noche, cuando entró el primer grupo de invitados y organizadores, me dije: esto no se va a llenar ni a la mitad. Pero la gente empezó a entrar, entrar y entrar. Cuando dijeron que había personas todavía afuera tuvimos que habilitar la parte de arriba y al final hubo gente que se quedó afuera. En serio, yo no lo podía creer, superó todas mis expectativas.

¿Por qué crees que al público le gustó tanto Huahua?

Creo que, a pesar de ser una película muy personal, en nuestro entorno la gente migra mucho, entonces, a través de la relación de pareja y de padres te preguntas dónde está mi hogar. En algún momento todos nos hacemos esa pregunta.

¿Cuándo llegaste a Quito viviste alguna experiencia de prejuicio o discriminación?

Todos los días se vive una experiencia de prejuicio si usas anaco. Cuando eres indígena viviendo en la ciudad tomas la decisión de quién quieres ser cada día. Si te vas a poner anaco tienes que saber que ese día asumes las cosas que te pueden pasar, y que te pueden decir cosas en la calle.

¿Qué cosas te han dicho en la calle?

Una vez, cuando estaba parada afuera de la universidad, vino una señora que, supongo, tenía algún problema, y cuando pasó a mi lado se plantó y me dijo: ¿vos te crees que porque estudias vas a dejar de ser india? Obvio, en su enfermedad mental, ella sintió la necesidad de decirme eso.

Entonces, ¿en Quito tuviste que reconciliarte con tu identidad?

Me lo tuve que preguntar antes. Lo cuento en la película. En mi infancia la gente no podía asumir que mi mamá mestiza nos criara con una identidad indígena.

Y ahora, ¿con qué identidad te quedas?

¡Con todas, claro! Soy así, tan mexicana como Chavela Vargas, y tener este local no es solo tener un negocio, es una manera de conectarme con algo que ha estado alejado. Y también soy indígena, y también soy mujer, y también soy cineasta. Todas las cosas que he aprendido son parte de mí. Entonces, decir que soy mexicana no significa que soy menos indígena y decir que soy indígena no significa que soy menos mestiza. Y pienso que todas esas cosas pueden convivir perfectamente en mí.

¿Adónde crees que se proyecta la película?

Una de nuestras aspiraciones más grandes era llevarla a festivales, y siempre anhelábamos los EDOC. Esperamos que la gente que vive en Quito pueda verla y también que las personas de Imbabura se hagan el viaje.


Fuente: «Huahua: gestar, parir y acunar identidades». labarraespaciadora.com. 1 de mayo de 2018. Web. 12 de agosto de 2018.

Senderos del Molino

En el sector del antiguo molino del Tejar, en donde en la actualidad está el puente que une a la Ciudadela 31 de Octubre con el centro de Otavalo, se encuentra el complejo turístico Senderos del Molino. Se trata de un sitio donde se puede disfrutar de la pesca deportiva, cancha de vóley, tarabita, puente colgante, columpios y otros entretenimientos, rodeado de un entorno natural por donde pasa un río que hace más atractivo este lugar.

Carlos Burga, un joven kichwa otavaleño, es quien tuvo la iniciativa de iniciar con este proyecto de emprendimiento. Aprovechando el espacio que se prestaba para este tipo de complejo, desde hace algún tiempo atrás empezó a construir junto a su familia lo que ahora es un lugar turístico, en donde llegan los visitantes extranjeros y la propia ciudadanía otavaleña a disfrutar de todos los servicios que ofrecen estas instalaciones.

La idea de estos sitios es que el visitante pueda pescar sus propias truchas para después ser preparadas y consumirlas, según mencionó Álvaro Coronado, encargado de la administración del sitio.

Dentro de la gastronomía el público también puede deleitarse de otros platos como la tilapia, comidas rápidas, caldo de gallina y de patas. Igualmente para la distracción familiar contamos con una tarabita, un columpio gigante, avistamiento de peces de colores, el puente colgante y un espacio para la práctica del ecuavóley”, indicó Coronado.

Atractivos 

Entre otros servicios que ofrece este complejo consta un área para el descanso y la lectura, cerca de un horno de leña y de una variedad de plantas ornamentales; además se está construyendo un paradero que servirá para la fotografía turística y una cafetería.

Se trata de un proyecto bastante grande y en pleno centro de la ciudad, con aspiraciones de que se convierta en nuevo lugar turístico para propios y extraños.

La trucha, acompañada de arroz y yuca, tiene un costo de 5 dólares, los caldos de gallina o de patas 2 dólares. La entrada es libre y solamente se cobra el consumo. La atención por el momento es únicamente los fines de semana, desde las 10:00 hasta las 17:00, con una proyección de ampliar este servicio todos los días.

Juan Ubidia, otavaleño que visitaba este complejo junto con su familia, señaló que vive muy cerca de este lugar, pero agregó que nunca se imaginó encontrarse con un sitio tan acogedor.

Me parece una buena iniciativa que se haya creado este espacio, donde se puede llegar con la familia y disfrutar como que estuviéramos en el campo”, comentó.

Por su parte Gonzalo Rubio, quien llegó desde Ibarra a visitar este sitio, mencionó que este es un lugar atractivo, pero que se debe promocionar más para que la ciudadanía lo pueda conocer.

La atención es muy buena, nos ayudan a capturar la trucha y acá mismo la preparan. El plato es muy exquisito. Me gustaron las diferentes atracciones que tienen para los niños y también las zonas verdes que deben aprovecharlas”, comentó el visitante.    

Turismo se fomenta en Otavalo 

 Emprendimientos como la pesca deportiva y la gastronomía son una opción recreativa y turística que ha ido creciendo en algunas familias kichwas otavaleñas. Se aprovecha sitios estratégicos que permiten la construcción de piscinas, para la crianza de peces, junto a lagos, cascadas y ríos.

La idea es aprovechar estos recursos y los paisajes para atraer a los vecinos y visitantes que gustan de la naturaleza y poder generar ingresos económicos.

DATO

Desde aproximadamente tres meses este complejo turístico abrió las puertas al público, ofertando todos sus servicios.


Fuente: «Senderos del Molino, un atractivo turístico en el corazón de Otavalo». lahora.com.ec. 22 de abril de 2019. WEb. 3 de diciembre de 2019.

Gustavo Alfredo Jácome, sin posibilidad de olvido

De las cosas finalmente sería sencillo; pero más allá de las personas, son las huellas, los productos que generan los seres humanos en su paso por este mundo, su pensamiento como aporte al desarrollo de la vida de quienes caminamos atrás. Fue una mañana de agosto de 1994, cuando en su casa por la Mariana de Jesús, sentado y sin pestañeo, escuché palabra por palabra de la boca del doctor Gustavo Alfredo Jácome, como su maestro de escuela, el insigne Fernando Chávez, autor de Plata y bronce, les hablaba a los niños el último día de clases de su vida escolar. Les dijo que a pesar de que cada uno tomará distintos caminos, traten de saberse compañeros porque cuando uno está solo es débil, e hizo remembranza a un padre moribundo que pidió a sus hijos rompieran un atado de tronquillos de madera, quienes a pesar de su juventud no lograron; pero él, en el lecho de muerte, enfermo y sin músculos, desató el atado y  quebró uno a uno. Cuando están solos son débiles como una rama suelta, les dijo Fernando Chávez, como recordándoles que los años de escuela que vivieron, serán los que aten por siempre amistades y compañerismos.

Los mestizos irían a Quito, a continuar la secundaria en el Seminario Menor y los pocos indígenas volverían a los maizales y cebadales del páramo. Entre los niños estaban Gustavo Alfredo Jácome y Simón Burga, un indígena en cuyos ojos había lágrimas mientras hablaba el maestro Chávez y en ellas el perdón a tantas burlas y crueldades de los mestizos de la escuela de Otavalo.

Gustavo Alfredo cursó el colegio, después la Universidad. Simón Burga, que regresó a las chacras de la serranía, sería el título de un cuento de Jácome, y muchos años después, en una calle polvorienta de Otavalo, detrás de un rebaño de ovejas merinas, encontró a un indio entrado en años, era Simón Burga con quien se estrechó en un abrazo fraterno.

Una infinidad de relatos,  una sinnúmero de personajes y de vivencias costumbristas, lo convirtieron a Gustavo Alfredo Jácome, en el último indigenista de nuestras letras; pero fueron también y, sobre todo, sus correcciones idiomáticas, su cultivo del Idioma, sus publicaciones en torno al uso correcto del lenguaje, sus tratados de filología, de ortografía, sus alumnos en la Universidad Central, los que guardarán en su memoria a este maestro y filólogo de tantas generaciones.

Murió Gustavo Alfredo Jácome y es una fatal pérdida para la cultura nacional, porque este cultor de las Letras, autor de tantas obras, es de los seres que nunca deberían morir; pero, estoy seguro que en algún lugar celestial, estará corrigiendo algunos versos cojos que se le escapen a Dios.

De sus manos recibí hace más de veinte años, cuando yo empezaba a transitar seriamente en el camino del Lenguaje, su «Barro dolorido», sus «Siete cuentos» su «Ortografía para todos» y otros libros, cuyas dedicatorias para mí, puestas con su puño y letra, las guardaré con afecto y gratitud por siempre.


Fuente: Espín Mosquera, Alfonso. «Gustavo Alfredo Jácome, sin posibilidad de olvido». larepublica.ec. 14 de febrero de 2018. Web. 2 de enero de 2020.

10 Fashion Moments that ruled the Catwalk

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