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Costumbre del Día de Difuntos

Comer frente a la tumba de un ser querido es una costumbre que mantiene la comunidad indígena durante el Día de Difuntos. Antes de ingresar al cementerio más de 100 comerciantes ofrecen sus productos como frutas, arreglos florales y comida. De acuerdo a la tradición, la comida que llevan al cementerio es la que más degustaba el difunto.

Aquí Carlos Vinueza, vestido de blanco con su traje indígena hacía sonar sus instrumentos musicales: la guitarra, requinto y el rondador. Es de San Roque, pero contó que aquí en Otavalo y en Cotacachi es donde más solicitan su presencia para cantar a las almas.

Con este, ya son tres años que se dedica a tocar en el cementerio. “Yo canto para las almitas, difuntitos, a veces una música sentimental, otros piden música alegre con el ritmo kichwa”. Carlos dijo a la final son tres cosas que no le hace falta para tocar en el cementerio, él, la guitarra y el rondador.

Estos dos instrumentos los fusiona al mismo tiempo. A cambio de esta labor, recibe dinero pero dependiendo de la voluntad de las personas.

“Aquí son más dedicados a este tipo de costumbres. En cambio en mi comunidad no lo aprecian mucho”, aseguró Carlos.

Alimentos. Hermelinda Cando tiene en el cementerio a su papá, mamá, hermana y sobrina. Es de La Compañía y recuerda que a la familia que está enterrada le gustaba comer fréjol y tostado, pero ayer solo pudo llevarles fréjol con arroz.

Algunos se quedan hasta el mediodía, es decir llegan, rezan, comen y se regresan a sus hogares, es así como hizo Hermelinda.

Y mientras se escuchó un rezo, María Rosa Males comentó que aquí está enterrada su hija e hijo, “venimos a verles”. Aunque la visita no es solo por el Día de los Difuntos, sino que cada mes Rosa hace lo mismo con su familia.

“Cuando estamos vivos siempre comemos, pero cuando ya nos morimos lo dejamos de hacer. En los sueños ellos siempre vienen y me dicen mami tengo hambre, cuándo va a venir”.

Arroz con pollo y camarón era uno de los platos preferido de sus hijos. Rosa dice además, que no dejaban de comer el nabo con tostado, o poroto.

Sin embargo, ayer llevó al cementerio poroto con berro y tostado. “Esto repartimos entre familia y también tengo que darle al público”, mencionó.

Indicó también que cuando terminan de comer ya vuelven a sus casas, ya que hoy y mañana debe salir a trabajar.

Sobre las tumbas. Llevar frutas también es parte del rito indígena, mientras comía la familia de Carmela Farinango las frutas permanecían sobre la tumba de su abuelita. Vive en el Oriente pero aprovechó el feriado para visitar a su familia e ir al cementerio.

A su abuelita siempre le gustó comer pescado, aguacate, “venimos sin desayunar para comer aquí”. Estos mismos alimentos llevaron ayer, pero también arroz con papas y menestra de pepa de sambo. Luego de comer ya estaban listos para rezar también.

Luis Alberto Guamán, presidente de la organización del cementerio indígena, señaló que el lunes se prevé hacer una segunda minga con todos lo vendedores.

Además, añadió que la gente siempre está visitando los lunes y jueves a su ser querido con la comida favorita. Alrededor de 12 mil visitantes se espera tener en estos días.


Fuente: Bravo Piñeiros, Melissa. «Los indígenas cantan, comen y rezan en las tumbas de los difuntos». elnortne.ec. 2 de noviembre de 2019. Web. 20 de noviembre de 2019.

Catzos y churos

Comer catzos o churos es muy común en Otavalo. Estos dos platos se han vuelto tradicionales en los últimos años, ya que algunos creen que estas comidas deben ser degustadas por los visitantes también. Para algunos no es apetecible, pero otros aseguran que tienen un sabor único e incomparable, que no hay cómo explicarlo hasta que la persona lo pruebe.

En la calle Juan Montalvo, cerca al antiguo mercado 24 de Mayo, está ubicado el local de doña María Rosario Piñán, que a sus 99 años de edad, recuerda que fue una de las fundadoras en vender los churos en Otavalo.

Con su mente lúcida cuenta que a este producto se lo lava “en una canasta, se lo pone con bastante agua y ahí uno se levanta madrugado a cocinar”.

Hace unos 70 años decidió montar este negocio que ahora lo lleva su hija, María Dolores Meza con su nuera Mayra Ruiz.

Carpuela, Chalguayacu, Juncal, Pimán y Aloburo, son los lugares de donde se adquieren los churos.

María Dolores explica que este producto está debajo de la tierra en las zonas antes mencionadas. El recorrido en estos sectores lo hace todos los días acompañada de su mamá.

Por la época de ‘Difuntos’ el producto salió caro. El balde de 4 litros estaba en 50 dólares, el precio aumenta porque también se lo mezcla con una colada hecha a base de maíz o haba. El precio normal es de 25 dólares.

Otra tradición. Ligia Tapia en cambio se dedica a vender los famosos catzos desde hace tres años, recorriendo las calles céntricas del cantón.

Dice que sigue los pasos de su suegra, de quien aprendió a prepararlos. Casi el mismo procedimiento que los churos, se hace con los catzos, los ubica en abundante agua hasta el otro día para freírlos. Aunque lo complicado para Ligia es sacarle las alas y patas para después freírlos a las 06:00.


Fuente: Bravo Piñeiros, Melissa. «Catzos y churos, los bocadillos de Otavalo». 10 de noviembre de 2019. Web. 21 de noviembre de 2019.

Ilumán: platos ancestrales

En la parroquia San Juan de Ilumán, de la ciudad de Otavalo, las mujeres de las comunas preservan y revitalizan los platos ancestrales heredados de sus antepasados. Carmen Tituaña, es una de ellas. En su casa ubicada en la comunidad de San Luis de Agualongo, prepara nabos que, según la creencia indígena, contienen hierro que ayuda a curar afecciones como la anemia, que se produce por la falta de glóbulos rojos. Desde su hogar, la mujer kichwa debe caminar casi dos horas para llegar a los fértiles terrenos que quedan en el Taita Imbabura. Allí, recoge las hojas verdes para luego lavarlas, cortarlas y cocinarlas. A la vez, Carmen tuesta y muele en piedra la pepa de zambo, hasta obtener un aspecto de pasta, que mezcla con papas. Todo es cocinado en leña, tal y como lo hacía su madre Rosa María Vinuesa de 88 años.

“En este tiempo los guaguas (niños) no quieren comer. Solo quieren arroz o sopa de fideos. Por eso desde pequeños en las comunidades se les enseña todo lo relacionado a la identidad cultural”, dijo la señora, quien asegura que los conocimientos pasan de generación en generación.

En su caso, su hijo Juan Córdova, también utiliza otro alimento ancestral como el maíz negro. Con ese ingrediente elabora la chicha morada. La mazorca es difícil de conseguir debido a que se ha perdido casi en su totalidad. La chicha es dulce y cocinada con hierbas aromáticas. La bebida se sirve en compromisos familiares, es así que espera se de a conocer y que la gente la deguste.

Su hija Amelia Córdova, ha puesto en marcha un proyecto alimenticio. Consiste en el chaulafán de quinua, que se cultiva en la cordillera de los Andes. “Yo suplanté al arroz, porque la quinua tiene más nutrientes. El plato se está dando a conocer. Hemos ido a la feria del Yamor en Otavalo y ahora en el parque de Ilumán”; explicó el chico.

Otra kichwa es Luz de la Torre. Ella cocina el bledo, una especie herbácea. Su hermano, Rafael de la Torre, quien la acompaña, dice que es un alimento andino que tiene alto valor nutritivo y ayuda a prevenir la desnutrición.

El pan de trigo no puede faltar en las comunas. Por lo general, las abuelas lo preparaban para llevarlo hasta el cementerio indígena y compartirlo con sus seres queridos en época de los Difuntos.


Fuente: Rojas, Maribel. «En los pueblos fusionan la gastronomía heredada de los ancestros». expreso.ec. 21 de noviembre de 2019. Web. 23 de noviembre de 2019.

La cascada de Taxopamba

Los mantos de agua cristalina son los atractivos más característicos del Geoparque Imbabura; un ejemplo de esto es la imponente cascada de Taxopamba, ubicada a 6.4 km del cantón Otavalo, vía a las lagunas de Mojanda. Está a una altura de 2846 m.s.n.m. y la temperatura de la zona es de 12 grados centígrados. La cascada está formada por dos saltos de agua, el primero es de 15 m. que da lugar a un vado de un metro y el segundo es de 10 m. con un vado que mide 8 metros.

FOTO © 2019 Diario El Norte

Cómo llegar. Para las personas que viajen desde Quito les tomará aproximadamente una hora y media para llegar a la comunidad de Mojandita, los turistas de Ibarra que utilicen vehículo propio se tardarán alrededor de 45 minutos. El auto llega hasta Mojandita, en donde se lo puede estacionar para luego continuar con una caminata de 30 minutos, por un pequeño sendero natural, el cual conduce hasta la cascada de Taxopamba, misma que ofrece una vista única y permite que los turistas se conecten con la naturaleza, experimentando la paz y tranquilidad que proyecta este geositio.

Biodiversidad. Si se habla de flora, la zona donde se encuentra ubicada la cascada de Taxopamba cuenta con vegetación característica del lugar como: pumamaqui, porotón, guayusa de monte, moquillo, pino, aliso, laurel de cera, romerillo, cerote, cacho de venado y paja.

La fauna, en cambio, está conformada en su gran mayoría por aves lugareñas como: colibríes, torcazas, tortolitas, chiguacos, además de mamíferos como raposas y lobos.

Actividades turísticas. Los visitantes deben tener claro que este geositio oferta una experiencia totalmente natural, permitiendo que las personas puedan practicar ecoturismo, senderismo, canyoning y fotografía, por lo que no se van a encontrar con locales de comida u otro tipo de comercio, simplemente van a tener la compañía de los diferentes paisajes que se pueden visualizar a lo largo del camino.

Algo que los turistas deben tomar en cuenta antes de emprender su viaje a la cascada de Taxopamba es el tipo de vestimenta que deben usar, principalmente ropa abrigada como chompas y gorros de lana, además de calzado cómodo, destinado para caminatas. Las personas que no tengan vehículo propio pueden tomar una camioneta desde Otavalo hasta la comunidad de Mojandita. Su valor es de cuatro dólares.


Fuente: Flores, Karina. «Taxopamba: Una cascada poco explorada». elnorte.ec. 19 de noviembre de 2019. Web. 22 de noviembre de 2019.